Ferias americanas, un fenómeno que crece en Victoria
Haga la prueba, coloque en el buscador de su perfil en Facebook las palabras ‘Feria Americana Victoria’ y encontrará un abanico que supera ampliamente la docena de resultados, entre ellos algunos consignan direcciones, lugares, nombres y/o apellidos, otros postulan sus anhelos, del tipo ‘La Feria Americana de Todos’ (¿Y todas?), o casi una confesión del tipo de: ‘Todo mezclado’, ‘Mis Peques’…
Esta tendencia en la red social mencionada, viene creciendo de la mano de aquellos que se animan a acomodar un lugar en una habitación con salida a la calle, garajes, galerías, etc. ¿Pero a qué obedece esta intempestiva y hasta masiva irrupción de este rubro?, ¿tiene sus orígenes en el contexto económico, como en algún momento lo fue el Club del Trueque?; ¿es por hobbie? Se lo preguntamos a varios de ellos, apelando a mensajes privados a sus cuentas de Facebook, y también a través del contacto telefónico, alentados en la posibilidad de configurar un mapa de situación, pero también con la curiosidad de saber cómo les va económicamente, o en el mejor de los casos, conocen amigos y pasan una tarde distinta.
Es oportuno agregar también que por lo que averiguó Paralelo 32 no pagan taza de contribución alguna en Rentas Municipal, ya que en varios casos se da una sola vez a la semana u esporádicamente en el mes, mayoritariamente los sábados. En otros tantos, promocionan en sus perfiles algunas prendas y precios (cuestión que también ha proliferado en los últimos tiempos, de aquellos que prefieren lanzar su negocio virtual sin la necesidad de contar con un espacio físico N.R.) para que el interesado/a se vea tentado por alguna oferta y realice la operación en otro día a convenir con el vendedor, independientemente del momento en que la feria abrió sus puertas.
Para Margarita, las consultas suelen llegar del boca a boca, pero en todos los casos redundan en número y talle: “La otra vez se acercó una señora que vio el cartel y me consultó por un par de zapatillas ‘como para mí’, me dijo indicándome el agujero en sus alpargatas que incluso dejaban ver el dedo gordo… y luego agregó: encima tengo que ir al Juzgado, una vergüenza”.
Ella le advirtió que tenía un par de zapatillas, pero sin cordones. Tras probarse y afirmar que le quedaban bien, preguntó ¿Cuánto es?, “20 pesos le dije, pero vas a tener que comprar cordones. ¡Asintió con la cabeza, y marchó re contenta para el centro a hacer su diligencia!”.
Margarita tiene un kiosco ‘de barrio’ por calle Marcos Paz y Pte. Perón. Un cartel de cartón escrito a mano con letras rojas anuncia la fecha de la próxima Feria Americana que se realizará en el patio del frente de su casa.
Su hija vive en Rosario, tiene una discapacidad y vive de una pensión con su hijo de once años, y dos veces por semana participa de una feria que se realiza por Bv. Seguí llamada Trueque. Allí consigue bolsas de ropa por un precio económico y una vez al mes se viene a Victoria a la casa de su madre a exponer las prendas.
“Promocionamos la feria unos días antes por Facebook y tengo algunos teléfonos de conocidos para que les avise. Llegan a comprar de distintos lugares de la ciudad, por ejemplo hay una chica se viene del Quinto Cuartel en moto; también nos visita regularmente otra mujer que vive en el Arenal, que se viene caminando con su hija en el cochecito”, continúa la entrevistada.
Margarita reconoce que “Se vende bastante, a mi hija le sirve de mucho para subsistir. Por lo general son señoras las que participan, una familia con varios hijos puede llevarse varias prendas a un precio muy económico”.
Las prendas más caras son las de invierno, una buena campera puede costar unos $ 80, un pantalón de jeans se consigue por $ 20. También hay gran demanda de zapatillas, zapatos, sandalias, y por ende es otro de los espacios donde siempre se intenta tener stock. Las prendas más económicas son las de verano y según relata Margarita, ‘siempre quedan’.
Otro caso testigo es el de Luciana, ella es la propietaria de la Feria Americana -Congreso y América– quien gentilmente accedió a charlar con Paralelo 32 y comentar su experiencia, “Nosotros comenzamos para ayudar a una amiga cuyo nene falleció en un accidente y atraviesa una depresión, y pensamos que abrir una feria era una manera de generar otros vínculos y que ella pudiera salir más”, precisó.
La feria de Congreso y América abre cada sábado desde las 14:00 hasta ‘que se venga el frío’, nos comentó Luciana. “Cómo cada una de nosotras (son tres amigas las que sostienen la feria N.R.) tenemos nuestros trabajos, no podemos otros días. Sí solemos subir fotos de las cosas a Facebook y organizar los horarios para que vengan a buscarlas”.
Para lograr montar la feria, Luciana dijo que la mayoría son prendas que no usan, otras que les dieron y “que en un principio pensás que no le sirven a nadie, pero con cada jornada vemos que los jeans, ropa de trabajo (camisas de grafa, pantalones, etc.) son muy demandados. También nos piden ollas, sábanas, toallas…”
_ ¿Y son personas conocidas por ustedes, del barrio u otros barrios?
_ Viene gente de todos lados, incluso han venido de Nogoyá en auto. Nosotras mismas nos sorprendemos y decimos ¿no puede ser?; también conocés historias muy tristes.
Nuestra interlocutora agrega que es común escuchar pedidos puntuales: “para mi nena de once años, te mandan reiterados mensajes para hacerte acordar; zapatillas de tal o cual número”.
Luciana nos comentó que tiene una hermana en Rosario que le manda bolsones con ropa de trabajo, carteras, “también hemos subido (a este sitio en la Web) bicicletas que nos acercan, lavarropas, pero no es que nos dedicamos a eso”.
Los sábados colocan un tablón en la vereda y comienzan a traer las cosas que venderán ese día, “No hago pasar a todos a mi casa, igual te digo ¡mi marido re contento (risas)!, pero sabe que lo hacemos por una buena causa, así que lo acepta”.
“Una señora que sabe de la feria también se viene y hace una tortas fritas”, según relata Luciana es para compartir la jornada, y aunque reconoce que no se hace mucho dinero, celebra esta suerte de fraternidad que se genera en torno a este emprendimiento, tan particular y espontáneo que no tiene mayores explicaciones que la voluntad y el ‘hacer algo distinto’.
Sin dudas, aquí podríamos haber elegido postular conclusiones de mayor tenor, preguntarnos por la emergencia de este fenómeno cultural que irrumpe en la sociedad, generando nuevos vínculos y maneras de comercializar y relacionarse. Quizás se trate tan solo de familias que eligieron hacer algo por fuera de sus obligaciones habituales para ayudar a sus seres queridos, conocer otras realidades e involucrarse, y por qué no: sacarse aquellas cosas que estaban de más en su ropero o vestidor.
Lo que genera un poco de ruido es el número, pero también podría ser un efecto imitación, no importa. Ahora los dejamos, nos vamos a alguna feria que esté abierta, necesitamos unos buenos pullovers de lana de oveja hilada a mano, ¿conseguiremos?
(Por Nicolas Rochi)
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