Carlos Melconian: "Lo que hubo no fue gradualismo, fue inacción"
El economista evalúa críticamente la falta de ajuste fiscal en los dos primeros años de gobierno de Macri. El martes presenta su libro «Cantar la justa».
De entrecasa y con vestimenta informal, Carlos Melconian recibió a Infobae en su hogar en Palermo. Recién llegado de una conferencia en Punta del Este, el economista habló sobre el complejo escenario que tiene por delante la Argentina. Se le nota que quiere pasar un mensaje a la clase política y a la sociedad: para recuperar la credibilidad, el próximo gobierno deberá poner en marcha un programa consistente, que sobre todas las cosas privilegie el equilibrio fiscal. «Hay que terminar con la grieta económica, todos nos tenemos que poner de acuerdo con principios básicos porque de esto no se sale con una persona sola», asegura.
Melconian reconoce que tiene un diálogo fluido con Alberto Fernández desde 2005 y destaca sus expresiones sobre la necesidad de recuperar los superávit gemelos: comercial y fiscal. Pero por sobre todas las cosas busca influir o marcar la cancha sobre la etapa que se viene: «Lo más importante es decir la verdad sobre dónde estamos parados, aunque a la gente no le guste escucharlo».
«Yo reivindico el gradualismo -sostiene-, pero lo que hubo en el gobierno de Macri no fue gradualismo, fue inacción».
A su ajetreada agenda le suma por estos días el lanzamiento de su flamante libro, Cantar la justa. «Significa decir siempre las cosas como son, sin dar vueltas. Y eso hace a la confianza que genera uno, pero que también es importante que genere el país».
Durante la entrevista le escapa a las visiones apocalípticas, aunque reconoce que no será fácil salir. «No compro las histerias de los mercados; con un plan consistente es posible dejar atrás estos ocho años de estanflación». También adelanta que se viene un proceso arduo relacionado con la deuda, que no será precisamente un «canje amigable», sino un proceso de reestructuración con quita de capital e intereses.
A continuación, los principales pasajes de la entrevista:
— Un reciente trabajo técnico de Federico Sturzenegger señaló que no se le puede echar la culpa a la herencia recibida por el fracaso económico de la gestión de Mauricio Macri. ¿Qué opinás?
— Coincido parcialmente. He sido muy crítico con la herencia porque era muy pesada. Simultáneamente hay que agregar el tema de la mala praxis. Como presidente del Banco Nación ya lo había hecho público, no es que me monto a la oleada de críticas luego de las PASO. En general, los ministros de Economía -espero no caer en el mismo error si me toca algún día- se arrepienten fuera de tiempo o tratan de defender el papel que les tocó. No es algo que me caiga bien.
— La mala praxis está relacionada con decisiones adoptadas en el Gobierno de Macri, particularmente el gradualismo fiscal?
—Hay que erradicar la idea de shock versus gradualismo, nunca se discutió, a lo sumo era consistencia versus inconsistencia. Quiero revitalizar el gradualismo para el futuro, porque en realidad lo que hubo fue inacción, no gradualismo. No es una cuestión de nombre ni de camiseta partidaria. Tenemos que salir de la grieta económica, basta de gradualismo, shock o keynesianismo. Eso quedó obsoleto.
Si me toca algún día espero no caer en el mismo error. No me gusta los que se van de un puesto en el equipo económico y después critican lo que se hizo o le echan la culpa a los otros de los errores
—¿Hay una salida posible ante semejante avance de la crisis?
—El tema central es que llevamos ocho años de estanflación, es decir recesión con inflación. Se hace muy difícil sortear este escollo. Por tomarlo como un hecho ideológico se entró en el conflicto de creer que Argentina podía tener un régimen cambiario de país de primer mundo de flotación sin restricciones, más el lío que habías recibido. Financiar gasto público con deuda externa te mete irremediablemente en este conflicto. Argentina se metió sola en este problema, porque fue advertida con tiempo. El crédito va a tardar en volver, pero lo que no podemos perder es el crédito de la palabra. A la gente no se le puede mentir, hay que decirle las cosas como son; primero queda shockeada pero va a ser siempre preferible.
