Mauricio Macri: «Me ha dolido en lo personal tener que tomar algunas medidas»
El locutor debió insistir en tres oportunidades. El protocolo establecía que el ingreso del Presidente se concrete una vez que todos los asistentes estén en sus sillas, pero muchos demoraron en encontrar sus lugares, entre el centenar de mesas y los saludos a cada paso. A las 21:23, por fin, Mauricio Macri entró al complejo Goldencenter de Parque Norte, escoltado por su sonriente esposa y un grupo de colaboradores. Lo recibieron de pie y con un aplauso sonoro.
La velada fue organizada por la Fundación Libertad. La cena anual, que sirvió para el lanzamiento de la Red Federal de Políticas Públicas, contó con casi un millar de participantes a razón de $7.000 el cubierto; la mesa más cara alcanzaba los $250.000.
La figura de Macri fue sin dudas el punto central de atracción del convite. Pero tuvo competencia: Mario Vargas Llosa. El escritor peruano, quien más temprano había pasado por la Quinta de Olivos, se llevó todas las miradas una hora antes en la recepción, en el trayecto que lo llevó a un salón apartado al que sólo accedieron los ministros del gabinete y el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, entre otros pocos autorizados.
Como invitados de honor, el mandatario y Vargas Llosa fueron los únicos oradores, además del titular de la fundación, Gerardo Bongiovanni. Los tres cruzaron agradecimientos y mostraron plena sintonía tanto en el diagnóstico del país como en lo que creían correcto para el futuro.
«Después de años de autoritarismo, de invasión, de intromisión, de intervencionismo, los estamos invitando a vivir con mayor libertad y eso significa mayor responsabilidad», dijo el jefe de Estado en el escenario. Y advirtió: «Tengamos cuidado, que estemos atentos, porque hay muchos lamentablemente que obsesionados con el poder, obsesionados por lo personal y a veces por el ego, están en vez de colaborar y sumar en esta esperanza grande que recorre la Argentina, buscando obstruir». No dijo quiénes.
Luego se quejó de la herencia. «El punto de partida en que nos encontramos ha sido muy duro». Tras denunciar que recibió un «Estado sin planeamiento, desmantelado, cargado de corrupción», volvió a asumir los costos de sus políticas. «Tuvimos claramente que emprender un camino duro, difícil, de sinceramiento de nuestra economía. Y yo he dicho que me ha dolido en lo personal, cada vez que he tenido que tomar muchas de esas medidas, porque sé que hay muchos argentinos que hace años están en la exclusión y la pobreza y esto agravaba su situación».
También el Premio Nobel de Literatura aludió a las medidas que más críticas despertaron. A su entender son tan valerosas y audaces como necesarias. «Las reformas que están siendo emprendidas ahora de manera gallarda tienen un precio, y es el precio que hay que pagar siempre por los desvaríos del populismo que sacrifica el futuro inmediato por un presente que se desvanece cuando uno se acerca a la realidad como se desvanecen los espejismos».
El escritor no vaciló en elogiar al nuevo gobierno, al que ya había respaldado de manera pública durante la campaña. «Este es el camino de la recuperación, del progreso y por eso tantas personas en América Latina y en el mundo ven con esperanza e ilusión lo que está ocurriendo en Argentina».
Bongiovanni, en primer término, también apoyó a Macri. Lo presentó como «el hombre que le ha devuelto la esperanza a los argentinos». Dijo estar «en las antípodas del populismo y el intervencionismo» y cargó contra las iniciativas «demagógicas y simplistas» que prohíben los despidos, que se tramitan por estos días en el Congreso pese a la resistencia del Ejecutivo.
Los tres discursos y el plato de rigor –burrata de entrada, lomo como principal- se llevaron apenas poco más de una hora de una velada que se rumió en la planta baja, con conversaciones más informales. Si para la cena se dispuso una meticulosa distribución de las mesas que guardaba formas y privacidades, abajo los funcionarios tuvieron tiempo para encontrarse con legisladores, jueces, empresarios, intelectuales.
Entre copas, fiambres y canapés, la plana mayor del PRO imantó a conocidos y curiosos. Y las charlas no escapaban de los tópicos que dominan en el presente la prensa. El titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, respondía a gusto a quienes indagaban en el plan monetario. El ministro Pablo Avelluto comentaba sobre los valiosos libros encontrados en los allanamientos a Lázaro Báez que serán destinados a la Biblioteca Nacional. Apartado en uno de los márgenes del lugar, el juez Claudio Bonadio cuidaba el tono para que los oídos más atentos no escucharan lo que hablaba con Ricardo Gil Lavedra; cada tanto concedía una sonrisa para los flashes.
La coyuntura también protagonizó, por supuesto, las comidillas en el primer piso. Los temas de negocios abundaban en los alrededores de las sillas que ocupaban, por ejemplo el presidente de la Bolsa, Adelmo Gabbi, o empresarios como Cristiano Rattazzi, mientras el día a día de la política marcaba el pulso cerca de la mesa de Esteban Bullrich, Eugenio Burzaco y Enrique «Coty» Nosiglia.
El entorno del Presidente estuvo celosamente cuidado por la seguridad. Además de Juliana Awada, se sentaron con él Vargas Llosa, Bongiovanni y la vicepresidente Gabriela Michetti. Fueron muchos los que pudieron acercarse a saludar. Y terminado el plato principal, se contó entre los primeros en retirarse. Entonces el gabinete se desdobló: algunos lo siguieron con diferencia de minutos; otros prefirieron quedarse.
Deja una respuesta