El presidente Macri se vio forzado a pedir la renegociación de los vencimientos de deuda.

Mauricio Macri tomó ayer la medida que nunca habría querido que se anuncie en su Gobierno, y menos en el final de su mandato. No poder cumplir en tiempo y forma con los vencimientos de deuda, y menos con los pasivos emitidos durante su gestión.

El Presidente le dio ayer por la mañana luz verde a su ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, que le había recomendado el lunes 19 de agosto en la quinta Los Abrojos pactar un “plan de contingencia” en el vencimiento de deuda urgente y de mediano plazo, tanto en pesos como en dólares.

El entonces flamante funcionario nacional, que un día antes había aceptado abandonar el gabinete de María Eugenia Vidal para sumarse al Gobierno nacional; le dio al jefe de Estado una descripción casi dramática de la situación financiera del país. Y le aseguró que la única manera de tener éxito en su obligatoriamente breve gestión, y cumplir con el mandato de estabilizar el tipo de cambio y las principales variables económicas, era liberando herramientas cambiarias para poder enfrentar los seguros ataques especulativos que sufriría la moneda argentina. Y que para esto, tendría que pensarse en algún tipo de “pedal” para los vencimientos más urgentes, especialmente los derivados de las letras del Tesoro emitidas en el último año a partir del cronograma diseñado por su antecesor Nicolás Dujovne; y que actuaban como una espada de Damocles para la misión primaria encargada por el Presidente: defender el peso con la barrera de $60 por dólar, a cualquier precio. Macri en aquella reunión algo plácida y optimista de Los Abrojos, le habló del entonces acuerdo “político de caballeros” que estaba vigente después de la primera conversación con Alberto Fernández, donde se había pactado que el valor del dólar estaba, ahora sí, en un nivel de equilibrio. Confiaba el Presidente en que la publicidad de esa comunicación telefónica serviría para estabilizar el tipo de cambio; y que, las reservas del Banco Central y los dólares permitidos por el stand by con el Fondo Monetario Internacional, servirían como sólida barrera de contención hasta las elecciones del 27 de octubre. E incluso aportar algún que otro voto, fruto de la estabilidad cambiaria. No pudo ser.

Para Macri, el lunes ocurrieron dos situaciones inesperadas: se rompió el pacto político con Alberto Fernández e ingresó en un sendero de dudas la posibilidad, garantizadas durante el fin de semana por el propio oficialismo, del desembolso de los u$s5.430 millones del tercer desembolso del FMI. El comunicado emitido por el Frente de Todos donde se acusa al Gobierno (y al Fondo) de ser el responsables de una catástrofe social, y la convicción que efectivamente el albertismo usó ese encuentro con el director gerente para el Hemisferio Occidental como ataque político desestabilizador; provocaron que desde el oficialismo se dé por terminada, al menos por un tiempo, la tregua de estabilización política firmada virtualmente con el vencedor de las PASO. Por otro lado, la actitud dura de la misión del FMI que ayer terminó su gira por Buenos Aires, hizo el resto. Los hombres de Werner y el italiano Roberto Cardarelli, fueron claros en sus últimas reuniones con los funcionarios argentinos. Si bien se acepta que los números del primer semestre del año son los correctos y que se había sobrecumplido la meta pactada; los datos del tercer trimestre del año son, a los ojos de los visitantes, lapidarios.

Si bien no deberían formar parte de la misión (que se concentra en los números hasta junio), los hombres de Cardarelli dejaron en claro en Buenos Aires que siempre se toma en cuenta los datos que vendrán, y las proyecciones reales de las cuentas públicas de cualquier país fiscalizado. Más en la Argentina, y su historial de incumplimientos crónicos. Y que las consecuencias económicas de las PASO fueron corrosivas para las metas firmadas en el stand by. La proyección del FMI habla de una inflación acelerada, de un país con un nuevo año de caída en la actividad y, fundamentalmente, de una recaudación impositiva alejándose cada vez más del número del IPC. En consecuencia, de la imposibilidad del país de cumplir con el pacto del “Déficit Cero”, la quintaesencia del acuerdo firmado en septiembre del año pasado. Para peor, los enviados de Washington, no creen que el paquete lanzado por Mauricio Macri en la semana posterior a las PASO (y que tiene un costo fiscal de casi $60.000 millones), tenga financiamiento seguro. En consecuencia, más lejos estaría la Argentina de cumplir con la meta.

Ante el panorama desolador que dejaron las dos primeras jornadas de la semana, con una devaluación que ya acumula un 25% desde las elecciones del 11 de agosto, empresas que en sus cotizaciones bursátiles perdieron más del 30% de su valor en el mismo períodos y títulos públicos a precio de default; Macri llamó a su ministro para comunicarle que aceptaba su propuesta. Y que le diera forma. No sin antes pedir garantías que todo este sacrificio en su cascoteado currículum presidencial se toma por un bien superior: llegar a las elecciones de octubre con un dólar controlado.