Violencia de género: ¿sirve atender a varones agresores?
La tarea es cuestionada por algunos sectores del feminismo, pero los autores de la iniciativa creen que es indispensable. Un recorrido por la experiencia revela que no es suficiente ni accesible.
Un relevamiento nacional de dispositivos que trabajan con varones con conductas violentas fue lanzado en febrero por el Instituto Masculinidades y Cambio Social. El resultado reveló que no son suficientes: hay solamente 24 talleres disponibles en la provincia de Buenos Aires y faltan en muchos puntos de la geografía del país.
Este tipo de trabajo con agresores es cuestionado por sectores del movimiento feminista, pero los gestores de la iniciativa opinan que ya no es posible combatir la violencia sin darle atención a los varones.
El Instituto surgió en el 2018 como una apuesta a reunir experiencias de personas que desde la Salud pública, la gestión pública y las universidades venía trabajando en el área. «En la universidad, por ejemplo, algunos miembros estaban en contacto con denunciados en el marco de los protocolos de atención por violencia de género. En mi caso, estaba dentro de un colectivo de varones antipatriarcales», dice Lucho Fabbri, docente e investigador, integrante del Instituto.
«La tarea de promoción y prevención de violencia en adolescentes y jóvenes y la de atención a varones que ejercen violencia son específicas, pero tienen en común que en todos los casos hablamos de que la masculinidad es una construcción social y que es posible desaprender determinadas conductas», asegura Fabbri. «Asumimos como varones mandatos que nos ubican en posiciones de jerarquía, de desigualdad con respecto a las mujeres, pero también al resto de las identidades de género».
No es posible enfrentar la violencia machista sin trabajar con los perpetradores.
La intención es que los varones puedan cuestionarse y «deconstruir» esa masculinidad y no sientan rechazo por los feminismos, que creen destinados a favorecer solamente a las mujeres. «Hay padecimiento de algunos, en función de la jerarquía interna que hay dentro de las masculinidades», señala el investigador. No es lo mismo un varón migrante que un varón blanco de clase media. Se les requiere a todos, por otro lado, fortaleza, potencia sexual, habilidad para proteger, valentía.
«Por eso, trabajamos con los varones para que comprendan que somos sujetos de género, que la perspectiva de género no es solamente una construcción que favorece a las mujeres y a la población LGTB, sino que nos libera a los varones«, argumenta.
Herramientas y datos
El Instituto no realiza talleres, sino que se dedica actualmente a la formación de redes y la producción de materiales pedagógicos que están disponibles gratuitamente en Internet para ser utilizados por quienes coordinen esos dispositivos. «Hay cuatro unidades téoricas, cuatro talleres y cuatro materiales audiovisuales que produjimos con el grupo Privilegiados y el respaldo de la iniciativa Spotlight en la Argentina», agrega el investigador. La iniciativa Spotlight de la Unión Europea y las Naciones Unidas apunta a la eliminación de toda forma de violencia contra las mujeres y las niñas.
El relevamiento que se lanzó hace dos meses surgió por la necesidad de rastrear e identificar los recursos que están en funcionamiento a nivel federal, tanto en cuanto a prevención y promoción, con jóvenes y adolescentes, como en cuanto a dispositivos de asistencia, atención y acompañamiento a varones agresores. «En esta primera etapa nos propusimos identificar cuáles son las expectativas de la sociedad en relación con estos trabajos. Es decir, no fue solamente un relevamiento a ser respondido por los integrantes de los dispositivos sino por todas las personas interesadas«, explica Fabbri.
«Estamos haciendo el análisis de las respuestas y desarrollando alianzas para la segunda fase del mapeo, que incluirá una plataforma digital donde se puedan localizar recursos cercanos y donde sea posible seguir aportando datos para ampliar ese mapa de recursos, tanto para el Estado como para la ciudadanía en general. Es decir, será una plataforma colaborativa, no unidireccional», agrega.
Un trabajo polémico
Fabbri es consciente de que ciertos sectores del feminismo son críticos de las tareas con varones con conductas violentas y no esquiva la respuesta: «Hubo diferentes reacciones de los movimientos feministas, que por supuesto son útiles, variadas y heterogéneas como son los feminismos. Han ido cambiando a lo largo del tiempo. Yo creo que desde el 2009, cuando armamos el primer colectivo de varones antipatriarcales en La Plata está mucho más consolidado el consenso acerca de la necesidad de trabajar con varones en la problematización de la masculinidad».
«Genera un poco más de polémica el trabajo con varones agresores, en relación a qué metodología usan los dispositivos, qué formación tienen los profesionales a cargo. Pero creo que cada vez queda más claro que no es posible enfrentar la violencia machista sin trabajar con los perpetradores«, opina.
El docente cree que no hay que alarmarse ante las situaciones de descreimiento, sino que hay que hacer de la sospecha algo productivo: «Hay que comunicar bien lo que hacemos y el impacto que puede tener. El trabajo con varones debe hacerse desde la perspectiva feminista, no no sentimos por fuera de ese enfoque. De hecho, trabajamos con varones porque los feminismos nos han interpelado«.
