Fugados

Leonardo Abel Sinopoli Azcoaga, el cuarto requerido de la imagen.

El domingo por la noche se escapó de la Cárcel Central de Montevideo, Rocco Morabito, detenido en 2017 y a la espera de ser extraditado a Italia. Se fugó por la azotea. Se metió en una casa lindera, donde robó antes de desaparecer. Boquete, techos, entradera, robo y fuga. En esas cinco palabras resume la prensa lo que fue una fuga de película. El capo mafioso italiano escapó con otros tres extranjeros, informaron las autoridades uruguayas. Entre esos tres extranjeros está el paranaense Leonardo Abel Sinopoli Azcoaga.

Según informó el diario El País de Montevideo, Morabito y los otros tres presos escaparon de la Cárcel Central de Montevideo por la azotea de la Jefatura de Policía y se metieron en la casa de una vecina.

Morabito, quien fuera uno de los 10 delincuentes más buscados del mundo y detenido en Uruguay desde 2017 para extraditar a Italia, se fugó en la medianoche del domingo.

«Cuatro personas con arresto administrativo» alojadas en un centro de reclusión de Montevideo se «fugaron por las azoteas del edificio mediante boquete y copamiento (invasión) de una finca lindera», donde robaron dinero a los propietarios, informó el Ministerio del Interior en un comunicado.

«Entre los fugados se encuentra el italiano Rocco Morabito, quien estaba a la espera de su extradición por parte de la Justicia italiana siendo investigado por tráfico internacional de drogas», señaló el texto oficial.

Morabito fue detenido en 2017 en un hotel de Montevideo tras residir por años con otra identidad en el balneario uruguayo de Punta del Este. Era buscado desde 1995 por la justicia de su país por asociación ilícita y tráfico de drogas.

Según las autoridades uruguayas, el hombre de 52 años era «integrante de la Ndrangheta de la Mafia Calabressa». Y «estaba requerido por Italia desde 1995», con notificación roja emitida por Interpol, acusado de haber pertenecido de 1988 a 1994 a esa organización delictiva dedicada al tráfico internacional de drogas.

Siempre según esa información, Morabito se habría encargado de organizar el transporte de droga en Italia, su distribución en Milán, así como del intento de envío desde Brasil de 592 kilos de cocaína en 1992 y de 630 kilos de cocaína en 1993, entre otros delitos.

Según versiones de prensa, Morabito residió por 13 años en Punta del Este. Fue detenido en la capital uruguaya tras conseguir la residencia en Uruguay, a donde ingresó en 2004 con documentos falsos. Se alojó en 2017 en un céntrico hotel capitalino luego de discutir con su esposa y dejar su domicilio esteño.

En Uruguay fue detenido por falsificar sus documentos de identidad para vivir bajo el nombre falso de Francisco Antonio Capeletto Souza.

Sobre Morabito recae en Italia una condena en ausencia a 28 años de cárcel, que más tarde se amplió a 30 años.

Entre otros fugados, un paranaense

Además de Morabito, se fugaron Leonardo Abel Sinopoli Azcoaga, detenido por falsificación de documento y hurto y pedido en extradición por Brasil; Matías Sebastián Acosta González, también requerido por la justicia brasileña, y Bruno Ezequiel Díaz, detenido por un homicidio a solicitud de la justicia de Argentina, indicaron las autoridades uruguayas.

El derrotero del “ingeniero”

El 25 de agosto de 2016, el periodista Jorge Riani rescató la historia de Azcoaga y la publicó en la revista ANÁLISIS.

A continuación, se reproduce un fragmento de la pieza.

“Abel Sinópoli Azcoaga dicen los expedientes que llevan su nombre, es un embaucador que se vio enredado en cuestiones de estafa. Nacido en una casa de alta sociedad paranaense, Abel Leonardo se escapó de su destino palaciego y se manejó por otros andariveles: negociados con el Estado, operaciones con dinero falsificado en el extranjero, la cárcel y una internación en el neuropsiquiátrico para escapar de las garras de la Justicia.

