Así como en el resto de las variables económicas, la era de Mauricio Macri arrojó malos resultados en materia inflacionaria. A lo largo de su mandato, el IPC acumuló 300%, un promedio de poco más de 40% anual. Inflación en la era Macri: del dogmatismo a la angustia existencial

A lo largo de la era Macri, la inflación acumuló 300%, un promedio de poco más de 40% anual. Considerando que entre 2003 y 2015 solo en 2014 se rozó este valor, los resultados de la gestión Cambiemos en la materia son malos. Ahora bien, ¿cuánto hubo de pesada herencia y cuánto de errores propios?

Para comenzar, vale remarcar que Cambiemos asumió con un importante desfase en términos de precios relativos: entre 2007 y 2015, la suba de tarifas y del dólar oficial fue la mitad que la inflación, arrojando una situación insostenible. Por lo tanto, el “nuevo gobierno” debía encarar correcciones en este frente, que inevitablemente acelerarían esta variable.

Aquí aparece el primer error: pensar que era posible corregir precios relativos -ajustar tarifas y dólar- a la par que bajaba la inflación. A todas luces, esto no sucedió, y la inflación llegó a 40% en 2016. Para peor, la competitividad cambiaria que se había ganado luego de la salida del cepo prácticamente desapareció un año más tarde, producto de, entre otras cosas, las aceleraciones inflacionarias que generaron las correcciones tarifarias.

De esta forma entramos a 2017: el mejor año en la materia, pero también el año en que se incubaron los desequilibrios macroeconómicos que provocaron que 2018 y 2019 fueran, sucesivamente, los años con mayor inflación desde 1991.

En el año de elecciones legislativas, el gobierno optó por atrasar significativamente al tipo de cambio -imponiendo una meta de inflación inalcanzable, 17%, que obligaba a sostener una tasa de interés elevada y atraía capitales financieros-, que subió la mitad que los precios, y posponer las correcciones tarifarias. Como resultado, los salarios le ganaron a una inflación que acumuló 25% en 2017 y la economía empezó a recuperarse, llegando incluso a crecer a tasas del 5% i.a. hacia el cierre de ese año.

Este acelerado crecimiento, en conjunto con un fuerte atraso cambiario -en términos reales, el dólar se acercaba peligrosamente al valor de salida de la Convertibilidad- y una apertura comercial provocaron un déficit de cuenta corriente de 5% del PBI, u$s30.000 millones, que fue visto como insostenible por los mercados financieros. Este pesimismo primero frenó el influjo de capitales a nuestro país para dar paso luego a una salida masiva de inversiones de cartera, contracara de la primera corrida cambiaria de la gestión Macri, en abril y mayo de 2018.

Desde entonces, todas las novedades fueron malas y la inflación alta se volvió una constante. Por caso, entre junio de 2018 y diciembre de 2019, la inflación promedió 3,8% mensual (56% anualizado), casi el doble que la media del año y medio anterior (2,0% mensual, 26% anualizado). En la misma línea, tan solo en uno de los últimos dieciocho meses de mandato de Macri la inflación mensual perforó el 2,5% -junio 2019-, algo que había sucedido en quince de los dieciocho meses anteriores. Como resultado, la suba de precios acumuló 48% en 2018 y rozó 55% el año pasado.

Más allá de los números en sí, hay algunos aspectos que vale la pena remarcar. En primera instancia resalta el cambio de motor inflacionario: mientras que en 2016 y 2017 la suba de precios había sido impulsada de manera “similar” por las tarifas y el dólar, en 2018 y, sobre todo en 2019, esta segunda variable fue el principal dinamizador de la suba de precios.

Además, la inflación de ambos años fue “imprevista”, lo que golpeó fuertemente a los salarios. Dado que las paritarias de los trabajadores formales -las actualizaciones del sector informal siempre estuvieron por debajo del registrado- se cierran entre el primero y el segundo trimestre, y que las subas del dólar y las posteriores aceleraciones inflacionarias tuvieron lugar después. Por lo tanto, atacaron sensiblemente a un poder adquisitivo ajustado en base a una menor inflación esperada, resultando en una caída de casi 20% en los últimos dos años.

En resumen, así como en el resto de las variables económicas, el mandato de Macri arrojó malos resultados en materia inflacionaria.

El nuevo gobierno asumió con una política antiinflacionaria diferente, poniendo atención en factores monetarios, pero también en aspectos más heterodoxos o estructuralistas como tarifas, dólar e inercia. Ojalá funcione: un año más con niveles tan elevados de nominalidad será otro año con más pobreza y menos producción.