Colaboración 3D: setenta impresoras para cuidar a los médicos de Rosario
Es jueves 19 de marzo y Gabriel Costa, trabajador en el área de ingeniería mecánica, ve preocupada a su esposa, Natalí, pediatra del Hospital de Niños Víctor J. Vilela. Recién vuelve de la guardia y le cuenta cómo en algunos países donde la pandemia del coronavirus está más avanzado, la falta de recursos e insumos se vuelve un problema grave.
Esa misma noche, a Natalí le llega un mensaje a un grupo de WhatsApp que comparte con otros profesionales: es un modelo de máscara de protección para médicos usado en España. El prototipo fue directo a la impresora 3D de Gabriel, quien pensó en hacerlo para que su esposa esté protegida.
Gabriel imprimió un modelo y buscó en Google si sería viable hacer algunas máscaras más. Una vez terminada, le mostraron el resultado a médicos del Vilela “y esa noche, medio que fue el clic. Lo que vino después no lo pudo haber imaginado nadie”.
Le habló a cinco amigos y les propuso hacer más máscaras para dotar al personal del Vilela. Aunque pensándolo bien, mientras imprimía más viseras para las máscaras, se preguntó: ¿por qué no donar al resto de los hospitales?
Minutos después de que el presidente Alberto Fernández decretara la primera etapa de la cuarentena, ese mismo 19 de marzo, creó el grupo de WhatsApp “Covid-19 Rosario”, con cinco integrantes; un día después, eran 20 personas; al otro día, ya sumaban 150 participantes. Las ideas proliferaron y el asunto del grupo cambió a “Rosario Imprime Salud”, con la idea de sumar voluntarios que deseen poner impresoras 3D al servicio de la salud, y de la ciudad.
“Nunca me imaginé que iba a pasar esto ni que en Rosario hubiese tantas”, dice Gabriel sobre los 60 makers (como se conoce a quienes imprimen en 3D; significa fabricante, en inglés) que pusieron a disposición las 70 impresoras 3D que forman parte de la red, las cuales ya produjeron alrededor de 4.500 viseras para armar máscaras para hospitales, centros de salud y sanatorios de la ciudad, a un ritmo de entre 1.000 y 1.300 por semana.
Hasta ahora, entregaron máscaras armadas a casi 40 hospitales, centros de salud, sanatorios y geriátricos, entre otras instituciones. La máscara se puede reutilizar después de higienizarla: se la puede sumergir en lavandina o en solución con alcohol.
“Fuimos hospital por hospital, hablando con los directivos. Al principio fue un shock: nos agradecieron muchísimo. Algunos no entendían cómo lo hacíamos ni de dónde veníamos”, cuenta Gabriel, y recuerda que la primera entrega “la hicimos a pulmón, con mi mujer, y después fuimos hablando con la Municipalidad y la provincia”.
¿Cómo se producen?
Las viseras se imprimen con filamentos plásticos, materia prima para que funcionen las impresoras 3D. Vienen en rollos de 750 gramos y 1 kilo, el cual sale alrededor de mil pesos. “Con un rollo, hacés unas 35 viseras. Y ya nos donaron el monto de 100 rollos”, repasa Lucas Sosa (34), uno de los primeros a los que contactó Gabriel y quien puso a disposición las impresoras y los filamentos que comercializa en su negocio, en Echesortu, para sumarse a la movida.
Sobre la convocatoria, cuenta: “Gabriel me llamó el viernes (20 de marzo) a la mañana y me preguntó si tenía filamentos, porque estaba armando un grupo para empezar a producir las viseras. Le ofrecí habilitar unos links de donaciones y que veamos qué pasaba”.
La idea es donar lo que cada uno pueda al grupo, por Mercado Pago. El dinero va destinado a la compra de filamentos para seguir produciendo, materia que fue rebajada de precio para que el alcance sea mayor. La colaboración, ante todo.
“La gente empezó a donar, el dinero se convierte en filamentos que se envían a las casas de las personas que tienen las 70 impresoras y ese filamento se transforma en más viseras”, grafica el proceso Lucas.
La movida fue pura y exclusivamente por redes sociales y WhatsApp, algo que destaca Juan Manuel Rodríguez Guerrero (33), uno de los makers colaboradores, entre algunas risas: “Hasta el día de hoy, a muchos de los que forman parte del grupo no les conocemos las caras”.
“Se hacen impresiones de muchos tipos. Hay quienes lo usan para imprimir formas mecánicas, como engranajes o cosas para electrónica, otros para ocio, otros para hacer juguetes. El límite es la imaginación”, dice Juan Manuel sobre las múltiples utilidades que puede tener una impresora 3D para producir distintos tipos de elementos.
Espíritu colaborativo
La colaboración y la predisposición es algo inherente al grupo. Se fueron subdividiendo en subconjuntos de makers, de logística y hasta quienes recolectan las radiografías, que son tan importantes como las viseras ya que representan el 50% de las máscaras.
“No es que todos hacen todo”, aclara Lucas, ya que hay quienes también “gestionan, hacen control de producción, armado y hasta cortado y limpieza de las radiografías. Son muchos voluntarios”. Gabriel suma: “Los subgrupos son vitales. En cinco días teníamos todo organizado”.
La colaboración es constante, al punto que si a un maker se le rompe o le falta alguna pieza que se pueda imprimir, otro de la red va a estar ahí para facilitársela y seguir imprimiendo viseras.
En Rosario Imprime Salud se puede ayudar de distintas maneras. Se puede donar dinero o radiografías (ellos mismos subieron tutoriales a su cuenta de Instagram para explicar cómo adecuarlas a lo que necesitan).
El modelo se replicó en otros puntos del país, donde se están haciendo trabajos similares para paliar el faltante de estos insumos. “El mismo espíritu colaborativo se replicó”, dice Lucas.
En tanto, Juan Manuel afirma: “El objetivo principal era proteger a los médicos. Creo que lo logramos y lo seguimos logrando”. Y Gabriel coincide en ese sentido: “El norte era ayudar a los que nos cuidan. Con Natalí veo la preocupación desde adentro y esa es otra de las cosas que te hace actuar más rápido”.
Todos los miembros aportan algo, desde su casa. El trabajo que hace la red visibiliza el mundo de posibilidades que pueden pensarse y ejecutarse a partir de una impresora 3D.
“Con Rosario Imprime Salud queríamos avanzar en el tiempo, trascender después de la pandemia. Queremos que la comunidad que se armó sirva para ayudar en otras cosas a medida que surjan”, expresa Gabriel.
Todo esto, en sólo un mes. Pasan muchas cosas, mucho vértigo, cuando la imaginación está al servicio de la colaboración.