“Celebrar Misa y Bautizar es lo que me hace sentir pleno” es la frase con que Elías Musse resume 50 años de sacerdocio, por lo que si consideramos que en el catolicismo el sacramento del Bautismo es ‘la luz verdadera que ilumina a todo hombre’, como no llamarlo el iluminador.

El pasado viernes 19 de diciembre el ‘cura Elías’, como todos los conocen en la ciudad cumplió cincuenta años, que no se limitaron solo a transmitir la palabra, sino a vivirla plenamente extendiendo su mano a quien lo necesitara.

Si bien los saludos comenzaron con las primeras luces de aquel viernes, oficialmente la celebración religiosa fue con una misa en Parroquia de Aránzazu, donde asistieron el Obispo de la Diócesis de Gualeguaychú, Mons. Jorge Lozano; el Obispo de Goya, Mons. Ricardo Faifer; el presbítero Jorge Torres Carbonell, actual párroco de San Cayetano y recientemente designado Obispo Auxiliar de Lomas de Zamora; sacerdotes de la diócesis de Gualeguaychú y la Comunidad Monástica de la Abadía Benedictina, entre otros.

Allí frente en su ámbito, parafraseó al profeta Isaías cuando recrimina al pueblo de Dios haber adorado dioses extraños, él también pidió perdón por haber adorado esos dioses, holandeses, alemanes, ingleses, españoles, italianos “y no haber encontrado al Dios que se manifestó en nuestra querida tierra de la Patria Grande”, con cara morena y rostro mestizo, que se manifestó a través de la inmaculada Virgen del Lujan. Por lo que él considero no haber trabajado como sacerdote por la identidad verdadera y real que le había sido encomendado.

Me consagré en la fantasía, por ese quiero pedir perdón profundamente, humildemente, por haber ignorado esa presencia durante mucho tiempo”, continuó el cura, para después de valorar las acciones del Papa Francisco, e indicar que este perdón no significa que baje los brazos, sino que desde allí quiere seguir hasta que pueda de acuerdo a sus fuerzas y posibilidades.

Entre los pasajes más emotivos y del que este cronista no pudo abstraerse, fue el momento de la comunión y el abrazo del cura con cada uno de los chicos del Hogar del Negrito Manuel, por el que tanto ha trabajado y trabaja Elías.

Elías, Íntimo

Y la tarde nos sorprendió en la casa del cura, “El Rancho”, como a él le gusta llamarlo, donde las puertas nunca están cerradas al peregrino, al amigo, al vecino. La casa que llevó al barrio la primera conexión eléctrica, y tenía el pozo de agua del que también se proveían los vecinos.

Nos sentamos a la sombra, en un vértice del patio, que por esas horas estaba muy transitado, por la Misa que allí se iba a celebrar a las 20 horas y los festejos posteriores.

Elías, cuidadosamente curaba la herida, producto de la mordedura de un perro, en su muñeca izquierda, prestaba atención a lo que hacían los demás, recibía a algunos que iban llegando a la casa e intentaba conversar con nosotros.

Sus orígenes

Un 27 de septiembre de 1940 en un barrio marginal llamado Villa Italia, en Tandil (Provincia de Buenos Aires) nacía este hijo de libaneses. Allí convivió con ferroviarios, metalúrgicos, empleados de comercio, gente de campo, “puros ranchitos, pura pelota de trapo”

El Seminario

Hijo de una madre que mandaba a sus hijos a la Iglesia, mientras que su padre era un creyente, ‘autónomo’ –lo define. Teniendo 10 u 11 años en esas idas a misa, al confesarse, el sacerdote le preguntó si quería ir al seminario a lo que Elías respondió rápidamente: “No, yo tengo papá y mamá”, creyendo que se trataba de un asilo.

Lo habló con su madre quien tras aclararle los fines del seminario le explicó que en su familia hay siete sacerdotes en el Líbano, “me empezó a hacer la cabeza la vieja” y la sonrisa posterior seguramente refrescó alguna imagen de aquel momento.

Por ese tiempo de cortos pantalones Elías era monaguillo y su lugar de juegos era la Parroquia, aunque en un principio su padre no quería este destino para él, finalmente termino aceptando el ingreso al seminario, que se concretó casi un año después de la muerte de éste en 1953, a los 12 años y tres meses, realizando la secundaria y posteriormente al terminar la Filosofía, “ahí me planteo explícitamente a los 20 años, si quiero o no ser sacerdote”, esta situación en plena época de exámenes lo llevó a dejar todo y realizar un retiro en el “Máximo” así se llama a la Casa de Formación de los Jesuitas.

Fue allí donde me planteo si quería o no quería la renuncia a la mujer, entre tantas otras cosas”, hasta que logró encausar sus dudas desde otra perspectiva, la de cómo iba a ser feliz en su vida. “y me empecé a imaginar feliz, hasta en el ataúd, ahí éramos solo Dios y yo, hasta en el ataúd me imaginaba feliz pero siempre de sacerdote”.