—¿Es decir que hay que blanquear de entrada desde el arranque dónde estamos parados, una vez que asuma el nuevo Gobierno?
—Si es Macri, ya lo viene haciendo, y si es Alberto Fernández, no tendrá otro remedio que decir que esto lo heredó. Pero después tenés que arreglarlo, más allá de tener un poco más de tiempo por reconocer los problemas heredados. La cuestión central es cómo utilizás el instrumental para tener un buen diagnóstico y dejar atrás la estanflación. Hay que discutirlo sin camiseta ni ideología. Hoy Argentina es un país descapitalizado y los procesos de distribución precisan que haya lo que distribuir.
Al que le toca asumir tendrá que arrancar diciendo la verdad, aun cuando a la gente no le guste. Si le toca a Alberto Fernández, podrá hablar de la herencia pero enseguida deberá abocarse a solucionar los problemas
—Hablando de estanflación, ¿la economía tiene peligro de enfrentar un proceso de hiperinflación?
—Nosotros siempre estamos detrás de los temas económicos para opinar con propiedad. La pregunta está abierta, pero no podría ser contundente en dar una respuesta, como sí dijimos que Argentina no podía sostener un tipo de cambio flotante o que podríamos entrar en un problema de deuda. No me sentiría tan seguro en concluir que esto podría terminar en un proceso hiperinflacionario. Siempre hay instrumental para evitarla. Para llegar a la hiper tuviste varios años de inflación de tres dígitos en la década de 1980. Habría que ver si han cambiado o no las dinámicas de aquel momento. No podría dar una respuesta contundente.
—¿Se puede evitar el default de la deuda?
—Si me decís al estilo 2001 vivándolo, en el Congreso, la respuesta es positiva. Respecto a lo que se viene, la Argentina deberá ir a un proceso de reestructuración. No existe en concepto de canje amigable. Si tenés un problema fiscal, cuando vas a un proceso de renegociación tenés que conseguir una mejora, si no, no sirve.
—¿O sea que el canje de deuda sin quita propuesto por el Gobierno es inaplicable?
—Si no hay quita de capital ni de intereses, vamos a un megacanje. Si el valor presente no cambia y no mejora la situación fiscal del país estamos como cuando vinimos de España. Si hay algo que de esta manera no se puede pagar y lo canjeás por otra cosa que no me implica una mejora de donde vengo no tiene sentido.
Un canje amigable no sirve porque no te alivia los pagos que tenés que hacer. Por eso es inevitable un proceso de reestructuración de la deuda, con quitas de capital e intereses
-¿Cómo imaginás el 2020?
—Estoy dispuesto a abrir todos los debates que hagan falta. Hay que erradicar el falso dilema del ajuste. La onda de decir boludeces y luego hacer otra cosa no es mi estilo. Si tenés un agujero tenés que decir de dónde lo vas a financiar. Estás con un gasto público arriba de su promedio histórico y una presión fiscal arriba del promedio histórico. Y si sumás intereses es enorme el agujero. Ya no tenés deuda para cubrir, ¿vas a hacerlo con emisión del Banco Central? ¿Y la parte de dólares? Erradiquemos que la palabra equilibrio es una palabra ortodoxa. Algunos tipos lógicos dicen no podemos más elaborar una política sobre la base del ajuste. ¿Pero me lo traducís para Doña Rosa, que le expliquen que es esto? ¿A qué se refiere? ¿Vos creés que hay alguien que quiere agarrar la manija para cagar a la gente? Te tiran la papa caliente, pero ingreso y egreso tiene que estar equilibrado. Esto no lo puede resolver una sola persona, hace falta un diagnóstico básico, no quiero decir único.
—¿Qué opinás sobre el Pacto Social que promueve Alberto Fernández?
—No tengo ningún problema con tener un acuerdo donde todos se sientan y firman, sobre la base de un programa orgánico. Después que firmaste, hay que poner la cara, decir en qué consiste el plan que está detrás del Pacto Social. Si me decís que viene de la mano de la política fiscal y otras cuestiones. Si no, me hace acordar al voluntarismo de Bernardo Grinspun, el primer ministro de Economía de Raúl Alfonsín. Las inconsistencias de aquel período derivaron en el Plan Austral.
