Una casa para toda la familia humana
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
Hay mensajes de los Papas que inciden de manera importante en la vida de la Iglesia. Es esperable que así sea ya que la misión del Sucesor de San Pedro es ayudarnos a vivir la fe ante los desafíos que cada época nos presenta. El Papa, como Vicario de Cristo, tiene la luz del Espíritu Santo para conducir al Pueblo de Dios.
Pero además, los Papas tienen un rol de autoridad moral espiritual global, según el perfil de cada uno y los momentos históricos concretos. Se cumplen 5 años de la Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común. El contenido de esta enseñanza de Francisco a los católicos nos brinda elementos importantes a tener en cuenta en las virtudes personales. Un hombre o mujer creyente necesita hoy para ser coherente con la fe: estilo de vida sobrio y sencillo, no desperdiciar comida, cuidar el Planeta como casa común, reconocer en la creación el Proyecto de Amor de Dios sobre sus creaturas, promover la justicia en la distribución de los bienes comunes…
Me animo a decir que obispos, sacerdotes, diáconos, catequistas, miembros de instituciones y movimientos, no hemos acogido aún esa enseñanza propia para la vida moral en este tiempo. Durante las Visitas Pastorales realizadas a las Parroquias constato que no se ha leído y reflexionado su contenido. Cierto es también, aunque en menor medida, que en unos pocos casos lo han incorporado en la catequesis con creatividad, se ha promovido su estudio de parte de algunos Movimientos, y se organizaron varios eventos en la Universidad Católica de Cuyo.
Sin embargo, esta Encíclica ha encontrado amplia acogida y recepción en ámbitos académicos, científicos, periodísticos, organizaciones sociales… Los problemas planteados por el Papa, la descripción certera de sus raíces, y las propuestas superadoras bien aterrizadas suscitaron una entusiasta adhesión en esos espacios, que contrasta con la tibia respuesta de parte de las comunidades cristianas.
Al repasar la escenario ambiental Francisco nos describe en términos preocupantes la acumulación de basura no biodegradable, la contaminación del aire y el agua, la consecuente pérdida de biodiversidad, la desertificación progresiva de los suelos, el cambio climático… Esta situación no da para más. Vamos hacia la autodestrucción. Varios de los daños provocados al Planeta son irreversibles. “No suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluidos.”
Las raíces de este desastre tienen que ver con un sistema económico que únicamente mira al lucro e identifica el progreso de modo miope con el simple crecimiento de las ganancias, sin importar su distribución y lo que se destruya en el camino. Francisco señala que, pese a vivir en una sociedad cientificista, nos movemos con “el mito del progreso material sin límites”, sin respetar los ciclos de la naturaleza para reponerse de lo que se le extrae. Así, perdemos cotidianamente superficie de bosques talados de modo irracional y con miradas cortoplacistas, agotamos especies marítimas por el tipo de pesca voraz con explosivos o radares. El 20% de la población mundial acapara y consume el 80% de la energía disponible para usos suntuarios, manifestando la disparidad de poder con el criterio absurdo e insostenible de que “el ganador se lleva todo”.
Para lograr soluciones a esta situación de inequidad y destrucción hace falta “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”. Los pueblos originarios en su sabiduría ancestral tienen mucho para aportar en sus concepciones acerca del mundo mirado con familiaridad a la madre tierra, así como San Francisco de Asís contemplaba la belleza del hermano sol, la hermana luna, el agua. Debemos replantear el vínculo con la creación como casa de toda la humanidad.
Es necesario recorrer el camino de la conversión ecológica a nivel personal y social. Debemos incorporar conductas amigables con el planeta en las actitudes de cada uno y su propia familia. Cuidar el agua, separar los residuos, fijarnos a la hora de comprar qué nivel de desperdicio tiene nuestra acción, alejarnos del consumismo devorador que “usa y tira”.
Pero no alcanza. Es imperiosa una alianza con el planeta de toda la sociedad. Hay que exigir que quienes elaboran productos para la venta se hagan cargo también del desperdicio consecuente. Miles de toneladas de basura no degradable se acumula sin que nadie se haga cargo. Unos pocos acumulan riqueza, ¿y que la basura la absorba la tierra?
¿Te parece que el actual sistema es equitativo? ¿Es sustentable en el tiempo? ¿Aceptamos este modelo destructivo de las riquezas naturales que son de todos? ¿Será este el Plan de Dios?
Una frase que se atribuye a Albert Einstein dice que “locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”.
Pongamos las cosas en su lugar para que este mundo sea habitable para todos los hijos de Dios y todas las expresiones de vida que surgieron de su Amor Creador.
Pidamos a la Virgen María, Auxilio de los cristianos, nos acompañe en esta hora del mundo.
¡¡¡Feliz día de la Patria!!!