En la década del ´90 se hizo conocido por aportar testimonios rimbombantes en el juicio por el crimen del escribano y funcionario Rubén Calero. Años más tarde, cayó preso en Brasil, pero desde allí involucró en su causa de ‘perseguido político’ al ex presidente De la Rúa.

Su mentira no logró imponerse y la Justicia argentina pidió la extradición al Brasil por otros cargos en el país.

Sin embargo, Sinópoli logró escapar del penal antes de ser traído y su fuga dejó tensa la relación entre ambas cancillerías. Hoy, nadie sabe dónde está este personaje que se hacía llamar ‘el ingeniero’. Las últimas noticias hablan de que se paseaba con una camioneta patentada en Punta del Este y de una nueva saga de estafas con casas para alquilar en la Costa Atlántica.

Si Leonardo Abel Sinópoli Azcoaga tuviera un ápice, una cutícula, un cabello de glamour, uno se podría referir a él como un ‘enfant terrible’. Pero sólo es posible decir de él que es un delincuente sin gracia, ni encanto. Le sobran historias desde antes de nacer y de su propia vida, aunque éstas sean opacas y queden relegadas a permanecer bajo las penumbras en las que se depositan las vergüenzas familiares.

Se presentaba como el ‘ingeniero’ y uno sabe, de antemano, que el título puede ser una de sus mentiras, como una verdad torcida. Es que la estafa ha sido uno de sus puntos fuertes, pero es verdad también que ciertos niños bien, antes de sucumbir a la vida licenciosa o directamente delictiva, cumplen el mandato familiar de aprobar materias para colgar el título en la pared y luego sí dedicarse a la vida que los apresa.

A nuestro ‘ingeniero’ no le faltan historias, y ha sido protagonista de la fuga de un penal brasileño que dejó en situación tensa a las cancillerías argentinas y carioca. Es que Sinópoli Azcoaga estuvo preso por estafa en el país vecino, pero a la vez su presencia era requerida por la Justicia argentina, por causas pendientes aquí. Entonces pesaba sobre su humanidad un pedido de extradición. Ya se sabe: los detenidos con pedido de extradición siempre son doblemente custodiado por respeto al país que lo requiere. Pero el entrerriano Sinópolis logró fugarse y puso fría la relación bilateral representada por funcionarios de la burocracia de cancillerías sudamericanas.

Por decoro o por pereza, la prensa no ha ligado aún el nombre de Sinópoli Azcoaga como el de Mildred Burton, su madre.

Mildred era una mujer de la sociedad paqueta paranaense. Su casa, en Paraná, era una expresión británica. Pero la mujer convirtió esa pacatería en posibilidades de crecimiento y libertad que, junto a un talento asombroso, la convirtieron en una de las pintoras más cotizadas y celebradas del vanguardismo argentino.

Sus cuadros se vendían a precios exorbitantes en las mejores salas del primer mundo. Un día, la escritora Celeste Mendaro le contó a este cronista que había estado entrevistando a Mildred Burton mientras pintaba uno de los dos cuadros que pensaba dejarle a su hijo como toda herencia. ‘Con dos cuadros de estos yo sé que él estará bien’, decía. Pero no fue así.

British total

Mildred Burton quiso dejarle algunos cuadros a su hijo Abel para que se defienda en la vida. Pero eso no le alcanzó. Dijo mama Mildred sobre sí misma: ‘Creo que con los primeros y arrugados arrumacos de la casona inglesa de Entre Ríos, llenos de fabulas y símbolos, comenzó a germinar en mi la semilla celosamente guardad entre carnecitas rosas y rulitos de puro rojo irlandés. ¡Toda una perfecta miniatura Burton Doll! ¡Millie Lee!: blanca, rubia y ojiclara; un pequeño y poderoso estandarte de castas, luchas, controversias y sangre, pero british total. ¡Qué fiasco! No tuvieron en cuenta que nací un 28 de diciembre en América del Sur entre achiras, ceibos, yaguaretés y curiyús, y bajo la advocación de Ajotaj, viento vengador latinoamericano’”.

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