El cura

A partir de allí Elías tiene muy lindos recuerdos, incluso de un cura que fue su director de estudios, que lo incentivó a la licenciatura, y que negaba por convicción de dedicarse a la pastoral.

Tras lograr amalgamar estas dos corrientes, el 19 de diciembre de 1964 se ordenó como sacerdote, y fue designado como prefecto del seminario menor de Azul, en la Pcia. De Buenos Aires. Luego tuvo un breve paso por Roque Pérez y volvió a Azul como vicario de un padre español, que al poco tiempo dejo los hábitos y se casó, por lo que con 25 años de edad quedó solo trabajando allí.

En el año 69, este incansable joven cura se fue a estudiar Ciencias Sociales, Economía, Estadísticas, Sociología y Antropología a chile, en un Instituto dependiente del CELAN dirigido por los Jesuitas. La falta de sacerdotes por aquel momento hizo que debiera dejar los estudios por disposición del Obispo e ir a una parroquia de Olavarría.

Ya en esa parroquia ‘San Vicente’ de Olavarría, comenzó a trabajar con jóvenes, con quienes organizaron campamentos de hasta cien muchachos y colaboradores del barrio. Era una etapa de gran efervescencia política, y ya por el año 72 todos se fueron volcando a la política, fundamentalmente dentro de la juventud peronista, y él los fue acompañando “yo me dije no me voy a lavar las manos, esos muchachos luchaban por una causa histórica, el regreso de Perón y la calidad democrática del País, que no hubiera proscripciones”. Estos muchachos se reunían en la parroquia y allí hablaban. El cura recuerda que por ejemplo el día de la muerte del líder peronista, había en la parroquia unos 500 hombres solamente en una misa que allí celebraron, después de eso y sumado a la muerte de padre Carlos Mujica, sobrevinieron las amenazas, fue una época muy dura recuerda.

Carlos Mujica

“La etapa de Mujica, fue una etapa con mucho dolor -recordó Elías- se estaba saliendo de una dictadura, los clérigos muy metidos en lo que era el movimiento de sacerdotes para el tercer mundo, un movimiento histórico” ciertamente con muchísima repercusión dentro y fuera de las fronteras del País.

El movimiento sobre todo tenía fundamento- según el cura -porque todos quienes formaban el gobierno de Ongania eran católicos, y “nosotros le cuestionábamos la legitimidad, por la proscripción que tenía el pueblo y que el ejército no se podía atribuir el derecho de elegir a los gobernantes”.

Para enmarcar sus dichos y el valor de aquel movimiento Elías manifiesta que “decir esto hoy, parece una pavada, pero en aquel momento era subversivo, detrás de los militares había fuerzas económicas y sociales, que recién ahora se están destapando”.

Un día el Obispo me llama y me dice ándate porque esta noche te matan” por lo que se marchó de la parroquia y fue a la casa de su madre a Tandil, donde estuvo durante un mes, al cumplirse esa fecha lo volvieron a alertar que nuevamente iban por él. Se marchó a Mar del Plata a la casa de un tío, logrando luego con la ayuda de su familia alquilar una casita “viví ahí una soledad, ese fue el momento más amargo de mi vida, la soledad, sin conocer a nadie”.

La prisión

En aquella difícil época, al cura Elías, le toco vivir siete años en distintas prisiones detenido a disposición del Poder Ejecutivo. “Fue entre abril o mayo de 1975”, la memoria se niega a recordar concretamente la fecha.

Se dirigía a la casa de un amigo que hacía muy poco había sido papá e iba a bautizar a su hijo. Según recuerda, en determinado momento éste salió de la casa y volvió al rato con una herida de bala en su pierna. Conscientes de lo que vendría la mayoría de los invitados se fueron del lugar, menos el cura que decidió quedarse junto al amigo herido en la casa que rápidamente se llenó de uniformes de fajina.

Dentro de la vivienda encontraron armas y por supuesto todos terminaron detenidos, “me dieron una pena por estar en una casa donde había armas, achacándome la responsabilidad de algo que ignoraba completamente, y me colocaron documentos que no eran míos, es decir me armaron todo”.

También después le armaron otras causas, en una oportunidad le allanaron la casa de su madre y lo culparon por la muerte de un coronel en la ciudad de La Plata, en el mismo momento en que él estaba preso. “el asunto era lograr que no estuviera preso solamente a disposición del Poder Ejecutivo, que termino siendo una suerte, ya que de lo contrario seguramente no estaríamos manteniendo esta entrevista”.

