Es experto en vinos, cautivó a millonarios y los estafó a todos: la historia real que llegó a Netflix
Un joven nacido en Indonesia en 1976 y que emigró a los EE.UU. en 1998 se convirtió en poco tiempo en uno de los mayores referentes en el exclusivo mundo de las subastas de vino de altísima gama.
El ingreso de Rudy Kurniawan al círculo social más adinerado de Hollywood tuvo su punto de inicio a principios del 2000 cuando comenzó a ser conocido por la forma agresiva en que compraba y vendía grandes cantidades de botellas a precios siderales, llegando a gastar hasta u$s1 millón al mes.
Con el correr de los meses, debido a su elevada exposición mediática, empezaron a surgir las primeras sospechas en cuanto a su verdadera identidad o sobre la procedencia de su fortuna, que él justificaba diciendo que su familia era distribuidora exclusiva de la cerveza Heineken en China.
Quienes lo conocieron afirman que la memoria gustativa de Rudy y su habilidad para reconocer los vinos en catas a ciegas fueron, más allá de su simpatía, las claves que le permitieron ganarse la confianza de todos ellos.
Su fama llegó a tal punto que cuando alguno de sus excéntricos camaradas quería hacerse de una etiqueta rara y exclusiva, Rudy Kurniawan era el hombre a quien llamar
Pero ya en abril de 2003 su estrella comenzó a opacarse. Fue cuando se celebró en Nueva York una gran subasta en cuyo catálogo figuraban varios lotes de vinos de Burdeos muy difíciles de encontrar, con precios que superaban las decenas de miles de dólares, pero minutos antes de que saliera a la venta el primer lote, fueron retirados por orden de su vendedor, que no era otro que Rudy Kurniawan.
Sucedió que un afamado crítico de vinos había descubierto que en las etiquetas de las botellas de Ponsot Clos de la Roche 1929 se leía «mise en bouteille au demaine» (embotellado en la finca), un detalle que solo se incluyó a partir de 1934. En el ambiente se comenzó a percibir que algo no estaba bien.
Pese a este percance, en 2006 participó en dos subastas de la firma Acker, Merrall & Condit en las que obtuvo u$s10,6 millones en la primera y u$s24,7 millones en la segunda, por lo que esta última marcó el récord de una sola venta de vino bajo esa modalidad.
Un paso en falso
Un año después, Kurniawan consignó varios lotes de botellas magnum del Château Le Pin de 1982 en Christie’s de Los Ángeles que fueron la portada del catálogo de la subasta. Fue en ese momento cuando volvieron a surgir las dudas sobre su procedencia, pues representantes de la bodega contactaron a la casa de subastas e indicaron que las botellas eran falsas.
Pero todo se le terminó de complicar cuando cometió un error que le costó muy caro cuando envió a una subasta una buena cantidad de botellas de una marca de vinos borgoña de altísima gama, etiquetados entre 1945 y 1971.
Quien descubrió la maniobra delictiva fue el enólogo francés Laurent Ponsot, CEO de la casa Clos Saint Denis, pues bien sabía que en realidad su familia entró al negocio con esa marca en 1982. Ponsot se comunicó con la casa de subastas y se retiraron los supuestos lotes falsos.
Después de ese episodio, la suerte de Kurniawan se había agotado casi por completo, pues fue demandado por un coleccionista, alegando que le vendió botellas falsas a él y a otros compradores, tanto en subastas como en privado a lo que se sumó que tampoco pagó un adelanto de u$s10 millones de la casa de subastas donde vendió gran parte de su vino, incluida la venta que tuvo que retirar.
Al mismo tiempo se descubrió que estaba ofreciendo botellas de la edición limitada de Château Lafleur de 1947, en un número que superaba ampliamente las que se habían producido y que su Clos St. Denis Grand Cru estaba etiquetado con una cosecha que nunca se había levantado.
Finalmente, en febrero de 2012, Spectrum Wine Auctions tuvo que retirar varios lotes de su subasta, por un valor estimado de u$s785.000 surgieron acusaciones de que fueron enviados por Kurniawan a través de un tercero.
La suma de todos estos hechos terminó de la peor manera para Rudy, pues a raíz de reiteradas denuncias de sus examigos y de varias casas de subastas, fue acusado de varios cargos ante los tribunales de Nueva York.
Como consecuencia de ello, un mes después agentes del FBI entraron a su residencia y se encontraron con lo que esperaban: un laboratorio con cientos de botellas usadas que eran rellenadas con una mezcla de vinos de California y con etiquetas falsificadas.
Algunas pericias presentadas en el juicio demostraron que llegó a envasar cerca de 10.000 botellas. Lo que nunca se supo es si lo hacía en soledad o si había montado toda una organización para tal fín, pero muchos sospechan esto último, debido a la magnitud de su «producción».
La forma en que se preveía de los envases vacíos la explicó el propio Rudy, quien en algún momento sostuvo que «cada vez que voy a una cena le pido al dueño del restaurant que me envíe las botellas y los corchos, así los guardo como recuerdo del encuentro».
Llevado a juicio, se lo declaró culpable y en 2014 fue condenado a 10 años de prisión y actualmente se encuentra en la cárcel cumpliendo su condena.
Según sus abogados, podría salir en libertad el próximo 7 de noviembre, pero como vivió ilegalmente en los EE.UU. desde 2003, será deportado a Indonesia cuando sea liberado. Nunca pudo viajar a Francia para comprar vino ya que no habría podido volver a entrar a los Estados Unidos.
El documental con el auge y caída de Kurniawan se llama Sour Grapes y puede verse en Netflix.