Las 13 herramientas para manejar el enojo
Sentirnos mejor puede ser el resultado de una serie de estrategias destinadas a ayudarnos para alcanzar un mayor bienestar. Uno de los aspectos más importantes es tener buena autoestima, es decir un concepto sano y equilibrado de nosotros mismos, mediante la aceptación de nuestras virtudes y debilidades.
La baja autoestima o falta de confianza en uno mismo produce una sensación de frustración y temor. Es útil preguntarnos y analizar qué cosas nos preocupan: los problemas económicos, el trabajo, la vida sexual, las relaciones interpersonales, el futuro, las enfermedades, la soledad.
Ante estas situaciones, es importante recordar que existen algunas tácticas que nos pueden ayudar a abordar cada uno de estos aspectos con una actitud positiva.
1-Capitalizar las experiencias
No es suficiente hablar de lo que nos pasa. Muchas veces vivimos soñando con lo que nos gustaría hacer en lugar de hacerlo. Tenemos que realizar acciones a pesar de correr el riesgo de equivocarnos. Lo importante es insistir e intentar de nuevo. Las personas que están en el camino del éxito son aquellas que capitalizan las experiencias y tratan nuevamente. Se dice que es genio el que aprende de la experiencia del otro, inteligente el que aprende de su propia experiencia, y necio el que no aprende ni de una ni de otra.
2-Hablar de lo que sentimos y pedir ayuda
Es importante no guardar en secreto nuestros sentimientos, angustias, éxitos o fracasos. Poder compartirlos con nuestros amigos o con aquellos que nos quieren siempre nos enriquecerá. Si sentimos que los problemas nos sobrepasan y no podemos resolverlos, debemos buscar ayuda profesional.
3-Respetar al otro
Siempre ayuda ser responsables, honestos y cumplir con lo que prometemos. Cuando hacemos cosas buenas nos sentimos bien. Es importante desarrollar la empatía, es decir, ese modo de participación afectiva que nos permite entendernos con los otros.
4-Manejar el enojo
Es importante aprender a controlar el mal carácter y la forma de expresarnos con el prójimo. La ofensa verbal es tan dañina como una agresión física y deja cicatrices que muchas veces perduran. Recordemos que la tensión, el disgusto y la ira son pequeñas dosis de veneno que intoxican nuestro cuerpo y nuestra mente.
Lo dijo Benjamin Franklin: «El enojo nunca se produce por falta de alguna razón, pero rara vez por una buena razón». Está científicamente comprobado que las reacciones de irritabilidad o ira producen alteraciones cardiovasculares como aumento de la presión arterial, predisposición a la arteriosclerosis, aumento del colesterol y del tiempo de coagulación de la sangre. Todas estas alteraciones pueden surgir como consecuencia de la descarga de adrenalina que provocan los disgustos.
Existen dos tipos de enfado: hostilidad o ira. El primero es aquel que se manifiesta en forma de reacciones violentas y lleva a golpear y hasta a lesionar a otros. El segundo es el que aparece en muchas personas que reaccionan en forma desmedida frente a situaciones que no lo justifican, como por ejemplo la demora de un ascensor, problemas en el tránsito o las respuestas agresivas de los hijos.
El doctor Redford Williams, que durante años fue profesor de clínica médica y psiquiatría en la Universidad de Duke, en Estados Unidos, afirma que las situaciones diarias que nos causan ira o cólera son equivalentes a toxinas o venenos que actúan lentamente en nuestro cuerpo produciéndonos alteraciones físicas y psíquicas.
En su libro The anger kills («El enojo mata») habla de la personalidad tipo A, que correspondería a personas que se caracterizan por ser tensas, competitivas y hostiles. Estos aspectos dañan susalud. Además, muchos de estos individuos son fumadores, beben alcohol en exceso y consumen demasiadas calorías. Todo esto suma factores de riesgo de enfermedad cardiovascular.
