Lo que se vio se lo ha visto antes y muchas veces. La foto muestra algo familiar: allí no hay nada que ignoremos. Y eso es lo que precisamente alarma, porque lo que muestra la foto es una locura.

Fue el lunes en el partido entre Laferrere y Dock Sud. Otra batalla de barras que se le va de las manos al Estado porque el Estado es parte. Los barras son de dos equipos: el fútbol y la política.

La Policía calculó mal y puso a su gente en grave riesgo. Pocos efectivos, mal distribuidos y la zona a la buena de Dios. El parte oficial contabilizó dos patrulleros incendiados y 26 policías heridos, al menos dos de ellos graves, uno muy grave con aplastamiento de cráneo. “Estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte”, dijo el jefe de la Bonaerense.

Los vecinos contabilizaron miedo, destrozos en sus casas y autos quemados. Las barras no se animan del todo a entrar en las casas. Por el momento: “Somos todos delincuentes y ahora vamos a entrar a robar en todas sus casas”, dijo un vecino que le oyó decir a uno de los barras.

El partido iba a jugarse a las 8 de la noche. Alguien recordó los viejos enfrentamientos entre las dos barras y propuso el remedio que nunca iba a funcionar: que se jugara a la 5. Y de nuevo, que sea lo que Dios quiera.

Nada nuevo salvo que en el barullo de agresiones y destrozos pasó casi inadvertido que una escuela, Santa Domínica, cercana a la cancha, decidió suspender las clases. Los que tomaron esa decisión fueron sabios.

El título que faltó a las crónicas es el que ponemos ahora: Mejor que haya fútbol a que haya clases. O Mejor barras que maestros y alumnos. O Los barrabravas le ganaron a la educación.

Los barras no son una enfermedad sólo del fútbol. Hace rato que se han convertido en una mafia que gracias al control de la hinchada consigue toda clase de negocios, entre ellos alquilar su know how de grupo de choque a funcionarios y políticos.

¿Cuál fue la respuesta del Gobierno? Clausurar la cancha. Lo mandó de urgencia Scioli, que horas antes había bajado la emergencia de seguridad en la Provincia dándose por satisfecho con sus resultados.

Suspenden la cancha porque no saben o no quieren sacar a los barrabravas de las canchas. Es como agarrar la pelota y llevársela.

El fútbol para todos y todas es cada vez para menos. Ya han dejado afuera a los hinchas visitantes y a veces hasta a los hinchas locales. Se juega en canchas semi vacías o vacías. Hay un problema en seguirse retirando: un día no va a pasar más nada porque no habrá más nada.

Fuente: Clarin.com.ar