Enigma Nora Dalmasso: sexo, traición, sicarios y el sospechoso "secreto"
A 12 años del crimen, un repaso por las hipótesis que se barajaron durante una investigación que aún no arrojó ningún resultado concreto
Osvaldo Raffo pasa sus días obsesionado con el enigma del único gran caso que no pudo resolver. El detective que examinó la mente del asesino Carlos Robledo Puch, hizo la autopsia de Alicia Muñiz –la mujer asesinada por Carlos Monzón- y reveló quiénes habían matado al soldado Omar Carrasco, casi no sale de su casa de San Andrés, al norte del conurbano bonaerense, donde vive rodeado de espadas de samurai, armas antiguas, libros sobre homicidios y explosivos, 500 videos de autopsias y 120 cajas de cartón con recortes de noticias policiales y expedientes. El detective de 86 años tiene una hipótesis que no puede probar.
—Creo saber quién mató a Nora Dalmasso, pero no lo puedo decir ni probar.
Eso dice Raffo en su intimidad. Su pensamiento secreto no está basado en ninguna prueba científica, sino en su intuición. En lo que sintió aquella mañana de diciembre de 2007 cuando entró en la casa donde el 26 de noviembre de 2006 mataron a Dalmasso en su casa del country Villa Golf de Río Cuarto. El perito pidió quedarse solo, como si pretendiera aprehender la ausencia del asesino. En su informe, que elaboró junto al detective Raúl Torre, Raffo apuntó a la hipótesis de violación cometida por un extraño. Pero no quedó conforme. En su interior daba vueltas otra idea. Pero no tenía pruebas para desarrollarla. Lo que piensa es distinto a lo que escribió en su dictamen.
A 12 años del femicidio de Nora Dalmasso, el caso es probablemente el mayor misterio de la historia criminal argentina de los últimos 25 años. Todo lo que ocurrió en este tiempo podría ser el argumento de una serie. Tiene muerte, misterio, traición, 12 sospechosos, sexo, acusaciones cruzadas, detectives cuestionados, la pista política, una familia destrozada y un asesino sin rostro ni nombre que sigue suelto. La memoria de una mujer manchada con mentiras. Acaso la primera escena de la serie podría ser la imagen de la escena del crimen: por ella desfilaron más de 23 personas, incluso el cura de la familia, que tapó a la víctima con una frazada porque estaba desnuda. Lo investigado hasta ahora no lleva a la verdad, pero de filmarse una serie podría haber un sospechoso por episodio.
El viudo, Marcelo Macarrón, fue el último imputado por el fiscal Daniel Miralles, quien reemplazó a su colega Javier Di Santo, de cuestionada actuación en el caso. Junto a la Policía de Córdoba, Di Santo se encargó de difundir en off la vida amorosa de la víctima como si fueran chismes de barrio. La acusación de Miralles sorprendió porque todo hacía creer que Macarrón había probado su coartada con fotos, documentos y testigos: mientras mataban a Nora ganaba un torneo de golf en Punta del Este.
Indignado, Macarrón le escribió a su abogado Marcelo Brito: «Todo esto es una locura, estamos en manos de corruptos y cocainómanos. Están alterando la Ley, están sobre la familia Macarrón permanentemente sin investigar ninguna otra teoría y nosotros somos los damnificados».
En esta historia todos se sienten traicionados. Hasta el fiscal Miralles, que fue apartado de la investigación y el caso volvió, una vez más, a fojas cero. En doce años, la investigación no arrojó ningún resultado concreto. Pasó del juego sexual al amante sospechado. Del hijo celoso y rebelde al marido vengativo. El móvil económico. El crimen intelectual. El robo después de una violación.
«Lo grave es que la autopsia fue mal hecha. Con decir que los peritos no pudieron establecer si la víctima fue violada o tuvo una relación sexual violenta y consentida», opinó Raffo.
El círculo de «amantes»
La familia de Nora (sus hijos, su marido, sus hermanos) parece dividida en cuanto a sospechas. Algunos sospechan de los albañiles que trabajaron en la casa. Otros ponen la lupa en los presuntos amantes de Nora que aparecen nombrados en el expediente. Uno de ellos es Miguel «el Francés» Rohrer, el empresario agropecuario que era cercano a la familia. Además, es al que apuntan Marcelo y Facundo Macarrón. Los investigadores apuntaron también a Guillermo Albarracín, contador, amigo de la familia Macarrón, como uno de los amantes confesos de Nora. «Hola reina, me gustaría estar con vos ahora», habría sido uno de los mensajes de texto que le mandó a ella, según difundieron los pesquisas. El abogado Víctor Daniele también tuvo que ir a declarar: fue señalado como «amante» de Nora y sospechoso, pero al parecer no era ninguna de las dos cosas.
La pista «amantes» apuntaba a un juego sexual (desmentido pocas horas después del crimen) o a un femicida despechado que no aceptó el rechazo de Nora.
