Los niños practican deportes por diversión, pero son muchos los padres que los acompañan a los partidos, competiciones y entrenamientos en su afán de animarlos y terminan generándoles una presión excesiva.

Así, lo que debería ser tomado como recreación, se transforma en un círculo de exigencias y pasiones que, no sólo es el mejor camino para conducirlos a que abandonen el deporte, sino que puede afectar la salud del chico. «El niño deportista recibe influencias estresantes severas y prolongadas que pueden ocasionarle síndrome de burnout», explicó Marcelo Godoy, magister en Psicología Clínica y de la Salud y director de la carrera de Psicología de la Universidad de Flores (Uflo).

El síndrome, conocido también como «del quemado» se relaciona con el estrés laboral y consiste en un proceso paulatino por el cual las personas pierden interés en su trabajo hasta llegar, incluso, a profundas depresiones.

Pese a que llevar a un niño a realizar cualquier tipo de actividad recreativa se lo considera fundamental para su crecimiento, a veces los padres se involucran de una manera poco saludable: gritan directrices desde la tribuna, corrigen a sus hijos incluso contradiciendo las indicaciones del entrenador, o mismo hay quienes generan presión indirectamente, sin querer hacerlo, hablando todo el día de lo bien que juega, nada o corre su hijo.

Así es que el comportamiento de éstos termina influyendo negativamente en el menor.

«Los niños suelen comenzar sus actividades deportivas por motivaciones propias, sienten gusto en realizarlas y predomina el carácter lúdico. Si bien muchas de estas prácticas incluyen la competencia, la misma no es vivida como algo que anule la dimensión de juego, donde predomina la diversión. A pesar de este comienzo basado en el gusto y el placer muchos padres empiezan a vislumbrar condiciones que los hace pensar que pueden desarrollarse profesionalmente», destacó el especialista, quien remarcó que «así es que estos jóvenes deportistas cambian de pronto el motivo que los llevó a iniciarse en el juego y comienzan a sentir que deben responder a expectativas externas«.

Lamentablemente, lo que había empezado como un espacio de diversión, se convierte en un campo de presiones cruzadas y exigencias donde no está ausente el dinero y los contratos prematuros que muchas empresas hacen con los padres especulando con el talento del niño y el futuro profesional.

La práctica deportiva debe estar ligada al disfrute. Los padres que actúan de esta manera no son conscientes del impacto que producen en la salud de sus hijos. Según Godoy, «llegado a este punto, el 50% de los niños y jóvenes van a sufrir agotamiento emocional, el 52% va a padecer agotamiento mental y el 65% agotamiento físico. Así comienzan los primeros síntomas de lo que se conoce como burnout».

¿Qué es el burnout?

Es un síndrome según el cual las personas que lo padecen sienten una gran sensación de fracaso y agotamiento absoluto. Esta sintomatología aparece como consecuencia de las demandas excesivas que ponen en jaque los recursos personales para hacer frente a las presiones a las que se ve sometido. También conocido como el síndrome del quemado, se lo relaciona con los síntomas que aparecen como una respuesta al estrés laboral prolongado, puntualmente cuando las demandas laborales exceden la capacidad de respuesta de una persona.

El profesional de la Uflo explicó que «como consecuencia del síndrome de burnout el sentimiento de entusiasmo y deseo de jugar empiezan a desaparecer y la energía comienza a disminuir. La disminución de esta potencia energética lo lleva a que padezca abandonos coyunturales acompañado de decepción, angustia y depresión. Al final se genera una pérdida general de la confianza en sí mismo, un verdadero quiebre de la autoestima, alienación y deseo de abandonar toda la actividad».

«COMO CONSECUENCIA DEL SÍNDROME DE BURNOUT EL SENTIMIENTO DE ENTUSIASMO Y DESEO DE JUGAR EMPIEZAN A DESAPARECER Y LA ENERGÍA COMIENZA A DISMINUIR»

¿Cuáles son las consecuencias?

Físicas: aparecen diversos indicadores psicosomáticos como insomnio, taquicardia, dolor de espalda, trastornos y malestares gástricos y cefaleas frecuentes.

Psicológicas: depresión, reacciones explosivas de ira, intenso mal humor, agitación, cinismo, sentimientos de culpa y quiebre psicológico.

Relación con el entorno: básicamente insatisfacción con la actividad que está desarrollando, ausentismo a los entrenamientos, descenso de la productividad, de la eficacia, pérdida del rendimiento y tendencia al abandono.

La solución

Para Godoy, recordar que la felicidad del niño está por encima de todo y que el motivo por el que hace deporte es porque le gusta es clave. «Apoyarlo, gane o pierda, juegue bien o cometa errores; felicitarlo por participar más que por competir; aprender a apreciar los logros pero no atar la autoestima a los mismos; y conservar una vida social activa más allá de la que el deporte le ofrece» también son parte del proceso.

«Si el problema ya está presente se aconseja acompañamiento psicológico del niño deportista y de la familia para redirigir las presiones», finalizó el especialista.