El análisis de las estadísticas muestra cómo la pandemia potenció los desequilibrios existentes en el mercado laboral.

Un informe de coyuntura del Centro Interdisciplinario de Estudios de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNER refleja no sólo el fuerte impacto de la pandemia sobre el mercado laboral sino que llama la atención sobre los alcances y limitaciones de los modelos económicos que vienen siendo aplicados. Las autoras son Cristela Roude y Rocío Agustina Arce.

 

Roude y Arce sostienen que “la actual situación a causa de la pandemia del COVID-19 ha azotado fuertemente la economía mundial, profundizando la destrucción masiva de puestos de trabajo, el aumento de la precarización laboral y la consecuente ampliación de las brechas socioeconómicas”.

En su diagnóstico repasan que “el aislamiento y posterior distanciamiento, dispuesto por el Gobierno, además de contribuir en la disminución de la propagación del virus, implicó la paralización de los circuitos de producción, distribución, circulación y consumo de bienes y servicios de la economía”.

Comparten que “la situación es compleja y los números publicados recientemente lo demuestran: millones de argentinos/as bajo la línea de pobreza, miles de nuevos desocupados e inactivos y una gran parte de la sociedad con claras dificultades económicas”.

En ese sentido, subrayan que “la pandemia golpeó fuertemente al mercado laboral argentino, pese a las políticas implementadas por el Gobierno para minimizar el efecto de la misma, y agudizó la crisis de empleo que se venía configurando previo al COVID-19”.

A partir de los datos publicados recientemente por el INDEC, Roude y Arce analizaron los efectos de la pandemia durante los primeros meses del aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) en los indicadores laborales.

Impacto de la pandemia

El informe explica que el mercado laboral argentino, se caracteriza por su volatilidad e inestabilidad y la presencia de un núcleo duro de trabajadores informales. La crisis del coronavirus encontró al mercado del trabajo en un momento de suma fragilidad, con un alto nivel de desempleo y un fuerte deterioro en la calidad de los puestos de trabajo.

Y que los últimos datos publicados por el INDEC muestran la drástica y difícil situación que afronta la Argentina en términos laborales.

“Si bien era previsible un desmejoramiento de las tasas, el panorama es aún más complejo de lo esperado”, postulan, al hacer notar que “entre los meses de abril y junio de este año se evidenció una acelerada contracción de las tasas de actividad y empleo, explicada fuertemente por la destrucción y precarización de los puestos de trabajo”. Estos resultados dan cuenta del efecto que tuvo la pandemia del COVID-19 en nuestro país, observan.

Roude y Arce añaden que “si bien todos los indicadores mostraron modificaciones, el mayor impacto recayó sobre la tasa de empleo”. Y desarrollan la idea. “La tasa de actividad, es decir el total de la población económicamente activa en relación a la población total, se contrajo sustancialmente: se ubicó -para el total de aglomerados- en un 38,4%, mostrando una caída de 9,3 puntos porcentuales con respecto al segundo trimestre del año pasado”.

El aislamiento social, preventivo y obligatorio modificó la dinámica y estructura del mercado laboral argentino, imposibilitando el desarrollo de las actividades laborales habituales de una gran parte de la población.

“Este comportamiento registrado en la tasa de actividad puede ser explicado por diversos factores”, prologan. Luego, indican que “en primer lugar, una gran proporción de trabajadores sufrió la pérdida de su puesto y/o fuente de trabajo, pasando a engrosar las filas de los desocupados, o bien incorporándose a la población inactiva (ya que debido a la situación se dejó de buscar activamente trabajo)”. En segundo lugar, “aquella parte de la población que ya se encontraba desocupada, a partir de las restricciones de circulación impuestas se vio en la imposibilidad de continuar la búsqueda laboral, lo que configura una especie de nueva categoría que podríamos denominar ‘inactivos forzados’; refiriéndonos, en este sentido, a la emergencia y situación de un grupo de trabajadores que se ven obligados a dejar de buscar empleo por una situación extrema, que los retiene en sus hogares y limita sus posibilidades de continuar en la búsqueda activa”.

