La expedición argentina al Polo Norte en primera persona
Nueve argentinos regresaron al país este lunes luego de haber protagonizado una hazaña histórica: por primera vez, un equipo completamente nacional plantó bandera en el punto más boreal del planeta. La travesía estuvo comandada por el general Víctor Figueroa, quien en el año 2000 llegó al Polo Sur, y el proyecto nació por iniciativa de la Fundación Criteria, la institución dedicada a la promoción de la seguridad humana que lleva adelante el Ingeniero Santiago Tito, con el objetivo de alertar a la población sobre el cuidado de la Tierra y el calentamiento global.
La expedición llamó la atención del papa Francisco, quien semanas atrás dirigió una carta a los viajantes. En su misiva, el Sumo Pontífice señaló que este tipo de propuestas «ayudan a tomar conciencia sobre la degradación del ambiente, el agotamiento de las reservas naturales, la contaminación y también por la gravemente desigual distribución de las riquezas», al tiempo que añadió que esta aventura «muestra que con amor, con esfuerzo y trabajando en equipo, es posible transformar los viejos muros en puentes».
Este increíble viaje persiguió también fines científicos. Es que, en acuerdo con el Instituto Antártico Argentino, el equipo asumió previamente la responsabilidad de tomar durante el trayecto una serie de muestras científicas que servirían para elaborar un diagnóstico del estado actual de la religión, que próximamente será contrastado con la información que oportunamente se obtuvo en la zona de la Antártida.
Los expedicionarios avanzaron unos 7 kilómetros diarios para cumplir con el objetivo
Para alcanzar la latitud 90º00»N el grupo avanzó unas 7 horas diarias a lo largo de 10 jornadas y lo hizo bajo las condiciones más extremas: temperaturas que alcanzaban los -25ºC y el permanente riesgo de que el casquete polar se quiebre durante el tránsito. De vuelta en la Ciudad de Buenos Aires, Santiago Tito y Emiliano Curti se acercaron a este medio para relatar sus experiencias y motivaciones. A continuación, la entrevista completa:
—¿Por qué decidió llevar adelante esta expedición?
—Santiago Tito: La idea surgió porque el jefe de la expedición, el general (Víctor) Figueroa, fue el conquistador del Polo Sur en el 2000 y se acercó a la Fundación (Criteria) para ver si podíamos empezar a programar una expedición al Polo Norte. Yo como presidente de la Fundación vi que esto podía encajar en nuestra área de cambio climático y empezamos a elaborar la idea de ir al Polo Norte, viendo cómo lo encajábamos con el tema de la consideración de medio ambiente.
—¿Cuánto tiempo después se concretó?
—Santiago Tito: Esto fue hace un año y medio. Después estuvimos trabajando un poco con las áreas del Ejército y armando todo con el Instituto Antártico Argentino. Un poco a las apuradas, porque en realidad es poco tiempo para armar tamaña expedición, pero por suerte salió todo muy bien.
—¿En qué consistió el entrenamiento previo?
—ST: Todos los que fuimos somos instructores de esquí y andinismo y además todos éramos tropas de operaciones especiales en montaña. Con lo cual, esto te daba una buena base para reunir a la gente y hacer entrenamientos específicos para el Ártico. Y durante este año de preparación, parte de los integrantes del equipo había estado en la Antártida y habían ido al Polo Sur, con lo cual juntamos las experiencias de ellos y empezamos a trabajar en trabajos puntuales para esto, en técnicas de rescate, manejo del frio, empezamos a trabajar y adaptarnos acá. Por ejemplo, tuvimos que entrenar en las canchas de polo con los esquíes en pleno verano porque no había forma de replicar el Ártico en verano. Pero bueno, con esfuerzo y trabajo en equipo se pudo lograr.
—Tengo entendido que hicieron un viaje al sur del país en las semanas previas
—ST: Se hizo un pequeño viaje a Caviahue, donde empezamos entrenamientos y después viajamos a Bariloche, donde hicimos algo más parecido. Estuvimos trabajando en el glaciar de Tronador, donde se juntó todo el equipo y ahí empezamos a hacer trabajos más específicos, como técnicas de rescate en grietas, trabajos con esquíes en la nieve. Y ahí fue el lugar donde todo el equipo compartió casi 10 días juntos conviviendo como para poder conocernos más e ir trabajando todo lo que era el espíritu de cuerpo.
—¿Cuáles fueron los mayores desafíos durante la expedición?
