Un panorama de la participación femenina en el mercado laboral, marcada por la desigualdad tanto en las tareas como a la hora de mirar el recibo de sueldo.

5a9efdc615d73_1004x565

“La variable de ajuste siempre recae en las mujeres”, dice tajante un pasaje del documento inaugural del XXXII Encuentro Nacional de Mujeres, que se llevó a cabo en Chaco el año pasado. La frase hace referencia a un concepto del que ya se habla hace tiempo entre las especialistas del tema, la feminización de la pobreza.

FuLa desigualdad entre varones y mujeres a la hora de acceder al mercado de trabajo, la tradición de que las tareas del hogar son territorio exclusivo de las mujeres y la brecha salarial son algunos de los factores que explican este fenómeno, que se vive en la Argentina y se reproduce alrededor del globo.

En su mensaje por el Día Internacional de la mujer el año pasado, Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres, lo explicó bien: “En todo el mundo, mujeres y niñas cuidan a sus hermanas y hermanos más jóvenes, a sus familiares ancianos, a las enfermas y los enfermos de la familia, y realizan las labores del hogar. En muchos casos, esta división desigual del trabajo

tiene lugar a expensas del aprendizaje de las mujeres y las niñas, y de sus posibilidades de obtener un trabajo remunerado, hacer deporte o desempeñarse como líderes cívicas o comunitarias. Esto determina los patrones de desventajas y ventajas relativas, la posición de las mujeres y los hombres en la economía, sus aptitudes y lugares de trabajo.”

Las llamadas “tareas reproductivas” están distribuidas de manera desigual en todo el mundo: en los países en desarrollo, los hombres realizan menos de dos horas por día de trabajo no remunerado, mientras que las mujeres se adjudican unas cuatro horas, de acuerdo a datos de la OIT. La proporción se mantiene en los países desarrollados.

En la Argentina, los hombres realizan 1 hora 33 minutos de labores sin paga al día, frente a 4 horas 17 minutos de las mujeres. La jornada de trabajo remunerado alcanza las 5 horas 15, en promedio siempre, para los hombres, y las 2 horas 45 minutos para las chicas. Además, según datos del Indec, el 88,9% de las mujeres y el 57,9% de los varones realiza trabajo doméstico no remunerado.

“Hay un trabajo no remunerado que está sosteniendo el trabajo remunerado, el trabajo productivo, lo que se hace en el mundo público: todo lo que se realiza cotidianamente y que a veces tenemos que entenderlo como la categoría de doble jornada laboral”, explica Flora Partenio, docente e investigadora.

.

Frente a esta realidad, para la economista Magalí Brosio, “es fundamental revisar cómo se organiza socialmente la provisión de cuidados”. “Para los hogares de ingresos altos, la solución suele presentarse en forma de ‘mercantilización’, es decir contratar a otra persona -otra mujer- para realizar estas tareas”, indicó, en diálogo con Télam. A su vez, tanto para el resto de los hogares como los de aquellas mujeres que venden sus servicios de cuidados “la única forma de auto proveerse de cuidado es a través de que alguno de sus miembros -generalmente una mujer- dedique una importante porción de su tiempo a ello, renunciando a cualquier posibilidad de llevar adelante actividades laborales, educativas o de esparcimiento”.

Este es el mundo inmutable del trabajo sin recompensa, una escena familiar de futuros desolados en todo el mundo; las niñas y sus madres sostienen a la familia con trabajo sin paga y su trayectoria de vida es muy distinta de la de los hombres del hogar.

En las últimas décadas, la tasa de representación de las mujeres en el mundo laboral aumentó del 36,8%, en 1990, al 48,1% en el primer trimestre de 2017, de acuerdo al informe “Las mujeres en el mercado del trabajo” de la cartera laboral. Sin embargo, el mismo informe afirma que junto con este crecimiento aumentó también el nivel de subocupación y el de desocupación, más que el de ocupación plena.

“Las mujeres están sobrerrepresentadas dentro de los segmentos de la población de menores ingreso y subrepresentadas en los sectores de mayores ingresos. Este tipo de dinámicas lógicamente son complejas y multicausales, pero es innegable que la asimétrica inserción entre varones y mujeres en el mercado laboral juega un papel importante”, explicó Brosio.

En el sector privado, las mujeres se insertan principalmente en puestos de baja calificación y típicamente calificados como femeninos: relacionados con los servicios sociales y de salud, la enseñanza, y el trabajo en casas particulares. Esta realidad se engloba en el concepto “segregación horizontal”, que contribuye a la desigualdad de género en cuanto a calidad y cantidad del empleo. Y se suma al ya conocido “techo de cristal”, la segregación vertical.

De acuerdo a la Encuesta de Indicadores Laborales, citada en el mismo informe, en todos los sectores los varones concentran los puestos directivos, excepto en el área de los servicios sociales y personales: en comercio, hoteles y restaurantes, por ejemplo, los hombres ocupan el

77% de los puestos directivos y el 57% de las jefaturas intermedias, mientras que en la dotación de administración el porcentaje desciende al 44% y la mayoría son chicas.

A horas del Día Internacional de la Mujer, unas 50 bolsas de valores del mundo participaron de una campaña de concientización de igualdad de género en los directorios de las empresas. Bajo el hashtag #MasMujeresEnDirectorios, la iniciativa fue impulsada en la Argentina por la Comisión Nacional de Valores. La entidad dio a conocer un informe que indica que actualmente el 97% de los presidentes de empresas son hombres, así como el 91,5% de los puestos de vicepresidente.