Ciertas sutiles derivaciones semánticas llevaron imprevistamente a fines del siglo XIX a suponer que los científicos habían descubierto vida en Marte. El astrónomo italiano Giovanni Virgilio Schiaparelli vio con su telescopio en Marte una red de líneas de miles de kilómetros, que llamó “canali”.

Sutiles derivaciones semánticas llevaron a fines del siglo XIX a suponer que los científicos habían descubierto vida en Marte.. | ESA

En italiano esta palabra no significa que tales “canali” hayan sido construidos, que sean artiticiales, porque se aplica también a formaciones naturales como cañadas o zanjones.

Pero un astrónomo inglés, cuando tradujo “canali” a su idioma, los llamó “canals”, quizá metido en un terreno léxico menos conocido para él que las estrellas. En inglés “canals” evoca inmediatamente a “acequias”, que no pueden ser más que artificiales. Y si tenemos en mente lo que nosotros llamamos canal, se trataría de algo como el canal de Suez, completamente artificial.

Quedó abierto el camino para afirmar que los astrónomos habían descubierto construcciones artificiales en el suelo de Marte y por consiguiente, que había vida en el planeta rojo. Se iniciaba en la Tierra el |espectacular camino literario y cinematográfico de los “marcianos”.

El vuelo de la imaginación, casi no frenada por los datos ni por la lógica, fabricó una civilización marciana de sabios ingenieros constructores de canales monumentales que drenaban el agua desde los casquetes polares a sedientas ciudades ecuatoriales, más imaginarias todavía que los canales.

Algunas décadas después, con mejores medios de observación, se vio que los canales no existían, eran fruto de ilusiones ópticas, alineaciones que forma nuestra mente que establece regularidades, intenciones y designio donde no hay, siguiendo una vieja costumbre.

Después de mucho hablar de marcianos y temer por su agresividad, que no era sino la nuestra proyectada al espacio exterior, la conclusión fue que los marcianos no existían: Marte se obstinaba en mostrar un ambiente muy hostil, frío y seco, una atmósfera muy tenue, un suelo árido recorrido por tormentas de polvo, un día que quemaba y una noche que helaba.

A algunos, muy afortunados, los que ellos llaman “Maestros de Luz” les revelaron que Marte alberga una civilización más antigua que la de la Tierra, y que los marcianos viven en cavernas, diezmados por las enfermedades. Serían los que atacan y destruyen las sondas terrestres, salvo las últimas, a las que parecen haberse familiarizado, como si les hubiéramos ganado por cansancio.

Los marcianos son tenaces
La cuestión de la vida en Marte dio un vuelco recientemente, cuando la sonda “Curiosity” de la Nasa descubrió componentes químicos propios de un ambiente habitable.

“Curiosity” descubrió componentes químicos propios de un ambiente habitable.

Curiosity encontró una zona que habría sido habitable alguna vez. Por ahora, no es posible saber si la vida, aunque sea microscópica, fue contemporánea con la vida en la Tierra.

El Curiosity es un astromóvil robótico de exploración que está dotado de una perforadora. Encontró en una roca rastros de azufre, nitrógeno, fósforo y carbono: elementos químicos relacionados con el surgimiento de la vida.

Si la pregunta es si hubo vida alguna vez en Marte, la respuesta que de nuevo se da ahora, es “sí” según la Nasa.

Los rastros de aquellos elementos aparecieron en un lugar de Marte que pudo contener en el pasado remoto ríos y lagos, pero hace unos 3000 millones de años, unos 1000 millones después del nacimiento de la Tierra y del propio Marte.

El Curiosity descubrió también rocas pequeñas, como piedras chinas, que son en la Tierra el resultado de la erosión al chocar entre ellas arrastradas por el agua de ríos y arroyos.

La vida en la Tierra habría comenzado hace 3500 millones de años a partir de moléculas orgánicas, una fuente de energía y agua líquida, que es clave Al inicio, la Tierra no tenía océanos ni atmósfera, ni aminoácidos. Pero fue bombardeada por muchos cometas provenientes de la nube de Oort, en los confines del sistema solar, que trajeron el agua de que están formados.

Este origen es con pocas diferencias el mismo para Marte, que tiene agua y atmósfera.

Hace millones de años, en Marte hubo océanos formados como en la Tierra por el agua de los cometas. Hoy no hay agua en su superficie, pero sí en el subsuelo.

Marte y la Tierra eran planetas similares. La Tierra es más grande. Su diámetro es de 12.000 kilómetros y 6000 el marciano. La gravedad de Marte, mucho menor que la terrestre, no pudo retener el agua ni la mayor parte de su atmósfera.

Una alerta sobre el problema del efecto invernadero en la Tierra, y cuál puede ser nuestro futuro lejano, lo da Venus, un planeta casi del mismo tamaño. La atmósfera de Venus, muy densa debido al fuerte vulcanismo, creó un efecto invernadero mu y fuerte y la temperatura es tal que derrite el plomo.

La sonda Venus Express mostró que Venus fue como la Tierra, pero sufrió un calentamiento global que llevó la temperatura a más de 400 grados centígrados en la superficie. Una diferencia es que la Tierra tiene gracias a su núcleo de hierro y níquel un escudo magnético con que no cuenta Venus, que por eso recibe sin mengua la radiación cósmica y el viento solar.

La atmósfera de Marte tiene dióxido de carbono como la nuestra, pero menos oxígeno.

