Viaje relámpago. Juan Pablo Rodríguez saludó a Hilda como si la conociera de toda la vida.

Esta semana el cordobés Juan Pablo Rodríguez, presidente de la fundación Un Tatuaje por una Sonrisa, visitó a los abuelos abandonados. Conmovido por la noticia, se había ofrecido a llevarlos a su ciudad antes de saber que tenían un hijo en Rosario que les daría alojamiento transitorio. A través de las redes sociales reclamó a las autoridades provinciales y municipales que tomaran cartas en el asunto y dieran una respuesta a los abuelos.

Lo cierto es que a casi a un mes de que la pareja quedara abandonada por uno de sus hijos en un bar de 27 de Febrero y Corrientes, el pasado 5 de junio, aún no tienen un lugar para vivir.

«No es tanto lo que están pidiendo, es sólo un geriátrico o un lugar con una persona que los pueda atender en lo mínimo porque ellos están bien», manifestó Rodríguez después de la visita que hizo a Hilda de 86 años y a Hugo de 92. «Sólo quieren un lugar para pasar los últimos años de vida que le quedan», continuó el cordobés.

El hombre viajó a Rosario el lunes pasado para visitar a los abuelos tal como había prometido a través de los medios que lo entrevistaron.

«Cuando me enteré de la noticia ofrecí llevarlos a Córdoba. Allí tengo la sede de la Fundación y en las aulas donde se dictan los talleres podemos organizar una habitación para Hugo e Hilda», relató el hombre que luego de una fuerte experiencia dejó la cocaína y se dedicó con todas sus fuerzas a ayudar a los demás.

«Después me enteré que Hilda y Hugo tenían otro hijo (Raúl), con quien me comuniqué para ponerme a disposición y en ese momento le pregunté si no le importaba que fuera a visitarlos», contó.

Así, luego de casi un mes de la noticia del abandono de los abuelos en un bar, Rodríguez viajó a Rosario con el único motivo de abrazar a los abuelos.

Estuvo con ellos durante dos horas conversando. Les llevó galletitas (de las que le gustan a Hilda) y alimentos no perecederos para colaborar con la economía del hogar.

Relató que Raúl y su esposa Angélica están durmiendo en un sillón para dejarles el lugar a los viejos. «La casa es muy humilde y la situación de la familia no es fácil», reconoció y reclamó una vez más la presencia del Estado. «¿Dónde están los políticos que no son capaces de responder ante estas situaciones?», cuestionó.

Hilda y Hugo se emocionaron con la visita. Todavía están apabullados por la repercusión nacional que tomó su historia y no quieren saber nada con salir en los medios. Ellos sólo quieren un lugar donde vivir. No entienden por qué los sacaron del departamento donde residían y están tristes por la desaparición de su hijo mayor.

«Los encontré bien, aunque tristes», confió Rodríguez. «Hugo es muy mayor y tiene dificultades en el habla y además está muy sordo, pero cuando se puso a hablar preguntó entre sollozos por el departamento y por su hijo», agregó.

Por su parte, a Hilda la encontró más fuerte. «Tiene claro que no pueden seguir en ese lugar y que necesitan irse. La angustia la invade por momentos y pide que la ayuden pero aclara que no necesita que le regalen nada y me dijo que tenía su jubilación y que también sabe coser, y que arreglando ropa podría pagar lo que sea necesario».

Conmovido, el cordobés los abrazó a los dos y les pidió que lo reciban como nieto. Hilda le respondió que sí, pero quería cambiarle el nombre. «Para mí te vas a llamar Ángel de Dios», dijo al oído ante la conmoción del tatuador solidario.

Un sueño

«No puedo soportar el dolor de los niños y de los viejos», confesó Rodríguez quien les preguntó a Hilda y a Hugo qué les haría ilusión. Ellos contestaron que les gustaría volver a Capilla del Monte de donde guardaban gratos recuerdos. «Me puse a organizar el viaje y me llamó el intendente de esa ciudad para ponerse a disposición, así que ya tengo todo listo», confirmó el hombre que en seis días planificó todo para concretar el sueño de los abuelos.