La colonia menonita de Guatraché desde la lente del entrerriano Conrado Arévalo
La colonia menonita es cristiano protestante, sus miembros se bautizan de adultos y rechazan la tecnología porque creen que es fuente de tentaciones. No tienen computadoras, teléfonos celulares ni electricidad en sus casas. La corriente eléctrica está reservada para las actividades productivas y proviene de enormes generadores a gasoil. De Europa pasaron a América del Norte (allí donde son también conocidos sus primos hermanos, los Amish) y desde allí bajaron a México, Paraguay y Bolivia. De última llegaron a la Argentina. Por su forma de vida, tan diferente a la nuestra, generan una gran curiosidad.
La colonia menonita Nueva Esperanza de Guatraché en La Pampa dedican su vida al trabajo y los domingos, a Dios. Algunas familias decidieron abrir sus hogares al turismo y así fue que Conrado Arévalo, fotógrafo, productor audiovisual y licenciado en Cine y Televisión oriundo de San José de Feliciano viajó junto a un grupo de profesionales de la imagen hasta allí en septiembre de 2021. Sus expectativas eran enormes. Su conclusión al regreso y más allá del respeto por la comunidad y sus costumbres: «Agradezco y quiero la forma de vida que llevamos».
«Siempre quise conocer otras culturas y los menonitas eran una cuenta pendiente desde que era chico. No tenía conocimiento de la existencia de menonitas en Argentina hasta que vi una publicación en un grupo de Facebook en el que ofrecían la oportunidad de viajar. Me anoté, me entrevistaron y me aceptaron en el grupo. Fuimos en septiembre de 2022 junto a Chino Albertoni, fotógrafo de la National Geographic que se dedica a hacer turismo. Él está trabajando junto a la secretaría de Turismo de Guatraché, que es la comunidad más cercana a los menonitas, en esta relación turística que se está gestando entre la colonia menonita Nueva Esperanza con la secretaría de Cultura», explicó Arévalo y añadió: «Nueva Esperanza está en Guatraché y la otra comunidad menonita está en Santiago del Estero. Es más nueva, con familias que se desprenden de ésta que visité y que se fueron porque ya no tienen más tierras para expandirse», explicó.
Arévalo también señaló que en Nueva Esperanza actualmente viven 200 familias, un total de 1.200 personas. «Nosotros fuimos a visitar a tres familias, que son las que accedieron a recibir a turistas. No todos están conformes con eso, de hecho estando allí se siente el malestar o la incomodidad de algunos», dijo.
Hay allí cuatro campos muy extensos, porque la mayoría se dedica a la agricultura y la ganadería. Otros hacen silos o implementos agrícolas, también hay carpinteros y ferreteros. «Por eso en cuanto a estatus social, la familia más empoderada económicamente es la que tiene más hijos varones porque aquél que tiene hijas mujeres tiene que salir a contratar fuerza de trabajo para las actividades rurales. Ellos tienen prohibido salir a trabajar por fuera de la comunidad, pero sí está permitido que ingresen personas a trabajar a la comunidad. Por ejemplo los dueños de una ferretería necesitan alguien por fuera del grupo que los ayuden porque necesitan alguien que maneje la computadora e Internet. Hay un chico que va todos los días con un pen drive, a los precios los actualiza en Guatraché y después lleva la actualización. O tienen, también, gente que les manejan sus camionetas cuando se trasladan al aeropuerto para viajar a Bolivia o México, que es donde viven sus familiares», detalló el entrevistado a UNO.
El productor audiovisual hizo un paréntesis para especificar que los menonitas no manejan otro vehículo que no sean los buggies, el clásico medio de transporte de la colonia, ése en el que se maneja todo el mundo: las mujeres para hacer las compras, los chicos para ayudar a los padres, los adultos para desplazarse y todos para pasear dentro del predio porque el buggie no sale a la ruta. «Hay una esquina en donde se conectan los cuatro campos. Es impresionante ver el movimiento de buggies. En esa esquina es como estar en una película de época», consideró Arévalo.
Uniformidad, lo distintivo
La uniformidad es algo distintivo de la colonia. Uniformidad en los buggies, uniformidad en los formatos de casas y galpones, uniformidad en la vestimenta de la gente. Los hombres usan estricto mameluco azul y gorra. Las mujeres, vestidos cerrados, con corte a la cintura y por debajo de la rodilla, que ellas mismas cosen.
Los vestidos se van oscureciendo a partir de la adolescencia. Las telas, amarronadas o violáceas, con dibujos en negro, cubierta la cabeza con un único modelo de sombrero, donde la variedad está en la cinta ancha de colores que rodea la copa. Si no, pañuelo negro, enmarcando siempre una mirada clara. Las niñas usan el mismo tipo de sombrero de ala ancha, pero, si llevan pañuelo, es blanco con flores.
Plattdeutsch, idioma de raíz alemana y holandesa.
Cuando el Estado aceptó la instalación de la colonia menonita en Guatraché delegó la educación de los niños en las autoridades de la propia colonia y el resultado es que no conocen historia argentina ni geografía americana y que en la escuela no les enseñan castellano, sólo alemán. Los varones aprenderán castellano por su cuenta, como puedan, pero nunca a través de un maestro. Y las mujeres lo harán a través de los varones de la familia.
