El 3 de junio, una iniciativa a nivel nacional tendrá su replique en Victoria cuando a las 17:00 en la plaza San Martín se levante la proclama “Ni una menos”. La movida surgió de grupos que trabajan por los derechos de las mujeres y que reaccionan ante la cadena de femicidios. La acción tiene como objetivo poner en marcha todos los alcances de la ley nacional 26.485 para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpesonales.
En el encuentro del miércoles además de las proclamas, habrá espacio para los debates, una radio abierta, y expresiones artísticas.
La Semana entrevistó a la psicóloga del Copnaf, María Luisa Pérez, para ampliar el marco de debate sobre el fenómeno de los femicidios en la Argentina y analizar la realidad de Victoria.
– ¿Cómo se puede explicar este fenómeno de la violencia hacia las mujeres?
– Hace 30 años que se ve esto. Antes había una sociedad donde no se cuestionaba el reparto de los roles: el hombre era para lo público, la política, el trabajo, la comercio, y la mujer “la reina del hogar”.
Hay un hito en 1949 que se conoce como la “segunda ola del feminismo”, cuando Simone de Beauvoir publica “El segundo sexo”, donde plantea que la mujer no nace: se hace. Hay todo un proceso que hace que la mujer se transforme en la entidad “mujer”. Esto fue retomado de todas partes del mundo, y va a dar lugar a “Lo personal es político”, donde se plantea que mucho de la vida de las mujeres pasaba en el ámbito privado y no podía hacer en sus propias vidas más que ser madres o esposas. Se desarrollaron teorías y luego comenzaron a producirse legislaciones.
En 1995, en La conferencia de Beijin, se empieza a tratar los derechos de las mujeres como derechos humanos, y se empieza la construcción legal y política que hace que el fenómeno se vea.
La hipótesis es que a medida que la mujer ha ido ampliando derechos, ganando posiciones, ha habido una reacción.
En el 2010 inauguramos las conferencias en la facultad de Psicología, por ejemplo con el título: “Los avances de las mujer y los femicidios”. Hay un avance de los derechos que han provocado una reacción. 

– El número de femicidios es importante, pero los asesinatos también han crecido en la Argentina, en todos los ámbitos, y en contra ambos sexos… ¿No es que los femicidios son una forma más de la violencia que nos cruza en todos los ámbitos?
– En lo que plantea hay varias cuestioens para desarmar. En primer lugar el hecho existe cuando lo nombras. En el caso de los delitos, estos cobran identidad cuando el Código Penal lo pone como tal. El femicidio, como homicidio calificado, cobra entidad desde que el Código Penal lo reconoce como tal.
Nosotros tenemos una ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en todos los ámbitos, porque tiene que ver con lo que rodea el fenómeno. Algo similar ocurre con el tema de los chicos abusados, donde es algo que ha pasado durante mucho tiempo, lo que pasa es que recién ahora, en los últimos años, se ve.
Esta marcha pone el eje en el femicidio, que es la parte más grave del fenómeno. Muchas de estas mujeres que mueren han hecho denuncia en el marco de la ley, cuya competencia son los juzgados de civiles, no el penal. Solo pasa al ámbito penal cuando hay lesiones o muerte.
Los femicidios son una estadística, pero lo que está claro es que son una forma en la que mueren las mujeres. En el abuso sexual infantil esta más repartido el tema de los sexos, porque lo que se está juzgando siempre es una diferencia de poder y de fuerza. 

– Me animo a penar, y se lo pregunto ¿Si es una reacción, puede tener algo que ver este fenómeno con el poder máximo del país en manos de una mujer?
– Muchas de las cosas que se han dicho de la Presidente, se han dicho porque es mujer. Quién sabe si hubiera sido hombre si se le habrían cuestionado… Una profesora me decía: “cuando nací, las mujeres no podían votar, y hoy tenemos una mujer Presidente”. Ahora además hay tres mujeres presidente en Sudamérica, por lo que podría haber una línea con lo que plantea.
También se han estudiado otras líneas, como la que plantea Naomi Wolf en “El mito de la belleza”. En la medida en que el movimiento feminista le proponía a las mujeres mejorar su autoestima, cuando esa mística de la ‘domesticidad virtuosa’ cayó’, llegó la ‘belleza virtuosa’, con todo el fogoneo de que la mujer debe tener determinadas medidas, pelo, cola… y de lo contrario hay gimnasios, cremas, cirugías para transformarse en ese objeto ideal. Eso es también una reacción a la libertad.

– ¿Qué hace que una mujer no pueda salir de una situación de violencia de su pareja, que permanezca al lado del maltratador?
– Ni hablar cuando además existe dependencia económica, no tiene recursos, y esa persona, que es la pareja se ocupó de que fuera peleándose con las amigas, porque le dijo que eran mala influencia, e hizo lo mismo con la familia. Hay una parte del fenómeno de la violencia que se va complicando porque la mujer, la víctima de esa violencia, se va quedando aislada, hay una deliberada intención del hombre de que la mujer rompa con los otros lazos. Igualmente, aunque tenga familia y recursos económicos, hay una construcción de la subjetividad femenina que las transforma en vulnerables. Es lo que se llama ‘el amor romántico’, que implica que depende de un hombre para tener competa felicidad, un hombre que le de protección, y que es lo que a veces confunde con dominio. Esto la transforma en dependiente de la valoración de ese hombre para la formación de su propia identidad. Es algo que se forma en cada familia de pequeña. En la familia, en un formato muy tradicional, tu realización básica como mujer pasa por el cumplimiento de ese ideal, así como la valoración de un hombre tiene que ver con los éxitos laborales. De allí lo difícil que es sobrellevar para un hombre quedarse sin trabajo, y para la mujer el problema es que no te quieran, no ser lo suficientemente deseada o valorada.
– ¿Hay alguna problemática que tenemos exagerada en Victoria?
– Algo que tenemos exagerado en Victoria, y es una apreciación que compartimos todos los que trabajamos en familia y minoridad, es el elevado número de casos de abuso sexual infantil, en especial de niñas, e intrafamiliar, en todas sus variantes: padre, padrastro, hermano, primo, abuelo, allegado. Esto deja todo tipo de secuelas en el ámbito de la salud mental, con una sintomatología complicada de acompañar. 
(La entrevista completa en la edición de La Semana del sábado 30 de mayo)