festejos

En un acto frente a la Parroquia Nuestra Señora de Aránzazu la Municipalidad de Victoria organizó el acto por un nuevo aniversario de la ciudad. Se realizaron actividades culturales. A las 19 se celebra la misa de acción de gracias. A las 20,30 en el marco de los festejos se proyectará El Gurí, la película filmada en el año 2013, para invitados especiales.

Primer Oratorio de La Matanza

En el año 1954, el Padre Gregorio Spiazzi recrea, en base a datos fidedignos, los esfuerzos llevados a cabo por Juaquín Ezpeleta, para lograr emplazar en la ciudad un oratorio para que los pobladores puedan bautizar a sus hijos y dar la extremaunción a sus enfermos.

Spiazzi relata que con el edificio del oratorio está terminado y emplazado donde está construida ahora la casa parroquial Salvador de Ezpeleta se apresura a elevar una nota al Teniente de Gobernador y Subdelegado de Real Hacienda de Santa Fe, poniéndole al corriente del hecho y pidiéndole licencia para entregar al servicio público la nueva capilla. La nota está fechada en Junio de 1809.
Al mismo tiempo, se dirige a un amigo que tiene en Buenos Aires, D. José Antonio Picassarri, encargándole la adquisición de ornamentos y útiles necesarios para la capilla. Este le contesta, con fecha 27 de noviembre del mismo año, expresándole que tiene comprado y listo en su poder, los objetos solicitados. La lista comprende lo más elemental para el servicio religioso: ornamentos, cáliz, candelabros, un crucifijo con peana, dos campanas de cinco arrobas cada una. Hay también «una imagen en lienzo de N. S. De Aránzazu para colocarla en un marco decente».

Los vecinos se comprometen y obligan a «dar y pagar en buena moneda de plata sellada, y no en otra cosa ni en especie, la cantidad de doscientos pesos anuales, por vía de Capellanía y renta para la manutención del sacerdote que entrase de capellán».

La bendición e inauguración del oratorio tiene lugar el 13 de Mayo de 1810. Es Domingo. Viene para el acto el Cura propio de la Bajada del Paraná, Dr. Antolín Gil Obligado, (tío abuelo del poeta Rafael). El doctor Gil Obligado bendice el oratorio «según la forma del Ritual Romano»; y deja constancia de ello en un acta estampada en el primer libro parroquial de bautismo. El nuevo oratorio funcionará como filial del curato de Ntra. Sra. Del Rosario de Paraná, y bajo su inmediata jurisdicción.
Es una fiesta grandiosa, que dura varios días. Vienen los pobladores de todos los pagos comarcanos: de Chicas, Pajonal, Los Quebrachitos, Laguna del Pescado, Rincón de Nogoyá.
Vienen también vecinos de Paraná, de Nogoyá, de Gualeguay. Sobre el cerro, alto y despejado, se perfila la silueta de la capilla, con sus paredes terrosas, su techo de paja a dos aguas, su cruz de palo en el mojinete frontero, sus dos campanas de cinco arrobas cada una, que llaman al culto divino.
En los alrededores se alinean carretas con las yuntas desuncidas, carretillas, caballos enjaezados o atados a los lazos.
Grupos abigarrados y pintorescos entran y salen por la puerta principal del oratorio, y se derraman en las afueras: damas pudientes, con suntuosos vestidos y rebozos de largos flecos; modestas paisanas, envueltas en ropas claras de zaraza; ricos hacendados, con la opulencia rumbosa y un poco rústica de los trajes vistosos; peones de estancia, rayando el suelo con la estrella de las grandes lloronas; algún hidalgo lugareño de ceñido levitón y negra corbata, abierta en alas sobre la pechera de albura impecable. Vénse lucir ponchos y chiripas; anchas fajas vascongadas, rojas o azules, ceñidas sobre pantalón de pana; linajudos sombreros de copa cilíndrica, y rozagantes pañuelos sujetos con vincha a la cabeza.

La alegría popular se unge de fervor religioso. Van a postrarse a los pies de la nueva Patrona, a rezarle por sus muertos, a confiarle con fe ingenua y ardiente las necesidades y angustias, a implorar su protección todopoderosa. Muchos ojos se nublan, rememorando el viejo y lejano santuario frecuentado en la infancia.
Don Antonio Gil Obligado permanece en la Matanza hasta principios de junio, como se deduce del libro de partidas de defunciones. Hay bautizos, Don Salvador de Ezpeleta alza el primer ahijado, junto con su esposa Doña Justa Rodríguez.
Cuando los concurrentes se dispersan, sienten que algo entrañable los une ahora al partido de la Matanza.
Frente al oratorio ven diseñarse el cuadro amplio y debrozado de una plaza. Hay calles trazadas a cordel. Un breve caserío escaso y disperso, va surgiendo aquí y allí, como en ansia de unidad. Y los ojos se quedan absortos, como ante la expectación de un milagro.

A la derecha y hacia los fondos del oratorio se tiende el campo santo. En esa tierra bendecida, rodeada de un cerco de palo a pique, y a la sombra de una gran cruz de ñandubay, vienen a dormir su sueño definitivo los que se despiden de la vida.

El día primero de Junio traen al primer finado del pueblo de la Matanza. Es una párvula, María del Carmen, hija de los esposos Juan Antonio Villar e Isabel Antúnez. La entierran de limosna, con oficio menor rezado. Es la primera pobladora de ese otro pueblo que se va formando junto al pueblo de la Matanza. Y desde ese día los dos pueblos van creciendo casi a la par: uno con los que vienen, y el otro con los que se van.