En 2011 le detectaron su celiaquía y desde entonces Gabriela Vanesa Vásquez debió afrontar la vida desde otra perspectiva.

Hace 5 años que vive en la ciudad junto a su esposo, Silvio Manzi, luego de emigrar de Buenos Aires, donde se conocieron. Gabriela nos comentó que tenía un buen trabajo en plena Plaza de Mayo, como secretaria para despachante de Aduana, hasta que promediando 2010 comenzaron a resentirse las importaciones y exportaciones, bajó considerablemente el trabajo, y no dudaron en reprogramar sus vidas para afincarse en Victoria de donde él es oriundo. Un año después llegaría esta otra noticia que trastocaría aún más su rutina y la obligaría a modificar rotundamente sus costumbres, y lidiar con la falta de conciencia acerca de la enfermedad en el país.

Pero otro imponderable se sumaría a esta lista, ya que en octubre de 2012 cuando la gran tormenta que se desató sobre la ciudad tendría como saldo la vida de una victoriense, a Gabriela se le volaría completamente el techo de su hogar. “Debo decir que mucha gente nos ayudó. Desde la Municipalidad nos acercaron chapas y perfiles, y la gente me traía fideos y demás cosas, que yo no podía consumir. Fue un momento muy duro, y en el que pasé por una depresión”, reconoce a este Semanario.

Sus ingresos se retaceaban y ante la encrucijada de qué hacer, ella decidió comenzar con la elaboración de pastelitos, tortas, pre pizzas, bizcochos y demás alimentos libres de TACC. Por algunas semanas tuvo una primera experiencia en los puestos de plaza San Martín, que luego debió resignar.

Pero la idea le seguía dando vueltas en la cabeza, quería montar su propio local y en los últimos meses, con el aporte de algunos insumos y demás elementos de parte de la Municipalidad y el Estado Provincial, logró su cometido de elaboraciones caseras acondicionado en el frente de su casa ubicada en 3 de febrero 366, al cual denominó 0% Gluten.

“Me gusta cocinar desde siempre, nos juntábamos con amigos a comer pizzas, empanadas, fideos, todo casero por mí. Pero de un momento a otro comencé a inflamarme y tener fuertes dolores, descomponerme ir a la guardia del hospital. Estuve así seis meses, hasta que un médico residente de Rosario me sembró la duda acerca de si era celíaca, el análisis de IGA confirmaría esta suposición”, dijo Gabriela a Paralelo 32.

La necesidad de llevar una dieta Sin T.A.C.C. es imperiosa para los celíacos, así como la incorporación de alimentos naturales e industrializados aptos. En nuestro país no es tarea sencilla ya que el 80 % de los alimentos procesados industrialmente contienen gluten. Pero la intolerancia de Gabriela al trigo, avena, cebada y centeno también la obligó a resignar salidas a comer, a razón de la falta de menús y demás cuidados que se deben tener para con un celíaco, “Compartir un mate, que hasta puede parecer una exageración, para mí es un riesgo si la otra persona está comiendo un bizcocho o pan”, insiste.

De igual modo Gabriela reconoce que para un adulto no es tan complicado como para un chico, “en Victoria hay muchos celíacos y varios de ellos son chicos. Para este grupo de edad es sumamente complicado, porque el entorno social te condiciona y a la vez te pone en riesgo. Desde los clásicos juegos en que tenés que amasar un bollo de harina para la torta, hasta la misma piñata de los cumpleaños, que tradicionalmente se le coloca harina para cuando llegue el momento de explotarla”.

Su interés por la enfermedad la llevó a participar de cursos, talleres y demás actividades ligadas a la celiaquía, “hoy existe un cuestionario que se les acerca a los médicos que ayuda al diagnóstico tras identificar los síntomas asociados para promover el análisis de IGA y su confirmación a través de una biopsia, y que en el caso de la mujer suele presentar migrañas constantes, menopausia precoz, pérdida de pelo, llagas en la boca, entre otros”.

Gabriela tiene tatuado en su brazo derecho el círculo con la espiga de trigo y el tachado de la sigla del libre de TACC,  “me prometí que cuando lograra tener el local me lo iba a tatuar, así que promesas son promesas”.

Alguien llama a la puerta, y ella va a su encuentro, es un cliente. Toma una bolsa y tras colocar unos bizcochos allí se lo lleva; “en realidad la gente no puede ingresar aquí, es para evitar la contaminación cruzada de gluten, tratamos de aislar cualquier elemento o persona que pueda traerlos a este que es un lugar de elaboración. Así minimizamos el riesgo porque parece demasiado insistente, pero recuerdo una vez que cocinaba milanesas para mi esposo e hijo (tiene otra cocina familiar N.R.) y mientras le decía algo al pequeño distraídamente me quemé el dedo con el aceite, lo llevé a la boca y comencé a sentirme mal. Mi marido no entendía nada, y yo tampoco al principio, hasta que recordé aquellos segundos en que posé mi dedo en la sartén y luego llevé instintivamente a la boca para contrarrestar el calor”.

Gabriela nos comentó que todavía no puede dedicarse el 100% al negocio, y si bien los clientes que vienen en busca de alimentos caseros se han incrementado, sigue trabajando por las mañanas en casas de familia donde hace la limpieza. “De mañana sigo trabajando por hora, y si bien para las fiestas pude trabajar bien, sigo comprando insumos –fundamentalmente las tres harinas que utiliza para la mezcla de elaboración–. Muchas veces me dicen ‘estás regalando la mercadería’, pero me gustaría dedicarme a esto como forma de vida, también para compartir más tiempo con mi familia”.

 

Fuente: Paralelo32.com.ar