En paralelo, como se mencionó anteriormente, la tasa de empleo se vio afectada fuertemente por la crisis que estamos atravesando: se ubicó en torno al 33,4% registrando una caída de 9,2 puntos porcentuales con respecto al segundo trimestre del 2019.

A su vez, el desempleo tuvo un incremento significativo, llevando la tasa de desocupación al 13,1% con una variación de 2,5 puntos porcentuales en comparación al mismo período del año anterior, alcanzando así su mayor valor desde el año 2004, donde la economía se encontraba en proceso de recuperación de la última gran crisis de nuestro país.

“Si bien el impacto es grave, se espera que estos efectos sean de carácter temporal, ya que una gran parte de la caída es explicada por las restricciones en la circulación y paralización de los diversos sectores económicos”, se especifica, al estimar que con la recomposición de la situación, y el restablecimiento de las actividades, a raíz de la gradual flexibilización del aislamiento, una parte de estos “nuevos inactivos” volverán a incorporarse a la PEA, ya sea como ocupados o desocupados (ver cuadro 1).

EN LA COMARCA

El informa destaca que en la provincia de Entre Ríos el panorama es igual de complejo y la crisis sociosanitaria golpeó de manera similar los indicadores, tal como se puede observar en las estimaciones correspondientes a los dos aglomerados relevados por el INDEC en nuestra provincia. Las tendencias muestran un desmejoramiento de las condiciones laborales en ambos aglomerados, con ciertas particularidades en cada uno.

En lo que corresponde al Gran Paraná, la tasa de actividad alcanzó el 37,6%. Por su parte, la tasa de empleo se ubicó en torno al 33,3% y la tasa de desempleo en un 11,3% (ver cuadro 2).

Por otra parte, en lo que respecta a Concordia si bien la tendencia es la misma no se observan cambios significativos en la variación. Cabe aclarar, que dicho aglomerado ya evidenciaba previamente un fuerte debilitamiento de la estructura laboral (ver cuadro 3).

Es así, que la tasa de actividad se ubicó en un 38,1%, la de empleo en un 34,3% y la tasa de desempleo en un 9,9%. La variación particular de esta última podría ser explicada por lo que se conoce como el fenómeno del trabajador desalentado, donde una parte de la población desocupada deja de buscar activamente trabajo pasando a formar parte de la población inactiva, subestimándose de esta forma el total desocupados.

El desempeño actual de las tasas, parece sugerir una suerte de “equiparación” entre los indicadores correspondientes a Concordia y los evidenciados a nivel nacional.

El impacto sobre el empleo

Si nos enfocamos en la población ocupada, los principales afectados por la destrucción de empleo fueron quienes estaban insertos en las modalidades ocupacionales más precarias e inestables. Una vez más, los más perjudicados los sectores vulnerados y desprotegidos, más aún en situaciones de crisis como la actual (ver cuadro 4).

Se observa así como el 83% de la pérdida de empleo es explicada por los asalariados informales y por los cuentapropistas.

Por otro lado, en comparación, los datos dan cuenta de una disminución significativamente menor en los asalariados formales. El impacto menor en dicho sector es explicado por la implementación de políticas públicas por parte del Estado Nacional, como son el programa ATP, la prohibición de despidos y los mecanismos de regulación de suspensiones. Estas políticas contribuyeron a mitigar los efectos de la crisis, logrando que el sector privado formal no se viera afectado del mismo modo que las categorías ocupacionales más precarias e inestables. Por otro lado, medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) tuvieron como objetivo amortiguar la pérdida de ingresos de la población (des)empleada del sector informal.

A su vez, el impacto de la pandemia del COVID-19 golpeó de manera diferenciada a los diversos sectores de la economía argentina. Podríamos decir que el volumen en la caída del empleo en cada sector es consecuencia de dos factores fundamentales: el nivel de precariedad e informalidad y la habilitación de sus actividades frente al aislamiento (ver cuadro 5).

Según el INDEC, los más perjudicados fueron los trabajadores de los sectores de hoteles y restaurantes, construcción y trabajo doméstico.