—ST: El primer gran golpe para nosotros fue la temperatura. A los -15ºC, el cuerpo se tiene que adaptar. Cuando uno se aleja de los hoteles, de lugares poblados, el tema de la temperatura es muy complicado. Cuatro o cinco veces por día, cuando nos enfriábamos, nos dolían las manos del frío cuando entra un punto en el que se puede llegar a congelar. Tenés que hacer todo muy rápido. Uno tiene que empezar a entrar en calor rápidamente marchando, pero cuando frena para descansar no pueden ser más de 10 minutos, porque enseguida uno se enfría. Y uno no puede usar mucha ropa, porque si usa mucha ropa transpira más y esa transpiración hace que todo se congele. De hecho, cuando llegábamos a armar el campamento, sacábamos las camperas y estaban todas congeladas. Por dentro era todo agua congelada que había que descongelar durante la noche para empezar el otro día seco. Eso creo que era lo más complicado. Después, el terreno. Un día podía ser fácil de transitar y otros días el casquete polar chocaba y hacía que se generaran lomas de burro de hielo. Había que sacar los esquíes y trineos, colgarlos y hacerlos pasar. Eso lleva tiempo y esfuerzo. Después, pasar por lugares donde el hielo era muy fino. Gracias a Dios, nunca sufrimos que se rompa, pero mientras transitábamos ese hielo existía la posibilidad de que alguno cayera al mar.
—Más allá de esto, ¿algún miembro del equipo sufrió otro problema?
—ST: Tuvimos pequeños resfríos que había que recuperar, o alguna dolencia particular de cada uno que la podíamos solucionar de noche con algún antiinflamatorio, pero ningún peligro puntual. Tenemos una anécdota que la va a contar Emiliano.
—Emiliano Curti: Estábamos atravesando una zona de unos cincuenta metros donde el terreno estaba muy irregular, con grandes bloques de hielo que sobresalían dos metros. Estaba muy complicada esa zona. Estaban terminando de pasar los dos últimos: uno era mi papá (Gustavo Curti) y el otro era (Luis) Cataldo. En eso, empezó a haber un ruido muy fuerte. Se empezó a mover muy fuerte el mar, se hundían algunos bloques y surgían otros. Faltaban todavía pasar dos y se tenían que apurar, porque tenían que salir de esa zona. La anécdota fue que nosotros estábamos más impresionados por ese movimiento y ese ruido, entonces le dijimos al camarógrafo que se apure a filmar eso, porque no lo habíamos visto nunca, y todavía quedaban dos tipos ahí. No pasó nada y gracias a Dios pudieron salir sin ningún tipo de problema.
El viaje nació como una iniciativa de la Fundación Criteria y contó con el apoyo del Ejército Argentino
—¿Cuántos kilómetros avanzaban por día? ¿Cómo se organizaban las jornadas?
—ST: El equipo estaba muy organizado. Nos levantábamos, lo primero que había que hacer es calentar el agua en los termos, poner agua hirviendo que íbamos a usar para hidratarnos durante las marchas. Rápidamente se llamaba al campamento, había que poner una hora específica en las carpas. Todos teníamos que salir a la misma hora, cargábamos todo en los trineos y salíamos a la marcha, que rondaban entre 6 y 7 horas seguidas. Cada una hora parábamos y teníamos 10 minutos para hidratarnos e ingerir alimentos: barras proteicas, chocolates, etcétera. Una vez que llegábamos después de transitar esas horas, se armaba de vuelta el campamento, que lo tenías que armar en 20 minutos, 25 minutos. Una vez que estaba, empezaba el otro trabajo, que era descongelar nieve y hielo para poder armar el agua con la que íbamos a cenar y preparar todos los termos. Y ahí preparábamos la comida, que es algo muy importante, porque para poder estar en estas temperaturas, teníamos que ingerir entre 6000 y 6500 calorías por día. Todo eso estaba distribuido entre el desayuno, las marchas y la cena. Por ejemplo, nos comíamos una manteca de 300 gramos todos los días cada uno.
—Por último, le pregunto cómo tomaron las muestras que realizaron para el Instituto Antártico Argentino.
—ST: Una vez que llegamos a armar el campamento, salíamos con una especie de taladro para romper el hielo y medíamos la profundidad del hielo donde estábamos. Después, en un lugar más cercano al Polo Norte, lo que hicimos fue sacar agua de mar a cinco metros de profundidad y la trajimos en frascos para el Instituto Antártico Argentino. Ellos las van a estar comparando con las muestras que tienen de la Antártida.
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