Un policía de la División Homicidios que trabajó seis meses en el caso sospecha de uno de los presuntos amantes. «Es falso que se hayan profundizado todas las líneas investigativas. Creo que se tendría que haber investigado más a uno de los amantes de la víctima, un empresario que fue mencionado pero quedó en la nada. Quizá porque era meterse con la burguesía y destapar la hipocresía y la doble vida de un sector de la sociedad. Es más, aparentemente ese hombre no vive más en Córdoba», dijo el detective, que trabajó en más de 700 homicidios y lleva más de veinte años en la fuerza.
El viudo, el avión «fantasma» y la coartada golfística
La pista Macarrón tiene dos vertientes. Una apunta al viudo como el presunto autor intelectual del crimen. Es decir: mientras jugaba al golf en Uruguay con amigos, un asesino contratado por él mataba a su esposa. ¿El móvil? Una traición amorosa o algo que supuestamente sabía la víctima sobre los contactos políticos de Macarrón. Esta sospecha no llegó a ningún lado. Ni siquiera se sabe si es verdad la existencia de esos vínculos políticos del traumatólogo Macarrón, señalado como supuesto testaferro de un poderoso político, otra versión que se diluyó por inconsistente. La otra derivación es que el mismo Macarrón se tomó un «avión fantasma» desde Uruguay para matar con sus propias manos a su mujer. Pero nadie lo vio y su coartada no había podido ser derribada. Es más: tuvo sexo con su esposa horas antes del asesinato y por eso el líquido seminal hallado en la escena del crimen es suyo.
La pista «Edipo»
Una de las imputaciones más polémicas fue la de Facundo Macarrón, el hijo de Nora. Se la llamó «La pista Edipo». Sin ninguna prueba (ni siquiera lo ubicó cerca de la escena del crimen), Di Santo dedujo que Facundo había entrado en la casa con sus llaves (después de manejar bajo la lluvia 230 kilómetros desde Córdoba) y que había manoseado a su madre, con quien estaba peleada porque ella no estaba de acuerdo con su orientación sexual. «La gran razón por la cual sospechó de mí es porque no cuadraba dentro de lo que él consideraba un buen hijo de familia, quizá por mi sexualidad. Me siento discriminado», dijo Facundo a Cadena 3 de Córdoba. Al igual que Raffo, tiene su propio sospechoso, cuyo nombre mantiene en secreto: «Preferiría no compartirla porque es algo de lo que no estoy muy seguro». El tiempo le dio la razón a Facundo y la acusación se cayó.
El obrero de «andar felino»
Al mismo tiempo que Di Santo acusó a Facundo, imputó a Gastón Zárate, un albañil que había trabajado en la casa de Nora días antes del femicidio. Lo llamativo es que mantuvo las dos imputaciones pese a que una anulaba a la otra. Al llamado «perejil» del caso, lo acomodó a otra hipótesis: lo consideró un hombre obsesionado con su patrona al punto de no poder trabajar porque no dejaba de mirarla. El móvil era el robo (aunque a Nora no le robaron nada) y sospechaba que había entrado por la ventana con «andar felino». En cambio, decía que Facundo había entrado con sus llaves por la puerta principal. El fiscal interpretó que el obrero había violado a la víctima con acceso carnal.
«La acusación contra mi defendido fue un disparate, creo que nunca se sabrá quién la mató», dijo Enrique Zabala, abogado de Zárate. El denominado «perejil» del caso fue liberado después de una manifestación popular en Río Cuarto.
House of Cards con tonada
Uno de los sospechosos fue Rafael Magnasco, que por el escándalo tuvo que renunciar a la Secretaría de Seguridad de Córdoba. El ex funcionario se presentó ante la Justicia para que le practicaran un examen de ADN y lo compararan con las muestras del semen encontrado en el cadáver. No hubo nada que lo involucrara. De hecho ni siquiera habría sido amante de la víctima. Este episodio marcó el final en la carrera política de Magnasco.
Fiestas sexuales
Una de las hipótesis más alocadas, que se desvaneció por el peso de la mentira, fue impulsada por una prostituta de Río Cuarto. «Yo participaba en fiestas sexuales con Norita y su marido», dijo la mujer a un periodista. Cuando el fiscal la llamó a declarar, la mujer confesó entre lágrimas que había mentido. La imputaron por falso testimonio.
Una olla, llaves y 18 amantes
Una de las primeras versiones que surgieron en la fiscalía se asemejaba a una versión de las sombras de Grey. Se dijo que Nora y su marido participaban en reuniones nocturnas con otros matrimonios en los que ponían las llaves de sus casas en una olla. Se mezclaban las llaves hasta que las iban sacando de a una. Ejemplo: una mujer sacaba una llave y debía irse con el dueño de esa llave. El dato de los incomprobables supuestos 18 amantes de Nora surgió de los investigadores.
El sicario sin armas
Pero la pista de la fiesta sexual con prostitutas no fue la más insólita. Hubo otra que llegó a ser investigada: una denuncia anónima afirmó que el asesino de Dalmasso había sido un sicario colombiano que viajó a Río Cuarto solo para estrangularla.
¿Se sabrá algún día quién la mató? ¿El asesino será el que cree Facundo Macarrón? ¿O el culpable es el que piensa y no se anima a decir el detective Osvaldo Raffo? Hasta ahora todo lo devora el misterio, aun la identidad del hombre que aquella madrugada vio la última mirada de espanto de Nora Dalmasso.