Por un lado, el sector de hoteles y restaurantes registró una caída del empleo del 47% respecto al mismo trimestre del año anterior. Esto se explica claramente por la paralización total de los servicios de hotelería, a causa de la suspensión de la actividad turística, y por la paralización parcial de los restaurantes y bares.

Por otro lado, la construcción se detuvo los primeros meses de la cuarentena. Esto tuvo como correlato una disminución de las personas empleadas en un 41%.

El trabajo doméstico remunerado, por su parte, mostró una caída del 39% debido a las restricciones del aislamiento. No obstante, hay que destacar que en lo que respecta al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado -el cual acontece en el ámbito privado de los hogares- el impacto de la pandemia fue inverso, ya que dichas actividades tomaron una nueva dimensión en este contexto, incrementándose considerablemente. Estas tareas, a su vez, recaen asimétricamente entre varones y mujeres, representando una carga mayor para estas últimas.

Históricamente, los efectos causados por las crisis económicas repercuten diferenciadamente sobre varones, mujeres y disidencias. Por lo que, la presente crisis económica y sanitaria, sin precedentes en los últimos años, no es la excepción.

Al desagregar las tasas de los principales indicadores laborales por género podemos observar un comportamiento dispar entre varones y mujeres.

El mayor incremento de la tasa de desocupación se registra en mujeres de 14 a 29 años, es decir, que las mujeres jóvenes somos el grupo poblacional más afectado por la crisis.

Por otro lado, si bien las tasas de actividad y empleo muestran una caída superior en los varones, esto puede deberse a que las mujeres nos encontramos insertas en mayor proporción en aquellos sectores declarados “esenciales” al inicio del aislamiento. Dichos sectores responden a actividades que son una extensión de las tareas de cuidado, como son la salud, los servicios sociales y la educación, los cuales contribuyeron en contener la crisis sanitaria de manera excepcional.

Profundización de las desigualdades

Roude y Arce sostienen que la situación es compleja y estas tasas compartidas no son sólo un número más. “Se traducen en el padecimiento y desmejoramiento de la calidad de vida de millones de familias argentinas”, observan, al precisar que “esto tiene un correlato directo con otros datos publicados recientemente por el INDEC correspondientes al mismo período”.

En este sentido, se evidenció una desmejora en los términos de equidad, expresada a través del aumento del Coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de las personas. El mismo pasó del 0,434 al 0,451 en comparación al segundo trimestre de 2019.

Esta desmejora en la distribución del ingreso se produce paralelamente a una caída interanual del salario real, en donde el índice de salarios aumentó en menor proporción que la inflación (36,4% vs. 42,8%) y en consonancia con una caída de la actividad económica del 12,3% en el mes de junio de 2020, en comparación al mismo mes de 2019.

En lo que respecta a la pobreza e indigencia, se registró un aumento interanual considerable. La pobreza alcanzó el 40,9%, registrando un aumento de 5,5 p.p. y la indigencia, por su parte, ascendió a un 10,5%, con un incremento de 2,8 p.p.

La cuestión de los modelos

El escenario actual ha puesto al mundo a repensar y a cuestionar los modelos de desarrollo imperantes.

La crisis a causa del COVID-19 ha profundizado las desigualdades sociales, tal como puede ser observado en los datos expuestos en el presente informe.

La salida, claro está, será complicada. Para que se recomponga el mercado de trabajo es necesaria la recuperación de una serie de variables macroeconómicas. No solo se deberán implementar -y continuar- políticas públicas tendientes a mejorar esta situación, sino que además se necesitará de un crecimiento económico que genere las condiciones para recomponer la situación laboral. Esto deberá ser acompañado por una acción multilateral y colectiva, a los fines de garantizar una salida y transición más justa.

Hoy más que nunca debemos replantearnos las bases sobre las cuales se desarrolla la producción y distribución de bienes y servicios. Es necesario poner en valor las actividades que garanticen la sostenibilidad de la vida y que tiendan a disminuir las brechas y desigualdades sociales.