Ellos hablan plattdeutsch, un idioma de raíz alemana y holandesa. La educación se imparte de los 6 a los 13 años, con programa y calendario propio: desde noviembre hasta Navidad, y desde el 15 de marzo hasta fines de julio. Los niños se sientan separados por sexo y con otra peculiaridad: los mayores adelante y los más chicos atrás, en un orden jerárquico dado por la edad.
Por el estilo de enseñanza, donde su único material de lectura es el libro sagrado, no son muchos los adultos que tienen el hábito de leer. Quienes lo hacen, recurren a la Biblia, el diario menonita que les llega del exterior o, a lo sumo, la vida de Menno Simons, el sacerdote que lideró a quienes optaron por separarse del protestantismo en 1.527 en busca de volver a las bases con la religión. De allí el nombre de “menonitas”, seguidores de Menno.
La religión como eje
La vida espartana que llevan los menonitas en su casa está en línea con no apartarse de su misión que es servir a Dios. Se lo ve en la vestimenta sin vanidades de hombres y mujeres, en la vida hogareña sin entretenimientos, en el rechazo a comodidades básicas como la cabina en los tractores o la luz eléctrica en las casas.
La tecnología está limitada al uso laboral y los menonitas llevan un estilo de vida austero que se asemeja a cómo se vivía en el campo hace más de 100 años. Tampoco se permite la música, salvo la sacra.
El entretenimiento no tiene espacio en la vida personal de los menonitas, aunque sí van de visita a casa de familiares o amigos, dentro o fuera de la colonia. De chicos, juegan “a trabajar”, a manejar un tractor, a usar herramientas, a ayudar a los padres en las actividades de campo o del taller. Y de grandes es poco el tiempo que les queda libre.
Los menonitas no votan, no participan en política, no se anotan en planes sociales ni tampoco reciben jubilación. Cuando los padres ya no pueden trabajar, los hijos se ocupan de su manutención.
El obispo Abraham Neudorf murió por Covid-19
En 2020, la pandemia los afectó como a todos los argentinos: a pesar de que las visitas y el turismo se detuvieron desde marzo por pedido expreso de las autoridades de la comunidad, registraron cerca de 120 casos positivos de Covid-19 y la muerte del obispo Abraham Neudorf. Por eso, el Ministerio de Salud pampeano instaló un hospital de campaña dentro del predio menonita con equipamiento, ambulancias y vehículos todo terreno.
Su religión acepta la medicina tradicional y generalmente se atienden en los centros de salud de la zona. Para ellos es de suma importancia tener buena salud, ya que una persona enferma no puede trabajar. Por eso, se hacen controles, respetan el calendario de salud, se pueden realizar transfusiones de sangre y todo lo que sea necesario para estar bien de salud.
«El obispo es la autoridad máxima. Rige no sólo lo espiritual, también lo legal de la comunidad. Ellos son ciudadanos argentinos, tienen Documento Nacional de Identidad, pero no votan. Incluso su llegada a Argentina se demoró porque ellos no estaban de acuerdo con hacer el servicio militar. En 1980 llegaron a un acuerdo y así fue como se radicaron en territorio argentino. Ellos pagan multas muy altas por no votar, no participan en política, utilizan la salud pública en casos extremos. Otra cuestión que me llamó la atención es que ellos le quitan a los tractores la parte de goma, la cubierta, y es para que los jóvenes no se tienten a irse a Guatraché, escaparse. Igual, no hay deserción. No sucede a menudo. Vos podés ingresar a la comunidad, por ejemplo casarte con alguno de ellos, pero te tenés que adaptar. Ellos se pueden ir, no está prohibido, el tema es que no pueden volver ni siquiera a visitar a los familiares. Son desheredados por completo», explicó el entrevistado.
La muerte en la colonia menonita
Cuando fallece un integrante, se prepara sobre la tierra una cama de arena mojada cubierta por un género o lienzo, y luego el cadáver es tendido con hielo alrededor para conservarlo, ya que se lo vela tres días, pero sólo en horario diurno, mientras se entonan cánticos; por la noche todos se van a descansar.
Previa misa, el cuerpo vestido totalmente de blanco es sepultado en una tumba que no tiene lápida ni cruz, sólo una piedra grande con la inscripción de su identidad y la fecha de nacimiento y la de su deceso. «En esos tres días en que sucede el velatorio, los familiares más cercanos construyen el cajón, nunca antes. Tras sepultarlo, regresan a sus hogares y a los trabajos. Nunca más regresan a visitar a su ser querido, ni siquiera cuando van a enterrar a otros muertos», contó Arévalo.
«De la experiencia, me traje muchas sensaciones y emociones, de sus vestimentas, de las miradas, de su apego por la religión, al trabajo, pero me quedo sobre todo con resaltar mucho el amor por mi forma de vida. Reafirmo y valoro nuestro estilo de vida», concluyó Arévalo.
Valeria Girard
Uno Entre Ríos