El psicólogo Marcelo Rocha reflexiona sobre cómo hablar con los más chicos del coronavirus sin transmitirles miedos.
“Esta pandemia nos obliga al distanciamiento real

«Esta pandemia nos va a obligar a tomar un distanciamiento real del otro; pero por otro lado nos propone un acercamiento muy necesario en este mundo que de a poquito fuimos dañando: un acercamiento simbólico hacia el otro. Esto puede permitirnos reconstruir nuestro sentido de la alteridad. Es decir, de terminar de entender que si cuido al otro, si el otro está bien, yo también lo estaré. Esperemos que cuando todo pase nos dure la lección». La reflexión la escribió el psicólogo Marcelo Rocha en su muro de Facebook, poco después de que se anunció la suspensión de clases en las escuelas. Transcurrida una semana del aislamiento social y con los chicos sin asistir a las escuelas, Rocha dice que este tiempo puede ser «una oportunidad para generar buenos hábitos en nuestros hijos».

Docente de la UNR y autor de Infancias en la escuela y Las marcas de la infancia, Rocha sostiene que la pandemia es también una chance para «reconstruir aquello roto» en los vínculos de la sociedad y propone una pedagogía del cuidado del otro. Respecto de los adultos, invita a pensar cómo hablar con los más chicos y chicas sobre el coronavirus y sus efectos sin transmitirles miedos o angustia.

—¿Cómo plantea el vínculo entre el distanciamiento físico y el acercamiento simbólico con el otro?

—Como no nos queda otra que cuidarnos entre nosotros, esto que nos propone la pandemia de alguna forma le puede hacer bien a la civilización. El distanciamiento real tiene que ver con todas las medidas de protección que nos piden físicamente. Pero esto indirectamente nos va a llevar a reconstruir nuestro sentido de la alteridad. Es decir, qué representa el otro para mí. Si yo cuido al otro para que esté bien entonces yo voy a estar bien. Es una lección que nos va a venir muy bien a los adultos para poder transmitírsela a los niños, porque también hay dificultades en construir la alteridad y la convivencia. Cosas que se ven hoy en día en la escuela pero que no tiene que ver solamente con que los niños son así, porque sabemos que están viviendo una etapa compleja de estructuración de su psiquismo. Y nosotros tenemos que ayudarlos a comprender el mundo. Entonces, no es una cuestión sólo de los niños, sino que los adultos estamos perdiendo el valor de los vínculos. Y ahí es donde esta pandemia nos puede servir como para poder repensar el valor del otro.

—De hecho por un lado está la construcción de la alteridad y por el otro hay personas que rompen la cuarentena obligatoria y se violentan cuando se le señala esa falta, como pasó en ese video que se viralizó de Vicente López ¿Cómo interpela al mundo adulto esa responsabilidad social que se pide?

—Realmente vamos a tener que reflotar el concepto de ejemplo, esto de ser ejemplo para el otro. Esto que aconteció la semana pasada de esta bestia que empezó a golpear a ese guardia de seguridad porque no quería cumplir la cuarentena después de un viaje son cosas que inducen a la condena social. Creo que los niños están aprendiendo muy bien lo que está muy mal. Al producirse la condena social ante estos hechos y condenar los adultos estas situaciones estamos sirviendo como ejemplo.

—También hay hábitos a revisar en esta pandemia

—Walter Benjamin decía que el hábito entra en la vida cotidiana como un juego. El juego es el que da luz al hábito. Por eso tenemos una tremenda oportunidad en este tiempo de pandemia de empezar a generar buenos hábitos en nuestros hijos. Por ejemplo, el hábito de lavado de manos es algo que se enseña en jardín, que después se va perdiendo y en los hogares es algo que no estaba tan instalado. El cuidado y la higiene personal van a ayudar a que nosotros podamos pensar y reconducir a nuestros hijos a lo que es un buen hábito. El cuidado del cuerpo, el cuidado del otro. Y eso se puede lograr jugando también, dialogando dentro de casa en este tiempo que estamos teniendo. Por eso, construyamos los hábitos desde el juego, saquemos los juegos que están guardados en el ropero. Pero respetemos los límites, no nos convirtamos tampoco en estos días en «amiguitos» de nuestros hijos porque no es bueno. Respetemos los límites, juguemos y démosles la posibilidad a que se aburran. Y también ojo con el otro virus, el de la tecnología, porque tanto encierro va a ser un propiciador para que los niños estén con la tecnología. Regulemos eso.

—¿Cómo opera el miedo en estas situaciones de aislamientos sociales y exposición constante a noticias?

—La verdad es que no en todos actúa el miedo, sino que se reacciona de diferentes formas. Algunos están renegando de lo que acontece y otros están con miedo. Cada ser humano toma una situación traumática, como puede ser este virus del que tenemos que cuidarnos, de diferentes formas. Esto es bueno pensarlo, porque no solo los adultos no afrontamos las situaciones adversas de la misma forma, sino que pasa también en las infancias. Algunos chicos toman estas noticias con mucho miedo, y los padres tenemos que ser muy perceptibles y ser lo más cautos posibles para que no acontezca el miedo, sino para que lo que haya sea prudencia. Para que el niño pueda realmente comprender la importancia de esta situación, porque el miedo lo que va a producir es una posible sintomatología, alguna situación hasta conductual que pueda empezar a aparecer. En otros lo que aparece en vez de miedo es la inhibición, entonces no hablan, se quedan callados, se retrotraen, no buscan la palabra. Y la inhibición es tan mala como el miedo. Ahí también tenemos que ser cautos y ver que si un niño ni siquiera quiere hablar del tema por qué será. Quizás se esté inhibiendo ante esto por el terror que le produce. En otros puede haber desinterés total, la resistencia a entender o la negación. Que es algo que también acontece en los adultos, lo vemos cotidianamente. Creo que lo que tenemos que hacer como padres que conocemos a nuestros hijos es tratar de ver cuáles de estas posiciones asumen nuestros hijos.

