La actividad física es buena para el cerebro: ¿cuál es el ejercicio ideal?
Gracias al avance de la tecnología, estamos cada vez más cerca de entender cómo prevenir el deterioro cognitivo. Conocé las conclusiones de un nuevo estudio.
Cerebro: ¿cómo impacta el ejercicio físico?
Bailey señaló que, junto con otros especialistas, analizan diferentes aspectos del ejercicio, en términos del tipo, la intensidad y la duración, tratando de encontrar ese punto óptimo donde se puede ver «una adaptación optimizada». “Sabemos que con la actividad física podemos aumentar el flujo sanguíneo al cerebro”, agregó el doctor. Esto es crucial porque ayuda a reconocer los químicos útiles que necesita para crecer.
Cerebro: ¿cuáles son los mejores ejercicios? esto dicen los especialistas
Bailey contó que identificaron que, especialmente para las «personas que no están muy en forma, o que no pueden hacer ejercicio pesado, las sentadillas son una opción muy útil”.
Esto quiere decir que, por ejemplo, ponerse en cuclillas y volverse a parar una y otra vez es una forma de ejercicio “inteligente” ya que “reta al cerebro” y así, lo beneficia. “Lo mejor de hacer sentadillas -explica el científico- es que cuando te ponés de pie, estás yendo en contra la gravedad; cuando bajas, trabajás con la gravedad” agregó el especialista.
Las sentadillas son un ejercicio físico que tiene múltiples beneficios para el cuerpo. Según el Bailey, realizar sentadillas estimula el flujo sanguíneo hacia el cerebro, lo que a su vez puede mejorar la función del endotelio vascular, el revestimiento interno de los vasos sanguíneos.
Se recomienda hacer este ejercicio durante al menos tres minutos, tres veces por semana. Según las mediciones realizadas en voluntarios que realizaron sentadillas con frecuencia, se observaron mejoras significativas en el flujo sanguíneo cerebral en comparación con otros ejercicios como correr, caminar o utilizar aparatos estacionarios.
Los deportes extremos, por otro lado, pueden utilizarse como una forma de desafiar los límites del cerebro y comprender sus mecanismos de defensa. La falta de oxígeno experimentada en algunos deportes extremos puede ser un factor estresante que empuja al cerebro a adaptarse y desarrollar respuestas defensivas.
El buceo libre, el paracaidismo y el montañismo de altura son ejemplos de deportes extremos utilizados en la investigación de Bailey para estudiar cómo el cerebro responde a condiciones extremas. Estas investigaciones no sólo podrían ayudar a comprender mejor enfermedades como la demencia, sino también a abordar desafíos relacionados con las misiones espaciales de largo plazo.
La inactividad y la falta de oxígeno pueden tener efectos perjudiciales para el cerebro. La falta de movimiento y la reducción del flujo sanguíneo pueden ser especialmente problemáticas para el rendimiento cerebral. La actividad física se considera actualmente la única contramedida efectiva y se está explorando más a fondo su impacto en el cerebro. Investigadores de la Universidad de Milán también estudiaron los efectos de la inmovilidad en el cerebro y destacan la importancia de mantener un buen flujo sanguíneo y oxígeno para un óptimo rendimiento cerebral.