Hoy se llevarán a cabo homenajes de parte de un colectivo muy castigado por la crisis, que busca «salir de la clandestinidad».
 Sandra Cabrera fue asesinada el 27 de enero de 2004

Hoy se cumplen 17 años del femicidio de Sandra Cabrera, asesinada en 2004 cuando lideraba la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar) en Rosario y desde allí luchaba contra la penalización de la prostitución callejera. Familiares y excompañeras motorizaron distintos homenajes -de uno de ellos participará la titular del sindicato a nivel nacional-, en el marco de un momento muy difícil para un colectivo que batalla por el reconocimiento de su actividad como un trabajo, es decir con acceso a derechos, y “para salir de la clandestinidad”.

Miryam Auyeros y Claudia Lucero, dos mujeres que estuvieron muy cerca de la referente de origen sanjuanino, encabezan hoy las organizaciones que nuclean a trabajadores sexuales de la región: el gremio Ammar -que se reactivó tras siete años sin funcionar- y la asociación civil Las compañeras de Sandra, enroladas en distintas corrientes de la CTA. Ambas coinciden en que el sector resulta muy castigado por la pandemia, ya que si bien está integrado por personas de distintos géneros, cuenta entre sus filas a un gran número de mujeres madres y jefas de familia que tienen necesidad imperiosa de generar ingresos. Con ayuda estatal, estas agrupaciones realizan asistencia alimentaria y acompañamiento en distintas situaciones de vulnerabilidad que van desde violencia institucional hasta intentos de desalojo.

Sólo Ammar registra unas 400 personas afiliadas. La mayoría se desempeña en Rosario pero también en localidades aledañas, “sobre todo en la ruta en San Lorenzo, en Puerto General San Martín y en Villa Gobernador Gálvez”, cuenta Auyeros, la secretaria general. “Cuando se levantaron un poco las restricciones mejoró algo el trabajo, pero hay una gran crisis y tenemos que ver cómo evoluciona la pandemia; damos muchas charlas y talleres con las chicas para que se cuiden y hasta diseñamos un protocolo para que no estén frente a frente con el cliente”, explica.

Pero el coronavirus no es ni por asomo el único peligro que afecta al colectivo. “El año pasado tuvimos dos compañeras muertas, las mataron a una en la calle y a la otra en un departamento privado. Son casos que se están investigando, pasa que en la justicia te dan poca bolilla”, advierte la dirigente de 58 años, y señala la existencia de “muchas chicas trans golpeadas, a quienes acompañamos a las comisarías y a las fiscalías”.

Cambios institucionales y un crimen impune

Hace dos décadas, la figura de Sandra Cabrera irrumpió en escena para denunciar corrupción y atropellos policiales, además de insistir con la necesidad de reformar el Código de Faltas de Santa Fe. Tras recibir varias amenazas, el 27 de enero de 2004 fue baleada en Iriondo al 600, en la zona de la terminal de ómnibus, donde trabajaba y desarrollaba una militancia inédita para la época. Tenía 33 años y tres hijos. Tras el crimen, que sigue impune, el gobierno provincial disolvió la sección Moralidad Pública de la Policía y en 2010 la Legislatura derogó los artículos del Código que penalizaban la prostitución y contra los que Cabrera tanto batallaba.

Justamente uno de los homenajes a los que Ammar convoca hoy tendrá lugar desde las 18 en los alrededores de la terminal Mariano Moreno, con un recorrido por lo que llaman “postas clandestinas”, en tanto el trabajo sexual no está reconocido ni quienes lo realizan acceden a derechos laborales. Tras la caminata habrá un acto frente a la casa LGTB Juan Carlos Espina, de Córdoba 3650, emplazada en un espacio público que lleva el nombre de Sandra Cabrera. Participarán representantes de Córdoba y Buenos Aires, así como la titular del sindicato a nivel nacional, Georgina Orellano.

En tanto, desde la asociación Las compañeras de Sandra, formada en 2019, planifican la pintada de un mural en su sede gremial del barrio Luis Agote. Así lo contó Lucero, quien sucedió a la dirigente asesinada inmediatamente después de su femicidio, hace 17 años. Si bien últimamente se había alejado de la actividad y de la militancia, a los 55 volvió al ruedo “para sostener la misma bandera”. La agrupación que ahora lidera integra la red nacional «por el reconocimiento de lxs trabajadorxs sexuales», con representantes de siete provincias. “Queremos acceder a una obra social y a una jubilación, porque por más que nos nieguen, nuestra tarea existe”, advierte Lucero.

A diferencia de lo que sucedía hace dos décadas y gracias a los avances de la tecnología, se multiplicaron las modalidades de trabajo y encuentro, de modo que ya no se ven tantas personas ejerciendo en la vía pública, analiza. De todos modos, de cinco años hasta aquí creció la cantidad de trabajadores sexuales, dice, y luego vinieron las restricciones sanitarias por el coronavirus. “Hoy algunas chicas se juntan entre varias para alquilar un departamento y otras están en una situación muy crítica, porque no hay plata en la calle”, se lamenta, convencida de que si pudieran “salir de la clandestinidad” las cosas serían distintas.

“Desde que mataron a Sandra lo que cambió es que avanzamos en abrirle la cabeza a la sociedad y a las pibas”, tercia Auyeros. “Cuando en una asamblea las chicas de 20 o 25 años de distintos niveles sociales, desde las de calle Godoy a las que trabajan en departamentos privados para bancarse la universidad, se sientan y dicen ‘Soy puta feminista, con mi cuerpo hago lo que quiero’, yo que soy una trabajadora sexual vieja y entré a la militancia agachando la cabeza me emociono. Y sé que Sandra estaría orgullosa, porque ella nos pidió que no abandonáramos la lucha”, concluye.