—Hay una fuerte ola negativa entre bancos de inversión, calificadoras y otros jugadores internacionales sobre la Argentina. ¿Es posible torcer esas malas expectativas y regenerar la confianza?
—Le doy una gran importancia al concepto de confianza. Que en el mundo crean que sos confiable es vital, en la vida hay que serlo. Ni remotamente me prendo a la histeria de las calificadoras o de los bancos, esos ataques de locura que me meten en país emergente o caigo a fronterizo. Soy lo contrario de eso. Prefiero pensar cómo se sale desde el capitalismo, el comercio internacional o la apertura al mundo
—¿Hay que renegociar el acuerdo con el FMI?
— Al Fondo Monetario van los enfermos. En la vida no quiero ir ni al hospital ni a la clínica y de la misma manera no quiero ir al FMI. Es un actor en todo esto, porque hay que ver cómo pedaleamos el préstamo. No podés decirle que no le vas a pagar, porque nos prestaron 50.000 millones de dólares. La pregunta es por qué precisaste ese monto. Esto pasó por un agujero que no quisiste ajustar. Y ahora hay otro más para ir a buscar.
— Alberto Fernández destaca que con Néstor Kirchner hubo superávit comercial y fiscal. ¿Tuviste oportunidad de discutirlo con él?
— Lo dijo él públicamente, pero te puedo decir que desde 2005 hemos hablado con él en forma ininterrumpida. Gana Alberto y se transparenta que yo dialogo con él. Hasta hace tres meses dialogaba con el ciudadano, ahora con el candidato a presidente. Respecto a tu pregunta, la actitud de ir por esos equilibrios es destacable.
—Existe entre los inversores una visión muy negativa de lo que viene. ¿Se puede dar vuelta?
—Argentina tiene historia de sentimientos negativos que se revierten a partir de la acción. Nunca he creído en las reversiones solo por expectativas. Sucede y ayuda, pero luego deben venir los fundamentos. Cuando la reversión viene solo por expectativa no me gusta mucho. Prefiero que suceda sobre bases sólidas. El primer tipo que estaría con temor por una reversión solo por expectativa soy yo. Si no está realmente fundado el cambio de expectativa, es peor.
— Pero algunas frases de Juan Grabois, de referentes de la Cámpora o la de la propia Cristina Kirchner generan esta reacción de los mercados…
— Con independencia de que yo explique que se dio el proceso de temor sobre quienes ganaron, esto sucedió sobre una fragilidad económica. Ni en Brasil cuando ganó Lula pasó esto, porque Fernando Cardoso había armado algo muy sólido. Igual firmaron ambos un acuerdo y lo rubricaron ante el FMI. Lo mismo pasa en Uruguay, cuando el Frente Amplio gana se arma un lío bárbaro. Está claro que en la Argentina se asoció una historia con fragilidad económica. Acorde a los resultados no me equivoque, cuando en su momento decía que contra una posible victoria de Cristina no había vacuna. Me gustaría escuchar de Alberto Fernández si gana que va a desarrollar un programa de unión nacional y que es consistente desde lo económico.
— ¿Qué significa «Cantar la justa», el nombre de tu flamante libro?
— Cantar la justa es no mentir. Más allá del lenguaje y la semántica es no decirle a la gente lo que quiere escuchar, sino la verdad. Es una cuestión permanente, es un formato de decirle la verdad a la gente. El libro termina diciendo el crédito tarda mucho en construirse y se va muy rápido.
— ¿A Macri le «cantaste la justa» cuando te convocó para hacerte cargo de la economía en septiembre del año pasado? ¿Tal vez por eso no se terminó dando?
— No lo sé, pero yo soy un cantador de justas. Teníamos diseñado un esquema segmentado y libre donde la palabra no era control de cambios, pero sí algunos precios diferenciados. No creo en el movimiento libre y total de capitales. Colegas tuyos me siguen tomando como la voz ortodoxa que corro a Macri por derecha, es todo mentira. No sé si eso me impidió llegar al ministerio de Hacienda, tampoco importa porque no es un problema de nombres.