Una pueblada por la identidad
Con motivo del 40º aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo, en octubre, se hará una movida en pueblos y ciudades chicas del interior del país para encontrar a hijos de desaparecidos. Ya hubo casos de nietos restituidos que vivían en pequeñas localidades y estiman que hay más. En la provincia de Santa Fe se inicia este nuevo recorrido por la verdad.
Otra vez Rosario toma la iniciativa. Desde la filial local de Abuelas de Plaza de Mayo se organiza la cuarta edición de la Semana de la Identidad que este año se llamará Pueblada por la Identidad. Será la última semana de octubre en el marco del 40º aniversario de la fundación de Abuelas y hace foco en la búsqueda de nietos en localidades pequeñas.
«La idea partió de Rosario pero queremos que todos las ciudades y los pueblos del país puedan participar, que sea lo más federal y representativa posible. Es que hubo varios casos de nietos restituidos que vivían en poblaciones chicas o lejanas de las ciudades más grandes y que ni siquiera sabían que no eran hijos biológicos de las familias que los habían criado», explica Sabrina Gullino Negro Valenzuela (39), responsable del área de Comunicación de la sede Rosario y una activa integrante de Abuelas. Sabrina recuperó su identidad en diciembre de 2008 y aún busca a su hermano mellizo nacido como ella en el hospital Militar de Paraná, Entre Ríos, en marzo de 1978.
Sabrina, licenciada en Comunicación y mamá de Ara, de 2 años y medio («es un nombre guaraní», explica), dice que ya han sido convocadas todas las sedes de Abuelas (en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires, La Plata) para sumarse a la iniciativa rosarina y lograr que la última semana de octubre el mensaje recorra todo el país. Es que el 22 de ese mes se conmemora el Día Nacional de la Identidad: fue esa fecha, en 1977, cuando por primera vez se reunió un grupo de abuelas que buscaban a sus nietos, hijos de sus hijas embarazadas en el momento de ser secuestradas por el terrorismo de Estado.
«En cada pueblo, por más chiquito que sea, buscamos que la gente se sume a la tarea, convocándolos a recitales de música, charlas con familiares de desaparecidos, cine por la identidad, actividades deportivas, campañas en redes sociales. Y también queremos llegar a las aulas con obras de teatro, testimonios, juegos, material didáctico, cuentos», explica Sabrina, que vive en Victoria, Entre Ríos, pero va y viene desde allí hasta Rosario, Paraná y otras ciudades del litoral.
«Nuestro objetivo durante esa semana es armar un gran mapa de la Argentina con lucecitas en todos los pueblos, que la gente se acerque y que quien tenga un dato pueda aportarlo, y que se acerquen también aquellos nacidos entre 1976 y 1980 que tengan alguna duda sobre su identidad —agrega Sabrina—. Nosotros tratamos la información siempre con total confidencialidad».
Es que la tarea de encontrar a esos nietos cuya identidad la dictadura quiso borrar para siempre no está terminada: hasta ahora fueron restituidos 122, pero faltan (y atención, es un cálculo aproximado) unos 400.
A fines de 2015, el caso de Mario Bravo, nieto número 119, que vive Las Rosas, una pequeña ciudad de 17.000 habitantes, fue uno de los disparadores que motivó la “Pueblada por la Identidad”, dice Sabrina, al señalar la importancia de que la búsqueda se expanda a lo ancho y a lo largo del país, sin distinguir el tamaño o la distancia de los lugares.
“Esta es una filial de Abuelas donde no hay abuelas”, comenta Pamela Gerosa (33), una profesora de historia que no tiene familiares desaparecidos pero se unió a la tarea de la filial Rosario hace varios años.
Y agrega: “Nuestra referente y fundadora fue Darwinia Mónaco de Gallicchio, quien murió a fines de 2008, casi 10 años después de encontrar su nieta Ximena Vicario Gallicchio. Ahora la sede está a cargo de Iván Fina Carlucci, que busca a un hermano o hermana que también nació en cautiverio”.
Gerosa agrega que si bien existen cinco filiales de Abuelas (en Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Córdoba y La Plata) y la Red por el Derecho a la Identidad —que tiene varios “nodos”—, “la búsqueda de Abuela siempre es nacional: puede tener tinte regional pero fue la propia militancia de los jóvenes de esa época y el circuito de secuestros y desapariciones que puso en marcha la dictadura los que transforman la búsqueda en una tarea general y colectiva”.
“En estos 40 años las abuelas empezaron buscando bebés y ahora buscan a hombres y a mujeres adultos que ya tienen hijos a su vez”, reflexiona Pamela Gerosa al remarcar las campañas generadas desde Abuelas con distintos mensajes que fueron cambiando a medida que esos nietos crecían. De no mediar la restitución a sus familias, la falsificación de la identidad es un delito que puede heredarse.
Campañas rosarinas
Otros proyectos generados a partir de Hijos Rosario y Abuelas fueron auspiciosos. “Necesito verte hoy”, una campaña que reunió a famosos y a personas de a pie de todo el país que se tomaron una foto con un cartel con esa frase. “Los reporteros gráficos fueron muy importantes —recuerda Sabrina—. Fotografiaron a miles con la consigna, apelando al amor y a la urgencia de las abuelas por abrazar a sus nietos”.
