El texto «La sistematización del abuso sexual sobre los niños» que la escritora, terapeuta y especialista en crianza Laura Gutman escribió hizo estallar la polémica en las redes sociales y provocó la reacción inmediata de padres, víctimas y especialistas.

Consultada por Infobae, Gutman expresó: «Se ha tergiversado completamente lo que explico en mi texto. No voy a responder a las agresiones, ni al destrato que he recibido. Prefiero dejar las cosas así, y que cada uno entienda lo que pueda. Es un tema para hablarlo largamente o decidiré escribir más tranquila al respecto, pero no lo voy a hacer desde la polémica de alguien que no entendió nada».

Infobae publica el texto completo que escribió Gutman y el análisis sobre la carta que realizó una especialista en abuso sexual infantil.

Dice Gutman: Los abusos no los cometemos las personas de mente atormentada. No. Somos personas como casi todos, un poco más hambrientos y un poco más torpes, porque al fin y al cabo lo único que hacemos es tratar de nutrirnos, pero de una manera burda y estúpida.

Los adultos nos enamoramos de un niño necesitado, solo, desamparado y que nos inspira ternura. ¿Por qué? Porque ese niño nos recuerda al niño que fuimos: tímidos, exigidos y a la deriva. Ese niño ejerce sobre nosotros una atracción automática. Queremos protegerlo y amarlo de alguna manera. ¿Cuál es el problema? El problema es que somos totalmente inmaduros. ¿Por qué? Porque no fuimos amados durante nuestra niñez, ni cuidados, ni protegidos ni amparados. Crecimos esperando obtener amor alguna vez. Así crecimos. Pero nuestra capacidad emocional se estancó en aquella espera. Vivimos dentro de un cuerpo de adulto pero tenemos organizadas las emociones como si fuéramos niños hambrientos.

¿Qué nos pasa cuando nos relacionamos con un niño tierno? Lo queremos devorar. ¿Cómo lo devoramos? Lo tocamos. Lo acariciamos. Lo abrazamos, nos frotamos contra él. Le compramos regalos. La confidencialidad compartida, el secreto guardado entre ambos como un estupendo tesoro y los pequeños momentos de encuentro son vividos -desde nuestra emocionalidad infantil- como un momento sublime. ¿Pero acaso no nos damos cuenta que estamos haciendo algo malo? Depende. Podemos percibir que es una relación socialmente condenable. Pero honestamente, también es condenable que nuestra infancia haya sido horrible, que nadie se haya ocupado de nosotros o incluso que la única persona que nos cuidó, nos haya proporcionado amor bajo la misma forma de abuso. ¿Entonces? ¿Qué es lo que está bien y qué es lo que está mal? Desde nuestro punto de vista de adultos con emocionalidad de niños…sólo tratamos de satisfacer nuestro vacío.

En diálogo con Infobae, Sonia Almada, psicoanalista de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y especialista en abuso sexual infantil se refiere a la carta de Gutman: «Es un texto que ante todo no piensa en las víctimas. Y lo que hace, con una enorme ligereza y desconocimiento del tema, es ignorar las profundas consecuencias del abuso sexual infantil. Pareciera que el escrito está pensado para comprender la psicología del pedófilo. Y eso es algo grave para quienes trabajamos con víctimas».

Continúa el texto de Gutman¿Pero cómo vamos a afirmar algo así tan alegremente, sin tomar en cuenta las horribles repercusiones que tiene el abuso sistemático sobre un niño?

Por supuesto que las consecuencias son nefastas. Sin embargo es preciso que comprendamos las dinámicas completas con la lógica que las sostiene, si nos interesa abandonar las instancias cotidianas de dominación. Porque rasgarnos las vestiduras proclamando que el abuso sexual es algo horrible e inhumano y que todos los violadores tienen que ir a la cárcel, está muy bien pero no sirve para nada. Miremos de frente la realidad. Mucho más espantoso es el desamparo cotidiano e invisible que vivimos los niños abusados y que nos obliga a arrojarnos al interior de cualquier cueva que encontremos, buscando amor. Luego -cuando devenimos mayores- quizás recordemos el abuso sexual como una experiencia terrible pero no tendremos conciencia de la entrega de nuestra madre o de quienes tenían que cuidarnos. Al contrario, nos convertiremos en los más firmes defensores de quienes nos lanzaron a la fosa de los leones.

Puntualiza Almada: «Gutman a lo largo de sus líneas nos quiere hacer creer que el pedófilo es un ser incomprendido. Hay que ser precisos sobre todo para llevar paz y sosiego a las víctimas de abuso: todo niño que fue abusado en su infancia no se convertirá en un pedófilo en el futuro. Puede ocurrir en algún caso, pero no hay reglas psicológicas al respecto. Entonces, desarrollar esta lógica de pensamiento que traza Gutman sobre el abuso infantil es un argumento falaz».

EN GENERAL EL ABUSO SEXUAL INFANTIL OCURRE DENTRO DEL ENTORNO FAMILIAR DE LA VÍCTIMA O EN LOS GRUPOS DE REFERENCIA FAMILIAR

En general, el abuso sexual infantil ocurre dentro del entorno familiar de la víctima o en los grupos de referencia familiar. Se trata de los amigos de los padres, maestros; todos personajes y protagonistas donde el niño puede hacer una transferencia familiar y de su vida cotidiana.

Agrega Almada: «Muchas veces cuando en la consulta clínica se trabaja con niños abusados, aparece una angustia recurrente en ellos mismos: quieren tener una respuesta sobre por qué pasó lo que pasó. Ahí decido citar al pedófilo, para poder ahondar con más detalle en la historia. Y muy contrariamente a lo que plantea Gutman, no aparece un niño desamparado, sino que en la mayoría de los casos aparece un personaje sin remordimientos y sin noción ni criterio alguno del profundo daño que ha generado en ese niño».

«Cuando pienso en el drama de un niño violado, manoseado; en sus noches de terror e insomnio; tan vulnerable y sin poder defenderse, el texto de Gutman me da escalofríos».

Concluye Almada: «Gutman en su texto pretende ‘barrer’ con una posición moral de época sobre el abuso sexual infantil. Pero quiero decirle a Gutman que la ética es otra cosa: es tratar al semejante como se quiere que lo traten a uno mismo. Y desde ningún punto de vista, defender la posición psíquica de un pedófilo es válida. Además, el pedófilo tuvo una elección ética si fue abusado en la infancia; puede tomar la elección de no dañar a nadie como lo han dañado a él. La víctima, en cambio, no tuvo ninguna elección».