Reacio a hablar del tema, intenta eludir o terminar con frases del tipo “la gente no quiere comida para carancho, ¿no es cierto?”. Y agrega que no le gusta hablar del tema que hasta parece increíble. Y termina de manera tajante indicando “mira el detenido de un Campo de Concentración Nazi, de una prisión Argentina o de un Centro Clandestino, nunca te va a contar, porque es lo más íntimo de él, estaba al borde de la destrucción”.

Aunque si nos brinda una definición importante al indicar que “lo que si de la cárcel, el deterioro, te das cuenta cuando salís, me imagino que el sistema afectivo y nervioso, son como un cable que tiene una vaina, que en esos siete años se destruyó y quedaron los cables sueltos, por lo que salís con una gran sensibilidad, yo al principio no podía predicar porque me invadía el llanto y aún hoy me emociono fácilmente” y ahí cerramos el tema.

Aunque no estaría completa esta parte de la charla, sino contáramos que más tarde y ya más distendidos de la entrevista, mientras disfrutábamos del trino de los pájaros, Elías nos comenta que la Institución Iglesia, nunca lo abandono mientras estuvo detenido, que el Obispo lo visitaba periódicamente y se ocupaba de protegerlo permanentemente al igual que muchos otros sacerdotes y tuvo un gesto de reconocimiento hacia aquellos que por su función estaban obligados a atender a los detenidos, los Capellanes del Ejercito, los Capellanes Penitenciarios a algunos que los sufrió y dijo que hasta llegó a sentir vergüenza, al no verlos a la altura de la circunstancia.

Elías en Victoria

Así con un régimen de libertad controlada el cura llega a Victoria, a la Abadía Benedictina, lugar que él elige para estar cerca de su familia ya radicada en Buenos Aires.

Ese día a las tres de la madrugada llegó a la Terminal de Ómnibus y él que siempre trabajó en los barrios nos comentó “enseguida le tomás el olfato al ambiente, a la ciudad y me di cuenta que en Victoria había mucho consumo de bebidas, de juego y sentí cual sería mi misión”.

La Abadía fue muy respetuosa para con él, no le exigían absolutamente nada ni lo interrogaban “era el lugar ideal, de noche ver el cielo todo estrellado era maravilloso, durante siete años solo había visto pedacitos de cielo, poder abrir yo mi propia habitación y no que lo hiciera un guardia”.

Caminó los barrios sin que nadie supiera que era sacerdote, bares, kioscos, esos lugares donde se encuentran las personas, “no todos los lugares son iguales, en algunos vas compras y te vas, en otros vas y te quedas porque sos parte del lugar”.

Tres meses después el Abad le pidió que se quede y él mismo se encargó de los arreglos con el Obispo de Quilmes. De eso ya han pasado 32 años donde logró el reconocimiento de la gente, la misma que él fue conociendo, compartiendo sus vidas, sus momentos, sus alegrías y dolores. “Tuve que vencer cosas dentro y  fuera de mí, con una de las pocas cosas que me dio la cárcel la sabiduría para resolver los problemas con silencio y constancia. Era el cura guerrillero, callado sin decir nada, más con los pobres, más con los enfermos, que se aprovechaba de las chicas”.

Elías realizó un renuncia explicita del poder, para que no lo nombren párroco, para no tener que irse de Victoria, esa ciudad que por aquellos tiempos tenia diecinueve mil habitantes, donde estimaba entre ocho y diez mil de esos eran pobres. “Cuando me decidí a ser cura, quería ser feliz y hoy me encuentro feliz. No tengo la visión romántica de pajaritos, florcitas… ¡no!, cuando hay felicidad hay sufrimiento, la madre es feliz cuando da a luz, y el padre que se tiene que aguantar ocho o nueve horas trabajando en una fábrica para sostener a su familia y llegar fin de mes y no alcanza, igual es feliz; el pueblo nuestro es muy sufrido en la humillación, el pobre es despreciado, entonces valora muchísimo el buen trato”.

La iglesia y Francisco

“Tenemos un Papa al que no hay que aplaudir, sino debemos ir a beber donde él bebió, porque en nuestro país hay corrientes subterráneas que muchos de los que vamos a la iglesia las ignoramos, y estamos en cosas chiquitas cuando por la fuerza de Dios estamos convocados a lo trascendente; EE.UU y Cuba tienen relaciones diplomáticas, esa es una cuestión trascendente, sino pensemos en qué libro de los últimos 53 años aparecía esta realidad que hoy florece por la fuerza de Francisco”.

Finalmente y cerrando la charla el cura nos pide no omitir este concepto en el que expresa que “no hay peor cosa que no bautizar, cuando dejamos de hacerlo el pueblo deja de ser Cristiano, eso es así de clarito. El norte de África dejo de ser cristiano, cuando se dejó de bautizar. Europa comenzó a descristianizarse en un momento y mandaron a los monjes a bautizar. Esto no es hacerle la cabeza a la gente, sino a hacer presente al hijo de Dios”.