Cuando ocurre un divorcio o separación en el seno de una familia, este impacta de manera directa en la estructura familiar y cada uno de sus integrantes necesita reacomodarse frente al nuevo escenario que juntos irán construyendo.

Una investigación basada en la metodología de la encuesta de la Facultad de Psicología y Relaciones Humanas de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) entre habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y del Gran Buenos Aires (GBA) profundizó en el tema.

¿Qué sucede entonces luego de un divorcio? Según el sondeo de la UAI, el 47,1% de las mujeres encuestadas respondieron que la comunicación entre los padres separados empeora. Lo mismo opinó el 37% de los hombres.

La mayoría de las mujeres (57,7%) y de los hombres (60,9%) consideran que los máximos beneficiados de un divorcio son los miembros de la pareja. Un porcentaje bastante menor (39,4% de mujeres y 37,4% de los hombres) respondió que son los hijos. La misma situación sucede al analizar los rangos de edad. Sin embargo, al observar las variables del estado civil la mayoría de los encuestados solteros (38,9%) y en pareja (33,3%) coinciden en señalar que luego del divorcio de un matrimonio conflictivo, tanto los hijos como los miembros de la pareja resultan beneficiados.

Fernando Adrover, decano de la Facultad de Psicología y Relaciones Humanas de UAI,explica a Infobae: «En general, cuando las personas responden sobre el divorcio y la ruptura en la familia nuclear, lo valoran negativamente. La valoración cambia cuando se analizan las relaciones y la comunicación entre los miembros de esa familia. En muchos casos el nivel de conflicto (violencia física, psicológica o comunicacional), el grado de frustración de los integrantes de la pareja, entre otros factores, hace que, en esas condiciones y para esa familia, el divorcio pueda ser beneficioso tanto para los padres como para los hijos».

En gran medida depende de los acuerdos que puedan alcanzar y en qué medida los padres consigan superar la frustración, el rencor o el dolor que les ha causado la ruptura de la pareja. Al interrogar acerca del comportamiento de los hijos de padres separados, el 81,9% de las mujeres y el 74,3% de los hombres contestó que cambia. Una vez más, lo mismo sucede al analizar los rangos de edad, donde todos coinciden en señalar que el comportamiento de los hijos de padres separados se modifica.

Ser un ensamblado

Al preguntarles a los encuestados pertenecientes a una familia ensamblada qué actitud adoptaron los hijos propios frente a esta nueva situación, la mayoría (47,6% de las mujeres y 42,9% de los hombres) aseguró que la reacción fue positiva. Situación similar se observa en los rangos de edad, salvo entre la mayoría de los encuestados de entre 40 y 49 años (47,1%) que respondieron que la actitud fue «neutral».

Agrega Adrover : «Las familias ensambladas tienen, en principio, mayores dificultades para conseguir un funcionamiento adecuado y armónico. Cuando lo consiguen, en parte es debido precisamente a que cada integrante sabe que esa relación es una relación construida y que deben trabajar para mejorar el entendimiento con el otro».

En las familias tradicionales en que los vínculos están, de alguna forma, «naturalizados», tanto los padres como los hijos o hermanos se permiten comportamientos y actitudes como si las relaciones, en el fondo, pudieran ser invulnerables a ese conflicto, total, seguirán siendo hermanos, o siempre seguirá siendo «mi madre».

«En las familias ensambladas, la desventaja de no poder contar con esto e, incluso, la idea a priori de que puede haber intereses dispares y contradictorios, muchas veces es una ocasión para que las relaciones se construyan en forma más deliberada y gradual y haya una mayor conciencia del esfuerzo que implican y de la potencial inestabilidad de los vínculos que, cuando las cosas funcionan, hacen que los integrantes entiendan que deben hacer un esfuerzo por mantenerlos», refuerza el especialista.

La mayoría de las mujeres en pareja (o casadas) con personas con hijos, no convive. Sólo el 15,8% de ellas lo hace. Distinta es la situación de los hombres: el 55% de ellos convive con su pareja y los hijos de su pareja.

Con respecto a los rangos de edad, únicamente la mayoría de los jóvenes de entre 18 y 29 años son quienes conviven: el 57,1% de ellos. Distinta es la situación en los encuestados de más edad. El 73,3% de las personas de entre 30 y 39 años; el 81,3%, de quienes tienen entre 40 y 49 años y el 70% de los mayores de 50 años, no conviven.

Hay no obstante cierta diferencia de género en cómo se percibe la relación de los hijos de la pareja con ellos mismos: los hombres tienden a percibir como más positiva esa relación (55% respondieron que la relación era muy buena, contra 31,6% de las mujeres) y, a su vez, el 28,9% de las mujeres respondieron que la relación era regular, contra sólo un 5% de los hombres; finalmente, el 8% de las mujeres respondió tener una muy mala relación con los hijos de su actual pareja, mientras que ningún hombre eligió esa respuesta.

Neo vacaciones

Es probable que las vacaciones sean un buen momento para probar cómo podrían funcionar juntos, en un contexto en el que hay que tomar decisiones y generar consensos en mayor medida que en otras situaciones, pero en las cuales, a su vez, esas decisiones son menos relevantes y tienen menor peso para los diferentes integrantes.

Es más probable que, en ese contexto de vacaciones, haya mayor ocasión para ceder cuando hay intereses disímiles. Pero no parece, en cambio, un buen escenario para que una familia que ya está conviviendo y que tiene dificultades o conflictos, estime que los mismos van a desaparecer en vacaciones cuando estén «menos estresados».