Hace 19 años, un 28 de agosto de 2004, el deporte nacional volvió a obtener medallas de oro en los Juegos Olímpicos. Fueron dos durante la misma jornada en Atenas: la selección de básquet venció a Italia en la final y la de fútbol, con Bielsa, Heinze y el Kily González, a Paraguay

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El 28 de agosto de 2004 quedó en la historia para el deporte argentino. Hace 19 años, la delegación nacional albiceleste volvió a obtener medallas de oro en los Juegos Olímpicos. Fueron dos durante la misma jornada en Atenas (Grecia): la selección de básquet, con Manu Ginóbili como abanderado, venció a Italia en la final, tras haber dejado en el camino a Estados Unidos, y la de fútbol, con Marcelo Bielsa como DT, Gabriel Heinze y el Kily González, a Paraguay.

El primer éxito de aquel sábado llegó bien temprano por la mañana. Alrededor de las 6, el himno nacional sonó en el Estadio Olímpico de Atenas para coronar con la presea dorada al equipo de fútbol dirigido por el Loco Bielsa, que tuvo a Carlos Tevez como una de sus principales figuras y a numerosos futbolistas surgidos de los clubes de Rosario, como el Kily González, César Delgado, Mauro Rosales y Gabriel Heinze.

En su camino al oro, la Selección ganó con total autoridad el grupo C (paliza 6-0 a Serbia y Montenegro, 2-0 a Túnez y 1-0 a Australia); aplastó 4-0 a Costa Rica en cuartos de final con un triplete de Carlitos y 3-0 a Italia en semifinales. Y en la gran final le alcanzó con un tanto del ídolo de Boca, hoy DT de Independiente, para superar por la mínima a Paraguay en el Estadio Olímpico de Atenas.

En la final, Argentina formó con Germán Lux; Fabricio Coloccini, Roberto Ayala y Gabriel Heinze; Lucho González, Javier Mascherano, Kily González y Andrés D’Alessandro; Mauro Rosales, Carlos Tevez y César Delgado. El Apache fue la figura del certamen y terminó como máximo artillero con 8 tantos en 6 presentaciones.

Pocos días después de la consagración olímpica, el 14 de septiembre, Bielsa anunció su renuncia con una frase marcada a fuego: “Me quedé sin energías”.

No fue un éxito más para el deporte argentino, que no conseguía subirse a lo más alto del podio desde el 23 de julio de 1952, cuando Eduardo Guerrero y Tranquilo Capozzo ganaron la prueba de doble par de remos sin timonel en los Juegos que se celebraron en Helsinki.

Pero esa jornada le tenía preparado otro hito al país. Varias horas después, ya en la tarde de aquel sábado de agosto de 2004, el seleccionado de básquet le ganó por 84-69 a Italia y logró colgarse la medalla dorada por primera vez (y única) vez en su historia en una cita olímpica.

Pese a haber conseguido una agónica victoria frente a Serbia y Montenegro por 83-82 en el debut del equipo, las derrotas ante España (76-87) e Italia (75-76) en la fase de grupos complicaron su clasificación. Gracias al sprint final en donde venció a China (82-57) y Nueva Zelanda (98-94), el seleccionado se aseguró el pase a cuartos en tercer lugar.

En los cuartos de final le ganó a Grecia 69-64 en un duro partido, pero el mayor obstáculo iba a llegar en semis, cuando se chocó a Estados Unidos, un equipo formado por las versiones jóvenes de LeBron James y Carmelo Anthony, junto a otros consagrados como Allen Iverson y Tim Duncan.

El historial indicaba que la victoria estaba asegurada para el Dream Team, pero el conjunto de Rubén Magnano iba a sorprender, eliminándolos del torneo luego de ganarle 89-81.

En la final no tuvo a Fabricio Oberto, pero sí jugaron Juan Ignacio Sánchez (3), Emanuel Ginóbili (16), Andrés Nocioni (7), Luis Scola (25), Rubén Wolkowyski (13), Alejandro Montecchia (17), Gabriel Fernández (1), Hugo Sconochini (2) y Carlos Delfino.

Cuando el fútbol argentino se paralizó

En ese 28 de agosto de 2004, una imagen quedó marcada en la retina del fútbol argentino. Mientras el Newell’s del Tolo Gallego, que luego sería campeón con Ariel Ortega, Ignacio Scocco y compañía, visitaba a Colón de Santa Fe en el Cementerio de los Elefantes, el público sabalero se dio vuelta en las tribunas para dejar de ver el partido y observar el desenlace de la final de básquet en Grecia.

Apenas el cronómetro llegó al cero, la gente celebró el triunfo como un gol. Primero, los que tenían la suerte de estar cerca del televisor. Luego, anuncio de la voz del estadio mediante, todos los presentes estallaron de alegría por lo obtenido a miles de kilómetros de distancia. Un hecho que paralizó hasta al fútbol argentino.