Menos horas de sol, más tiempo bajo techo y un sistema inmune que necesita un aliado. Cómo evitar el déficit de este nutriente en la temporada fría.

En invierno, la menor exposición solar aumenta el riesgo de déficit de vitamina D, clave para el sistema inmune y el ánimo. (Foto: Adobe Stock)
En invierno, la menor exposición solar aumenta el riesgo de déficit de vitamina D, clave para el sistema inmune y el ánimo. (Foto: Adobe Stock)

El invierno trae abrigo, comidas reconfortantes y muchas menos horas de exposición solar. Y con eso, un detalle que a veces pasa desapercibido: se complica la síntesis de vitamina D, un nutriente fundamental para la salud ósea, el sistema inmune y hasta el estado de ánimo.

Según la Mayo Clinic y la Endocrine Society, entre el 40% y el 60% de la población mundial podría tener niveles bajos de vitamina D, especialmente en los meses de frío. Y no es solo una cuestión de huesos: estudios publicados por Harvard Health muestran que la falta de esta vitamina se relaciona con más infecciones respiratorias, fatiga crónica y mayor riesgo de depresión estacional.

Una vitamina que depende del sol

La vitamina D es conocida como “la vitamina del sol” porque nuestro cuerpo la produce cuando la piel se expone a la radiación ultravioleta. En invierno, pasamos más horas en interiores, usamos más ropa y el sol tiene menor intensidad. Como resultado, la síntesis se reduce y aparece el riesgo de déficit.

Aprovechar los momentos de sol, sumar alimentos ricos en vitamina D y consultar con un profesional son pasos clave para cuidar tu salud. (Foto: Adobe Stock)
Aprovechar los momentos de sol, sumar alimentos ricos en vitamina D y consultar con un profesional son pasos clave para cuidar tu salud. (Foto: Adobe Stock)

Especialistas de la Endocrine Society destacan que los grupos más vulnerables son los adultos mayores, niños y personas con piel más oscura, ya que la pigmentación reduce la capacidad de producir vitamina D a partir del sol.

Síntomas de alerta

¿Cómo saber si hace falta reforzarla? Los signos más comunes incluyen:

  • Cansancio.
  • Dolores musculares.
  • Infecciones respiratorias frecuentes.
  • Bajo estado de ánimo o apatía invernal.

Según Mayo Clinic, la falta crónica puede derivar en pérdida de densidad ósea, osteoporosis o fracturas. Por eso, ante dudas, siempre es recomendable consultar con un profesional y evaluar niveles con análisis de sangre.

Cómo cuidar tus niveles con pequeños cambios

Aunque la principal fuente es la exposición solar, la dieta ayuda a sumar vitamina D: pescados grasos como salmón o caballa, lácteos fortificados, huevos y hongos son buenos aliados.

La Harvard Medical School recomienda, además, aprovechar ventanas de sol durante el día, exponiendo cara y brazos entre 10 y 30 minutos varias veces a la semana, siempre con cuidado para proteger la piel. En casos específicos, los suplementos pueden ser necesarios, pero solo bajo indicación profesional.