Veinte años contra las violencias
Cuando en plena crisis del 2001 se hizo necesario asistir a mujeres víctimas de violencia de género en el conurbano en el marco de la situación social y económica, resultó evidente que era necesaria alguna iniciativa dirigida a los varones. «A partir de entonces, dice Beatriz Cozzitorti, de la Fundación Decidir, se armó en Moreno un grupo para varones que ejercían o habían ejercido violencia. No se trata de espacios de reflexión, tienen el modelo psicosocioeducativo, trabaja las violencias hacia las mujeres de varones adultos ahora diríamos heteronormativos«.
Las leyes y la realidad fueron evolucionando mucho desde hace 20 años. «Nos fuimos aggiornando. Ya en 2002 trabajábamos el concepto Ni Una Menos en el barrio en Moreno», recuerda. Desde entonces, han capacitado en perspectiva de género a juzgados, equipos de la policía e institutos penales.
«Hace 15 años nos llegaban varones de distintos distritos, porque los fiscales conocían de nuestra existencia y había muy pocos lugares como el nuestro. Ahora vienen derivados de distintas instituciones, fiscalías y juzgados, Patronato de Liberados, en general mayores de 18 años», enumera Beatriz, que trabaja también en la Dirección de Género del municipio local.
Utilizar distintas estrategias para eludir la asistencia, que es obligatoria.
«Son contados los derivados de instituciones educativas, y esto es llamativo, porque la escuela es uno de los lugares de control del varón sobre la mujer, lo que evidencia que entre educadores todavía no se registra la necesidad de que desaprendan conductas», lamenta.
Los participantes en los talleres utilizan distintas estrategias para eludir la asistencia, que es obligatoria. «Se presentan cuando les faltan pocos días para que se les venza una orden de exclusión o perimetral. Tal vez con el asesoramiento de algún abogado o por su propia suspicacia, se acercan entonces cuatro veces y no vienen más», se queja.
«El dispositivo está pensado para una duración de un año a un año y medio. El varón atraviesa una entrevista de admisión, se le hace una evaluación de riesgo, un potencial letal. Hay que pensar si es una persona que puede estar en el espacio y formar parte de un grupo, o si necesita un espacio psicoterapéutico de otro nivel, más individual, por que se trata de un caso que tiene una complejidad o riesgo mayor», detalla Cozzitorti.
En el marco del proceso, la meta es que asistiendo a los grupos, el varón pueda bajar su nivel de riesgo, modificar su modo de sentir, pensar y actuar en relación a las mujeres. «Se trata de que reconozca su problema. La violencia es una conducta social mal aprendida y no una patología, una enfermedad. Hay dificultades, porque son varones que no manifiestan fácilmente sus sentimientos en el grupo. También les cuesta hablar de su sexualidad. Se trata de que deconstruyan sus relaciones con los hijos, con el disfrute incluso, porque les resulta difícil relajarse, eludir el deber ser», sostiene .
La violencia es una conducta social mal aprendida, no una patología.
Con el grupo también se trabajan los micromachismos, esas manifestaciones aparentemente menos graves de la violencia que horadan la autoestima de las mujeres y los estereotipos de género.
«Cuando empecé a trabajar en esto, los varones se presentaban y preguntaban por mi colega varón, Marcelo Romano. ‘Vengo a ver al licenciado’, decían, porque asumían que ‘estas cosas se arreglan entre hombres’ y que ‘a este me lo meto en el bolsillo'», relata.
«Tienden a victimizarse, a autojustificarse, caen en la trampa del patriarcado. No hubo nunca una reacción violenta física, pero manejan la ira no contestando. Muchas veces cuando llegan tienen formas despóticas de comunicación, alegan que no pueden venir en ese horario, que no tienen tiempo y cosas por el estilo» refiere la especialista. «Jamás hubo explosiones, pero si evasivas, silencio, no participación. Eso nos sirve, es alimento balanceado para poder trabajar en otro momento. Porque ese tipo de actitud pueden reproducirlo en sus casas, en sus vínculos privados y no solo con las mujeres».
La mayor parte de los concurrentes permanecen en el grupo unos siete meses. «Podríamos decir que un 40 por ciento logra bajar el nivel de riesgo. A mi me gusta decir eso, no me gusta hablar de transformaciones exitosas. Repiensan sus maneras, bajan las violencias más extremas. Si podemos salvarle la vida a una sola mujer, está bien» sostiene.
«Los juzgados de familia que los mandan, no controlan. No hay medidas punitivas para el varón que no asiste. Sé que están desbordados, pero tendría que haber otra actitud por parte de la justicia. Porque en general los varones quieren sacarse de encima el grupo, creen que es un trámite, quieren desembarazarse de la causa «, apunta.
«Nosotras hablamos con las mujeres o exmujeres. Somos una organización feminista que tiene esta forma de insertarse en la lucha por la vida libre de violencias. Y a los participantes en los grupos les decimos que, trabajamos con ellos pensando en las mujeres«, sentencia Cozzitorti.
La profesional cree que el fortalecimiento de experiencias como esta podrían contribuir a bajar la tasa de femicidios, y señala un déficit a dos puntas. No hay suficiente oferta de asistencia, pero la cifra de varones denunciados que son referidos por la justicia también es baja. «Dispositivos de atención para varones agresores, que no es lo mismo que grupos de reflexión, hay pocos, y son también escasas las derivaciones de la justicia de familia en relación con las denuncias por violencia», concluye.
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