Después de un 2015 desalentador, el fundador y CEO, Nick Woodman, está reorientado los negocios de la empresa apostando al software, el desarrollo de drones y a captar nuevos consumidores por fuera de los fanáticos de los deportes de riesgo.

Nick Woodman, fundador y CEO de GoPro

Nick Woodman, fundador y CEO de GoPro, voló a Vail Colorado en su jet privado. Está aquí para los Juegos de Montaña de GoPro, un festival de todo el fin de semana de kayak, rafting, escalada y prácticamente cualquier otra cosa que se pueda hacer en un centro de esquí fuera de temporada, con una cámara montada. Woodman, cuyo amigo de la universidad y actual colega en GoPro, Justin Wilkenfeld, lo describe como «un tipo menos de oficina y más un surfista hippie», se pasea usando ojotas, pantalones cortos y una camiseta sin mangas junto con multitudes de entusiastas de los deportes de riesgo. Pasando junto a un vendedor de buñuelos, huele algo más en el aire. Colorado es un destino popular para la comunidad GoPro no sólo por la adrenalina de los deportes extremos, sino también por la abundancia de marihuana legal. Cuando le pregunta a un coordinador de eventos de GoPro qué va a hacer más tarde, el empleado junior evita el contacto visual con su patrón, se encoge de hombros y con un poco de exageración insiste en que: «Nada. ¿Por?»

Woodman ríe. «Mira, no me importa si vas a disfrutar de algo fuera de programa», dice.

Toda la semana es un gran jolgorio de GoPro. Por todas partes, junto al ocasional fumador de marihuana, hay alguien haciendo algo que vale la pena captar en video. Una mujer baja remando por una corriente de agua. Un muchacho se lanza en mountain bike por una pista de esquí. Un perro salta de un muelle.

Woodman se ha ubicado entre cientos de espectadores reunidos en torno de un tanque de agua elevado. Ex jugador de fútbol americano en la escuela secundaria y ávido surfista, Woodman, tiene un manejo seguro de su físico que usa en la conversación para ilustrar un argumento o reproducir un movimiento. También exuda la confianza en sí mismo de un empresario que ha creado su propia empresa, convirtiéndola en una potencia de US$ 1000 millones al año antes de llegar a los 40. Los Juegos GoPro son como una celebración anual de victoria para Woodman, un recordatorio de que no importa lo golpeadas que estén las acciones de la compañía -y en el último año han sido apaleadas- la marca sigue prosperando.

Cuando Woodman armó la primera cámara GoPro a comienzos de 2000, no sólo creó un dispositivo novedoso y durable sino todo un nuevo mercado: el de las cámaras de acción. La compañía creció rápidamente, sus dispositivos se volvieron ubicuos en los centros de esquí, de surf y otros destinos de aventuras. Con el inmenso apoyo de 140 atletas patrocinados, los videos GoPro tuvieron millones de vistas en YouTube. Para 2012 la compañía promediaba un crecimiento anual del 100%. Su lanzamiento inicial de acciones en 2014 fue un éxito tremendo, con el precio dando un salto del 140% en los primeros tres meses. Los inversores mareados esperaban que la compañía tecnológica novata pudiera aprovechar el hardware para ocupar espacios aún más rentables en el ámbito del software: manejo de medios, entretenimiento, redes sociales. Pero un 2015 desastroso -incluyendo el fallido lanzamiento de una nueva cámara- pinchó el entusiasmo. Cayó el ingreso para el primer trimestre de 2016 y se demoró el lanzamiento muy esperado de un drone. Cuando Woodman llega a los Juegos GoPro, las acciones de la compañía están al borde de su cotización más baja, con una caída de casi el 90% respecto de su pico.

Cuando Woodman comenzó a imaginar lo que se convertiría en la GoPro durante un viaje de surf a Indonesia en 2002, las cámaras en los celulares eran una novedad aún no estándar y nadie se atrevía a meterse al agua con una cámara de video. Lo que quería Woodman era captar imágenes de surf desde la perspectiva del surfista. Luego de buscar en vano una cámara sumergible durable en ferias industriales por todo el país, decidió crear una. Se puso a trabajar en un prototipo, de un modo que sólo puede describirse como obsesivo. Con alrededor de US$ 20.000 que le quedaban más un préstamo de US$ 200.000 de sus padres, hizo un acuerdo con Hotax para fabricar cada cámara por unos US$ 3 y las vendió en tiendas de surf por US$ 14. Había nacido la primera GoPro Hero.

La compañía había logrado algo muy raro: era a la vez cool y un gran negocio, con reconocimiento universal dentro de su categoría, buena voluntad en abundancia de un mercado juvenil y márgenes en cada cámara de cerca del 50%. Wall Street se mostró igualmente infatuada y pocos meses después del lanzamiento accionario de la compañía, en junio de 2014, la compañía introdujo la Hero4 Silver, su cámara de mayor venta. Ese octubre las acciones de GoPro alcanzaron su pico de casi US$ 94.

Los analistas comenzaron a preguntar si GoPro había saturado su mercado. ¿Cuánto más del 50% de la industria de las cámaras para deportes extremos podría apropiarse? (Sony, Garmin, Praktika y una cantidad de alternativas más baratas para entonces habían creado nichos con porcentajes de un solo dígito.) En el campo general de las videocámaras GoPro ya estaba vendiendo seis de las 10 cámaras más populares. ¿De dónde iba a provenir el crecimiento?, «Mis hijos tienen 16 años» dice Michael Pachter, analista de la consultora financiera Wedbush. «Y no recuerdo haber ido jamás a un partido de fútbol y ver gente con cámaras GoPro. Graban video en sus teléfonos. Creo que eso limita el mercado de GoPro. Imagine sólo vender sus zapatillas a atletas profesionales. Nike no sería Nike si no vendiera zapatillas a todo el mundo.»

Un nuevo producto maravilloso hubiese acallado estas preocupaciones. Pero en cambio en julio de 2015 la compañía lanzó la GoPro Hero4 Session a US$ 399, una cámara de fácil operación que tenía un desgraciado parecido, por su estilo si no por su función, con una oferta de Polaroid por US$ 99. La compañía y Woodman fueron muy criticados por cobrar demás por un producto poco impactante. «Soy el que cometió el error en cuanto al precio de la Session, soy el que cometió el error en cuanto a reducir el marketing, soy el que cometió el error de lanzar demasiados productos lo que produjo confusión a los consumidores. Yo fui el que decidió todo eso», dice Woodman. Insiste en que se mareó con el éxito. Woodman realmente creía que la Session era una cámara extraordinaria: sumergible, fácil de usar, esencialmente una solución con un solo toque de botón. Pero dice que lo dominó la avaricia. Le puso un precio demasiado elevado.

 

Fuente: La Nación