—¿Cómo actuar entonces?

—La posición más justa es de prudencia, el diálogo, de poder enfrentar la situación y aceptarla, hablarla. Tampoco tenemos que avasallar a los niños con hiperinformación. Lo justo está muy bien, porque la hiperinformación lo que genera es toda una paranoia. También tenemos que distinguir la psicosis de la paranoia. Creo que estamos en un momento de paranoia, donde todo el mundo está como perseguido por una idea y ante eso se defiende ¿Cómo? Corriendo a comprar todo al supermercado. Tenemos que cuidar que esto simplemente sea un momento de cuidado. Acá aparece otro concepto interesante. Porque tenemos que tomar esta pandemia como una oportunidad de reconstruir aquello roto en la sociedad: los vínculos. Otro tema es el cuidado, que los niños comprendan que si estamos en casa durante un tiempo cuidándonos de salir es porque queremos cuidar de ellos. Para que reciban el amor de un padre o una madre, que es lo mejor que puede acontecer.

—Entonces la familia puede ser un espacio para trabajar en una pedagogía del cuidado.

—Sí, es una pedagogía del cuidado, el don del amor del cuidado. Volver a esas cuestiones. Y acá vamos a otro punto: estos videos chistosos que se viralizan en las redes, como los memes que se preguntan «que voy a hacer encerrado con mi hijo», o el del padre que se oculta detrás de una foto de un sillón para que su hija no lo encuentre. Estas cosas chistosas en realidad tienen que hacernos pensar un poquito, porque más allá de que está bueno reírnos un poco para afrontar el trauma, el chiste toca el inconsciente. Entonces lo chistoso que está circulando tiene que ver con imaginarios e inconscientes colectivos que se construyen en relación a la paternidad. Esa cuestión de «tengo que aguantar a mi hijo» es terrible. Por eso está bueno que nos riamos un poco, porque el chiste ayuda a enfrentar un trauma, pero también entendamos nuestro rol de padres, porque si yo me quejo porque voy a estar 14 días con mi hijo me parece que algo no anda bien. Hay que revalorizar nuestra función ¿Qué más lindo que tener ese tiempo que nunca tenemos para encontrarnos con nuestros hijos a jugar?.

—Respecto de las redes sociales, están los grupos de WhatsApp donde circula mucha información, fake news y audios. Ahí hay un tema con el mundo adulto y cómo hablar con los más chicos sin transmitirles miedo o angustia por eso que circula.

—Todo el sobre exceso de información que circula y que aparecen en los diálogos familiares lo que genera es que los niños escuchen. Ellos son increíbles receptores de las palabras y de las cosas que circulan en las casas. De las actitudes, de las conductas y de las palabras. Entonces, tenemos que pensar que todo este sobre exceso de información, si nosotros hablamos demás, los niños al escuchar construyen su fantasía. El tránsito que hace el niño es ir del principio del placer y la fantasía absoluta al principio de la realidad. Todo eso lo van construyendo a medida que van creciendo. Como están en el principio de la fantasía, dentro de sus propios mundos, todo lo que escuchan lo trasladan a ideas que pueden ser perjudiciales para ellos. Si nos escuchan que estamos diciendo que «está muriendo tanta gente», lo primero que van a preguntar es: «¿Me voy a morir». Porque lo que le queda pegado en su cabecita es el significante de muerte. Entonces, cuando nosotros estamos hablando de lo que le está pasando a otro en realidad el niño lo traslada a sí mismo y ahí es donde está el peligro. Tenemos que cuidar de lo que hablemos, de las formas. Y si vemos que algún niño recibe esta información o empieza a proyectar esta fantasía nos sentamos y lo dialogamos. Porque también entendamos que en la infancia el concepto de muerte no es algo que esté construido. Los niños hasta los 5 años aproximadamente creen en la reversibilidad de la muerte, que el que se muere va a volver. Entre los 5 y los 8 están empezando a entender que el que se va no vuelve. Y después de los 8 años entienden que la muerte es algo irreversible. También de acuerdo a la edad de nuestros hijos tenemos que manejarnos. Si están entrando en el principio de realidad podemos explicarles mejor. Pero lo que circula en definitiva con todo esto son las fantasías de muerte. Entonces, es la oportunidad para dialogar de estas cosas y explicarles que si nos cuidamos nada de esto va a pasar. Que realmente es así, porque lo que vemos de la experiencia en otros países es que no se han cuidado a tiempo y los desbordó este virus, que sabemos que es híper contagioso.

Cuarentena y discapacidad

Rocha propone también pensar en los efectos del aislamiento social en las infancias atravesadas por condiciones de discapacidad. “En el tema de los niños que tienen alguna condición discapacitante —dice el psicólogo— la complejidad es un poco más grande, porque en eso de rescatar el sentido de la alteridad, con el aislamiento esos niños pierden la posibilidad de ir al centro educativo terapéutico o al centro de día”.

   “Son niños que requieren asistencia especializada y el encierro no les hace nada bien, porque van perdiendo esa convivencia y ese lazo con el otro que le provee la institución”, advierte Rocha.

En los últimos días aparecieron en las redes ciertas técnicas de juego y cuidado con esta población, como de pedirle al niño que dibuje en la mano un virus y que se lo lave hasta que desaparezca. “Esto puede servir en niños que tienen dificultades severas para poder comprender las cosas, pero tampoco lo hagamos como una cuestión conductual”, aclara.