Existe una predisposición biológica a la personalidad tipo A o bien, a reaccionar de esta forma, por lo que resulta difícil salir de esa situación. Intentar algunos cambios de actitud puede ayudar a modificar parcial o totalmente estas conductas. Entre otras recomendaciones, aprender a «frenarse» antes de perder el control es una de las principales. Tomarse tiempo y esperar que pase el mal momento. Es útil contar hasta diez cuando uno está enojado, antes de hablar, o hasta cien, si uno está muy enojado.
Para evitar conflictos que pudieran derivar de malos entendidos, es importante saber escuchar antes de hablar. Como señalaba un filósofo griego, Dios nos dio oídos para escuchar y una boca para hablar.
5-Reírnos de nosotros mismos
Lo decía Santo Tomás Moro: «Dichosos los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse». Está comprobado científicamente que la risa es saludable y reduce las tensiones. Crecemos cuando podemos reírnos de nosotros mismos. A diario, una actitud positiva nos ayuda a vivir en forma más placentera.
6-No vivir lamentándonos
No podemos permitir que los pensamientos negativos y lamentos se transformen en hábitos. Evitarlos nos hará sentir más libres y con paz interior. La vida es una sucesión de momentos. Muchas veces gastamos tiempo lamentándonos por el pasado, discutiendo acerca del presente y preocupados por el futuro, en lugar de valorar las cosas positivas de la vida.
7-Aprender a ser objetivos
Cuando estamos ante una gran dificultad, dediquemos un tiempo al final del día para transformarnos en observadores externos del problema. Esto nos ayudará a ubicar el mismo en un contexto real y así, seguramente encontraremos una salida creativa.
8-Ser realistas con el manejo del tiempo
«No todo puede o debe hacerse hoy». Muchas veces el trabajo que nos proponemos realizar nos lleva el doble del tiempo calculado. Además, debemos saber que no es posible hacer todas las cosas que pensamos o queremos. Seamos más realistas al organizar nuestro tiempo y al ordenar nuestras prioridades.
9- Invertir tiempo en cosas que nos hacen felices
Los placeres favoritos son habitualmente simples: caminar, mirar una puesta de sol, encontrarse con amigos o leer un libro. Todos estamos dotados de un potencial creativo. Aprendamos a ponerlo en marcha a través de aquellas actividades que nos permitan canalizarlo.
10-Cuidar nuestro cuerpo
Practicada regularmente, la actividad física, produce un aumento del nivel de los neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina y la epinefrina, los cuales nos producen una sensación de bienestar y reducen la tensión muscular causada por la ansiedad. Cualquier ejercicio aeróbico es útil, solo es cuestión de tomarse el tiempo para practicar uno de ellos. Se puede caminar, correr, trotar, nadar, bailar, andar en bicicleta o, simplemente, usar un cuentapasos e intentar alcanzar los 10 mil pasos diarios. Es importante seguir una rutina de entre 30 y 60 minutos diarios distribuidos en unas cinco a siete sesiones semanales.
11- Comer con moderación
Alimentarse en exceso es una de las causas que más pueden destruir nuestro cuerpo. Si ésta es nuestra tendencia, tratemos de comer siempre menos de lo que pensamos, eligiendo una dieta saludable.
12- Dormir lo suficiente
Dormir es una forma natural de restaurar las energías y mantener una buena salud. Es clave escuchar cuando el cuerpo necesita «bajar un cambio» y pide un descanso. Siete u ocho horas de sueño ayudan a liberar el estrés.
13- Adoptar una actitud positiva
Frente a un problema, una enfermedad o un hecho cualquiera, uno puede adoptar tres actitudes: positiva, indiferente o negativa. Como médicos, sabemos que es más fácil que nuestros pacientes se curen cuando creen que pueden hacerlo. El pesimismo y la indiferencia nos derrotan de antemano. Ser optimista ayuda siempre.
En síntesis, para lograr sentirnos mejor cada día frente a las distintas situaciones que se nos plantean, es importante aprender a tomar una actitud positiva.
Deja una respuesta