Treinta años atrás parecía impensado y podía resultar parte de un guión del género fantástico hablar de la cura del virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Después de que en la década del 80 irrumpiera tan dramáticamente la enfermedad en el mundo entero, se cobrara más de 30 millones de vidas hasta hoy, y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (Sida) llegara para quedarse.

La primera luz en el camino hacia la cura de la enfermedad la encendió el equipo liderado por los cientíifcos Montagnier y Barré-Sinoussi, que consiguió aislar un retrovirus hasta entonces desconocido, el VIH. Un hallazgo que permitió desarrollar los primeros test de laboratorio para diagnóstico y las primeras drogas específicas.

El virus del VIH/sida modificó hábitos y prácticas socioculturales y con el tiempo logró cierta concientización en la sociedad del mundo entero acerca de la importancia de usar preservativos para evitar el contagio o usar elementos esterilizados e individuales entre adictos a las drogas inyectables o en las extracciones de sangre, sólo por nombrar dos de las más comunes.

La comunidad científica se abocó a la investigación y a la búsqueda de su cronificación primero y de su cura después, logrando en relativo poco tiempo avances increíbles que determinan que hoy exista un caso de cura real, el del estadounidense Timothy Brown, que fue sometido en 2007 a un trasplante de médula ósea para tratar su leucemia, de un donante que tenía una mutación genética rara. Y ésto le confirió una resistencia natural a la infección por el VIH. Transformándose en el único caso hasta ahora a nivel mundial de curación real del VIH.