Habló el entrerriano que estuvo preso más de un año con pesos pesados del hampa nacional
Cayó con marihuana en Corrientes, lo traicionaron y estuvo más de un año preso en el penal de máxima seguridad de Buenos Aires, junto a los delincuentes más peligrosos del país. Pero lo que más le duele es que su madre le quitó el saludo y la palabra. Raúl Rodríguez fue condenado a cuatro años de prisión por transporte de droga, y por sus problemas de salud le otorgaron el arresto domiciliario. En su casa de la ciudad de Victoria habló de su experiencia en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza y cómo ahora pasa sus días, entre conflictos personales y planes de pasar por el quirófano.
Ayer UNO publicó la noticia de la sentencia del Tribunal Oral Federal de Corrientes que condenó a Rodríguez tras haber sido interceptado por Gendarmería Nacional con 60 kilos de marihuana que llevaba en el doble fondo del piso de un Peugeot 504, en la ruta nacional 14. Ahora, esta entrega de la entrevista exclusiva que realizó el periodista de LT 39 Radio Victoria, Sergio Retamar, y que hoy también se publica en La Semana, periódico que se distribuye con UNO en la Ciudad de las siete colinas.
El viaje que emprendió en mayo de 2016 no pudo haber sido peor para Rodríguez. Además de caer detenido con el cargamento narco, fue abandonado por su abogado, a quien creía un amigo, y hasta lo denunció por abandono de persona. «Se me vino el mundo abajo. Y ahora encima quien me debe defender me ha amenazado y me pide que le pague» dijo. Además, aseguró que el abogado no solo cobró por un trabajo que no hizo sino que se quedó con un regalo que el preso le dio para que entregara a su hijo.
Esta semana, cuando llegó a su casa del barrio Quinto Cuartel, tuvo otro revés: «Me vendieron todo», denunció, al ver que la vivienda estaba prácticamente vacía.
«Es otro mundo»
 
 
Sobre el año y dos meses que pasó en la prisión de máxima seguridad, Rodríguez recuerda: «Al principio la pasé mal, hasta que me ubiqué y la pasé mejor. Cuando entrás te reciben con la requisa, son personas muy malas, golpeadoras, no les interesa si estás enfermo, si sos chico, el penal de Ezeiza es otro mundo».
Los internos van pasando de módulos (son seis en total) según el tiempo, la peligrosidad u otras características que Rodríguez explica: «Desde el sector 2 empieza lo peor, el 3 y el 4 es malo, en el 5 están los mediáticos, y en el 6 los travestis», y luego amplía: «En el sector 1 están alojados allí los presos con poder y dinero, en el número 2 se siente el rigor, en el 3 te encontrás con gente mala, que no te deja entrar, en el 5 están Lázaro Báez y Ricardo Jaime».
Rodríguez relató que con el afán de pasar un poco mejor su estadía en la prisión se hizo amigo de mucha gente, entre ellas Víctor Schillaci, uno de los condenados a prisión perpetua por el triple crimen de General Rodríguez por tráfico de efedrina, y que saltó a la fama con la escandalosa fuga junto a los hermanos Lanatta que mantuvo en vilo al país entre fines de 2015 e inicios de 2016.
«A Víctor le cocinaba hamburguesas, milanesas, arroz, le traían directamente la mercadería y yo le cocinaba, porque tenía miedo de que en el penal lo maten» contó Rodríguez. Su regreso a Victoria no interrumpió el contacto y la amistad: «Con Víctor tengo comunicación por medio del chat. Dialogamos sobre la salud, si necesito algo. Realmente hice amistad con mucha gente, el penal es una universidad, donde te enseña muchas cosas buenas y malas a la vez».
Pese a todo lo que Rodríguez vivió, el trago más amargo lo sufre todos los días: «La falta de diálogo con mi madre es lo que más duele, que no me hable, que no me venga a ver, es terrible», lamentó.
El hombre de 54 años asegura que la droga que trasladaba aquel día que lo sorprendieron los gendarmes no era suya: «Fui a hacer un viaje a Paraguay, no a traer droga, yo iba a buscar un dinero, no sabía que iban a colocar droga en el auto, el dinero superaba el millón de pesos».
Sobre su paso por el vecino país, manifestó: «Allá se puede conseguir lo que quieras y necesites. No te piden documento, podrías andar con un revólver en la cintura adelante de la Policía. Yo fui a una confitería con dos revólveres en la cintura y es como si nada, si necesitás balas en un quiosco te la venden; podés conseguir dinero, droga y todo lo que uno puede imaginarse. La gente te pide que la lleves a otro país con cualquier promesa».
Ahora Rodríguez espera en su casa priorizando su salud. Se ha fracturado una vértebra que le trajo otros problemas, por lo que deberá someterse a una operación primero y luego realizar un trasplante de médula ósea. «Todo lo hago en un hospital público con médicos que me han ayudado mucho en este momento», destacó.