La imponente vista del río que por un delgado hilo de agua irrumpe en la costa para llegar hasta esa calle, no es una postal más. Una ventana sin vidrios frente a nosotros sirve de marco para que se insinúe como una pintura que agrega el color de esas canoas encalladas a ambos lados, y esto también es parte del comedor Los Costeritos.

Allí, de cara al viento, los chicos se asoman a una oportunidad que les brindan cuatro jóvenes mujeres solidarias y conmovedoras que sostienen una iniciativa aleccionadora y sincera, y que muy pocos conocen.

Elizabeth Requena (26) y dos de las jóvenes mujeres que la acompañan a sostener este precario comedor, donde también los domingos a la tarde se entrega la copa de leche a 40 chicos.

Desde hace cuatro meses, todos los lunes y viernes a las 20:00 los vecinos se acercan a la casa de ‘Eli’ como la conocen en el barrio del ‘Camino del Costa’. En el interior de esta habitación sin puertas ni ventanas, piso crudo y tablones que apoyan en bloques de retak, Romina Carrizo, Rosana Betancourt, y Luján Díaz, están listas para sostener una apuesta que por el contexto y la predisposición de quienes lo sobrellevan, es sumamente meritoria. Allí también se organizó una fiesta del día del niño, donde ellas mismas hicieron de payasos, y del día de la madre, “algo sencillo pero vienen todos”, advierte Eli.

Le preguntamos cómo surgió la idea de ayudar a sobrellevar este lugar que es parte de la casa de Eli, y que está en el mismo barrio donde la gran mayoría de ellas convive. “Nosotras somos amigas de la infancia y la escuela Nº 48 Nicolás Avellaneda (donde vivieron varios años antes de trasladarse aquí). Cuando decidimos venirnos aquí vimos la necesidad del barrio y decidimos hacer algo para ayudar”.

Guillermo ‘Cacho’ Urreaga también les da una mano acercándoles lo que no se consume en el asador Fontanarrosa; “aquí vienen 40 chiquitos, cinco familias y cuatro hombres mayores que viven solos. A los nenes los sentamos separados de las nenas para que no se peleen. Y a los mayores les damos para que lleven a sus casas”, advierte Eli.

Riqueza de corazón

Una cocina, una olla generosa y mucha voluntad hacen la diferencia, ya que si bien reciben un aporte de Acción Social de la Municipalidad para la copa de leche, “muchas veces sacamos de nuestro bolsillo para comprar otras cosas, pero generalmente recibimos cajas de leche, azúcar y cacao, además de harina y grasa para las tortas fritas que también les damos a los chicos”, y es que en este mundo donde no queda tiempo para nada, ellas reparten el suyo entre el trabajo, familia y el comedor Los Costeritos. “Yo trabajo en Cultura de la Municipalidad pero esto que hacemos no lo vemos como una obligación, muchas veces venimos con el cansancio del trajín y aquí los chicos nos cambian el día, nos hace bien ayudar a los demás”, dicen Eli y Rosana, ésta última también debe sortear obligaciones laborales para llegar a tiempo con su tarea del corazón.

Romina, que vive en el barrio del 5to. Cuartel y cada día viene para brindar una mano, dice que está buscando trabajo y mientras tanto ocupa su tiempo libre en esta actividad, “lo que nos ayudaría mucho es tener agua potable cerca, y una luz en el acceso al comedor, ya que los chicos después de la comida o la copa de leche se quedan aquí jugando, y es nuestra responsabilidad cuidarlos mientras estén”.

El tema del agua es crítico, ya que como nos mostraron hay más de 50 familias que se proveen del vital elemento del mismo lugar. Se trata de un caño de media pulgada que está situado en el ex Ingenio Azucarero (el barrio está próximo a la ya desmantelada estructura) y que todos comparten, “si abrimos al mismo tiempo la canilla no sale nada. Por eso muchas veces juntamos y acarreamos en baldes hasta el comedor. Tener mayor caudal de agua y luz sería una gran ayuda para nosotros”, insiste Eli.

Ropa, calzado, acompañar a un enfermo, ellas se organizan para lograr estar presentes “Nosotras hemos participado en política, y de esa manera logramos algunas de las cosas, pero la verdad es que aquí hay mucha necesidad, a mi me ha pasado que llega una pequeña descalza con una mamadera en la mano a pedirme leche, y eso es muy fuerte, te moviliza”, reconoce Eli, a la vez que agradece al autoservicio Vero de William Chávez, que siempre colabora con esta causa.

La Navidad

Para el 22 de diciembre quieren hacer la entrega de un pan dulce y proyectar una película alusiva para los más pequeños. “Sería muy bueno que nos ayuden con donaciones. Y nosotros vamos a hacer también para que les podamos dar a todos”, insiste Eli.

La solidaridad es así

Eli junto a su marido Claudio Betancourt siguen abriendo las puertas de su hogar, junto a sus amigas de la infancia, y familiares que incluso hacen banquitos para los chicos estén más cómodos. Así con mucho amor por los vecinos y la humildad a flor de piel este comedor sigue abriendo caminos de esperanza, cerca de la costa, de ese río que es el límite de una ciudad que quizás no conoce de sus avatares y sus logros.

 

Fuente: Paralelo32.com.ar