El ciclo de microprogramas “Un aire a vos: los nietos que buscamos”, también con sello local, puede verse on line. Con coproducción del gobierno de la provincia de Santa Fe y los ministerios de Justicia y Derechos Humanos narra la búsqueda de 7 nietos apropiados durante la dictadura.
• Caso Negro-Valenzuela. Raquel Negro (nacida en Santa Fe) y Tulio Valenzuela (sanjuanino) se conocieron en Rosario. Militaban en Montoneros. Fueron secuestrados en Mar del Plata en enero de 1978 y derivados a la Quinta de Funes. Raquel estaba embarazada de 7 meses y parió mellizos en el hospital Militar de Paraná. Los bebés, una nena y un varón, fueron trasladados al Instituto Privado de Paraná (IPP). La beba fue dejada en el Hogar del Huérfano y adoptada legalmente por la familia Gullino de Villa Ramallo. Médicos y militares dijeron que el varón había muerto, pero testimonios de enfermeras —y otras pruebas— indican que no fue así. Sabrina, que supo de su identidad en 2008, dice que la adoptaron de buena fe y por eso no dejó de usar ese apellido. Hoy busca incansablemente a su mellizo. “Este año en la causa IPP se juzgará a médicos civiles que intervinieron como partícipes de la sustitución”, dice Sabrina, que ya recuperó a sus hermanos Matías (hijo de una pareja anterior de su papá) y Sebastián (hijo de una pareja anterior de su mamá).hija o hijo que nació en cautiverio, ya que cuando la pareja fue secuestrada ella estaba embarazada de 3 meses y medio.
• Caso Capoccetti-Lopez Torres. “Cuidá mucho a tu hermano, no tengas miedo. Yo me voy a comprar zapatos con la policía al centro”. Así le dijo Graciela Susana Capoccetti a su hijo Diego, de apenas 3 años, la última vez que lo vio. El y su hermanito menor, Gustavo, de 1 año, deambularon por las calles hasta que aparecieron en el diario El Litoral y sus abuelos pudieron rescatarlos. Graciela estaba embarazada de 3 o 4 meses y fue secuestrada junto a su marido Guillermo López Torres. En enero o febrero de 1978, después de estar detenida en la quinta de Funes, dio a luz a un hijo o hija en el hospital Militar de Paraná, a quien sus hermanos mayores todavía están buscando.
Habían ideado un plan aparentemente perfecto para exterminarlos. A ellos y también a sus hijos. Borrarlos para siempre de la faz de la Tierra, eso querían. El plan, sin embargo, no era tan ideal como pensaban. Se habían olvidado de un detalle: las abuelas. Esos bebés nacidos en campos de concentración o esos niños pequeños secuestrados junto a sus madres o padres tenían abuelas. Mujeres que desde 1977 buscaban incansablemente a sus hijas e hijos y también a los hijos de ellos. ¿Habían nacido? ¿Dónde estaban? ¿Qué habían hecho con ellos?
Esas no eran preguntas, eran aguijones para las Abuelas. Una de ellas había leído que un hombre que negaba su paternidad había sido obligado a reconocer al hijo a través de un examen de sangre que confirmó el parentesco. ¿Y la sangre de ellas, acaso, no serviría?
Sí: servía. La sangre de las abuelas contenía el ADN mitocondrial, la información genética que únicamente las madres transmiten a sus hijos, tanto varones como mujeres.
De la mano de este recurso que hasta entonces nunca había sido usado en genética forense, fue que nació el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), que acaba de cumplir 30 años y resume el trabajo gracias al que fueron identificados 122 nietos de los más de 500 apropiados por el terrorismo de Estado.
El BNDG ostenta características que lo hacen único: no hay instituciones en otros países especializadas en la identificación de personas en ausencia de los padres y sus investigaciones produjeron trabajos científicos originales e innovadores en el mundo en el campo de la genética forense y derechos humanos.
Durante 12 años, el Banco funcionó en el hospital Durand de la ciudad de Buenos Aires y desde 2009 está bajo la jurisdicción del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (Mincyt). Su directora desde hace 2 años, Mariana Herrera Piñero, explica que la primera restitución fue la de Paula Logares, en 1984 y que en el Banco casi 300 familias han aportado sus datos para seguir buscando.
El coloquialmente llamado “índice de abuelidad” sirve para determinar si alguien tiene vínculo biológico o no con un grupo familiar.
El ADN mitocondrial se hereda únicamente por vía materna. Por ejemplo: un nieto o nieta heredan de su madre biológica desaparecida el mismo ADN mitocondrial y ella, a su vez, hereda este ADN mitocondrial de su madre biológica. Además, lo comparte con sus hermanos biológicos. Por ende, el nieto o nieta buscado debe compartir con sus hermanos, con su abuela materna, tíos y tías maternas y primos y primas maternas hijos de tías maternas el mismo ADN mitocondrial. Es por esta razón que ha sido — y es — de enorme utilidad en los estudios de filiación en ausencia de los padres (desaparecidos). En Rosario, la intervención del BNDG permitió por primera vez en la justicia argentina anular una adopción plena. En 1989, Ximena Vicario Gallicchio, hija de Stella Maris Gallicchio y Juan Carlos Vicario, que había sido ilegalmente adoptada por una empleada de la Casa Cuna, recuperó su verdadera identidad y pudo abrazarse con su abuela, Darwinia Gallicchio, fundadora y referente de la agrupación en esta ciudad, que la buscaba hacía años. Darwinia murió en 2008.