Un especialista advierte sobre la «violencia inusitada» en los hospitales

Alejandro Nató asesoró al municipio en 2013 y ahora está trazando un nuevo diagnóstico. El personal de salud admitió que está «aterrado»


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El especialista en facilitación de conflictos públicos y mediación, Alejandro Nató, ya asesoró al municipio en 2013 y ahora regresó a la ciudad a trazar un nuevo diagnóstico.


El especialista en facilitación de conflictos públicos y mediación, Alejandro Nató, advirtió que en los espacios de salud rosarinos se producen cotidianamente «reacciones violentas inusitadas» que se están abordando a partir de estrategias en cada uno de los sectores.

El también doctor en derecho, que intervino hace más de una década en el escenario rosarino y santafesino y ahora regresó a la ciudad para trazar «un diagnóstico y un plan de acción colectivo» junto a los equipos de salud locales, admitió que hoy «el escenario es otro».

En ese marco, destacó que Rosario se para otra vez ante «el dilema de la hospitalidad, que significa seguir trabajando en los efectores con las puertas abiertas y que esa tarea se haga garantizando seguridad»

La primera intervención de Nató en la ciudad se dio en 2013, cuando la conflictividad ya había traspasado las fronteras de los centros de salud de los barrios y de las guardias de los hospitales. Allí trabajó fundamentalmente sobre estrategias de comunicación entre el personal de salud y se puso en valor el triage, es decir la distribución prioritaria del abordaje en las guardias, que genera tensiones entre la demanda de familiares y pacientes.

Sin embargo, década de por medio, la fragilidad de los escenarios es mucho mayor, así como el miedo con el que el personal médico y no médico sostiene el sistema. La semana pasada, días después de que en una balacera en la zona de Empalme Graneros conocida como Los Pumitas asesinaran a un nene de 11 años, los médicos y enfermeros que trabajan en ese sector de la ciudad le dijeron al secretario de Salud municipal, Leonardo Caruana, que están «aterrados» por la situación.

A fines del año pasado e inicios de este, también ante situaciones de violencia, en la guardia del Hospital Carrasco se gestionó la presencia de policías. Un servicio de adicionales que hubo que pedir y reclamar, ya que más de una vez sucedía que la presencia estaba acordada, pero no concurría, aún a sabiendas de que esa no es la única solución al problema de los conflictos que se producen en esos espacios donde se llega en busca de ayuda.

Falta de reconocimiento

«Parte del trabajo con los equipos justamente fue sobre qué cambió en esta década: cómo era y cómo es», señaló a La Capital el especialista, que mantuvo en la ciudad dos encuentros y que consideró con certeza que «el contexto de Rosario es otro. Las violencias se profundizaron y Rosario está en el foco de esa tensión por cómo se manifiestan las violencias que provienen de la narcocriminalidad, de los ajustes de cuentas, de las relaciones interpersonales, y que se reproducen a diario en los ámbitos de salud con violencias que son inusitadas».

Así, en los centros de salud se observan múltiples conflictos, pérdida del respeto a los profesionales y fragilidad de los lazos y vínculos sociales. Y el personal de salud agrega falta de reconocimiento, pérdida de la confianza y del sentido de lo colectivo.

La falta de reconocimiento aparece como un punto nada menor, sobre todo teniendo en cuenta el proceso que el personal de la red de salud sostuvo con la pandemia de Covid-19 desde marzo de 2020.

«Hacia adentro eso puede generar desazón y el sentimiento de mayor vulnerabilidad, pero también hay que decir que en salud no bajan los brazos y esperan ese reconocimiento social, porque hay un compromiso que está vigente más allá de los cambios sociales que se vienen dando, y que son profundos, y de las violencias que han crecido exponencialmente», señaló Nató.

Ante todo, la integridad física

Los encuentros del especialista con los equipos locales comenzaron sobre el final del 2023 a pedido de la Secretaría de Salud. Nató lo considera «una continuidad» de lo iniciado en 2013 y que se extendió por varios años.

«Hicimos un diagnóstico en diciembre, donde justamente abordamos la visión de los equipos sobre los cambios de esta década, cómo era y cómo es el vínculo de los trabajadores con lo social. Y en un segundo encuentro, el planteo pasó por cuánto hay por cambiar y cuánto de eso está al alcance de los trabajadores. Todo; desde la crítica y la autocrítica de las prácticas y desde una planificación participativa, pensando en las buenas prácticas sin descuidar la seguridad laboral», detalló.

Sin descartar la presencia policial donde sea necesario, pero dejando de lado «la militarización como una solución que permita un modo de trabajar bien en salud», Nató planteó que el dilema por delante es el de mantener la hospitalidad (hospital viene de hospitalidad) y las puertas abiertas sin descuidar el grado de seguridad laboral de los trabajadores. Y esa es una respuesta específica de cada sector» de la red de salud.

Lejos de las medidas generales para todos los efectores y niveles, explicó que se trabaja «a partir de conversaciones sectoriales», y si bien «la comunicación sigue teniendo un lugar primordial», sumó otros elementos.

«Al acrecentarse la intensidad con que se imprimen hechos violentos, se requiere cuidar y garantizar a los trabajadores su integridad física. Escuchar las necesidades puntuales. Trabajar intersectorialmente e interinstitucionalmente con las diferentes escalas (provincial y nacional) seguramente tendrá un efecto disuasorio y positivo, que es lo programado para hacer efector por efector. Así como antes formamos facilitadores para los conflictos, que siguen siendo necesarios, ahora se abrieron espacios de atención sectorial. Y en donde se requiera más seguridad, se tomarán las medidas necesarias», aseguró.

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