La cara de Marte
La tendencia invencible a organizar las percepciones en figuras familiares llevó al investigador de Ovnis Richard Hoagland a ver una cara humana en una foto que tomó la sonda Viking 1 en 1976. La figura mide tres kilómetros por 1,5. La cuestión no es muy diferente a las de los “canali” de Schiapparelli.

La «cara» de Marte, revelada.

La poca resolución de la cámara, el juego de luces y sombras, la tendencia innata a ver en todo figuras familiares, hizo volver la vieja idea: una civilización avanzada hizo esa gran escultura, mucho mayor que las pirámides de Egipto o alguna civilización cósmica proveniente de fuera de Marte la construyó como también habría construido las pirámides. La especulación se disipó cuando fue posible fotografiar la “cara” bajo otras condiciones de luz y con mejor resolución. La cara desapareció.

Vida sin agua
Para nosotros terráqueos no hay vida sin agua líquida. Y suponemos que fuera de la Tierra debe ser igual. El agua líquida no puede existir en la superficie de Marte con su atmósfera actual.

Pero la especulación es que hubo antes, cuando el planeta tenía una atmósfera densa que permitía mayores presiones y temperaturas no tan frías Cuando se disipó buena parte de la atmósfera, disminuyó la presión y bajó la temperatura, el agua desapareció. Todavía hay vapor de agua en la atmósfera marciana y en los casquetes polares, que son masas de hielo perpetuo.

El 0,01 por ciento de vapor de agua que contiene la débil atmósfera de Marte se debe a la sublimación de los casquetes; es decir, al paso del estado sólido al de vapor sin pasar por el líquido. Este paso es posible en las condiciones de presión y temperatura de la atmósfera de Marte.

Acuífero marciano
Las fotos de las sondas depararon otra sorpresa: es posible que la erosión detectada en las paredes de un cráter marciano sea producida por agua líquida escurrida de un acuífero que brotó de bajo la superficie. Una foto enviada por el Mars Global Surveyor muestra barrancos y sedimentos formados en no más de seis años por torrentes de agua.

Marcianos nos visitan
Una de las hipótesis de la propagación de la vida en el sistema solar es que tras originarse en algún lugar, viajó de un planeta a otro llevada por los meteoritos. Aunque parezca imposible la sobrevida a un viaje de años a 273 grados bajo cero para pasar a miles de grados al entrar en la atmósfera terrestre, se han hecho experimentos que alientan la posibilidad.

Hay 57 meteoritos considerados provenientes de Marte. Son muestras físicas de otro planeta que podemos examinar y no ya fotos ni datos tomados de la débil luz que captan los telescopios. Algunos de esos meteoritos podrían contener indicios de moléculas orgánicas naturales o probables de fósiles microscópicos.

El meteorito ALH84001 pesa casi dos kilos y apareció en la Antártida en diciembre de 1984. Evidencia al microscopio formas que recuerdan las bacterias terrestres. Otros tienen una forma del mineral llamado magnetita que en la Tierra se vincula con los microorganismos.

El meteorito marciano Nakhla, cayó en 1911 cerca de Alejandría en Egipto.

En 1998, analizado al microscopio y con un espectrómetro de gases, reveló la presencia de partículas esféricas casi iguales. Contiene también hidrocarburos aromáticos de alto peso molecular y lo que los investigadores llamaron “estructuras celulares y secreciones exopoliméricas”. Pudo ser contaminación terrestre, pero solo en el 25 por ciento.

Luego se constató un alto contenido de carbón en forma de ramificaciones. Sin embargo, el origen biológico del carbono, un elemento relativamente escaso en la Tierra pero abundante en el universo, no está probado.

El meteorito Shergotty, de cuatro kilos, cayó en la India en 1865. Está compuesto de piroxeno y se habría formado en Marte hace 165 millones de años, donde fue expuesto y transformado por agua líquida por muchos años.

Metano, ¿de dónde?
En la atmósfera de Marte hay metano, molécula orgánica compuesta de un átomo de carbono y cuatro de hidrógeno, en una concentración muy baja. No ha sido posible explicar la presencia de metano en Marte, porque en las condiciones de presión y temperatura allá reinantes es una sustancia inestable que debe desaparecer rápidamente.

Debe existir en Marte entonces una fuente de metano a razón de 150 toneladas por año, para mantener la concentración en la atmósfera, que parece estable. Entre estas fuentes, una común en la tierra son los microorganismos: pero otra, más probable, es el impacto de meteoritos.

El polo manchado
De tanto en tanto, aparecen en las dunas del polo Sur de Marte manchas que luego desaparecen. Son resultado de erupciones frías de hielo subterráneo sublimado.

Cada año estas manchas aparecen en el mismo lugar que el año anterior al principio de cada primavera y desaparecen al principio de cada invierno. No se pudo confirmar el carácter biológico “extramófilo” de las manchas, como si fueran restos de una actividad biológica que se da en condiciones extremas

Vida honda
Si hay vida en Marte, sería a más de siete metros y medio de profundidad bajo la superficie. Más cerca de la superficie, los rayos cósmicos, no impedidos por el campo magnético débil del planeta y la radiación solar que no tiene casi atmósfera que atravesar, provocarían daños decisivos en las moléculas de ADN y ARN. Si hay vida, ha de ser escondida bajo la superficie, en la profundidad del planeta.
De la Redacción de AIM