En noviembre de 2015 publiqué en algunos medios de comunicación una columna de opinión respecto a un ensayo comparativo entre la muerte del periodista norteamericano Gary Webb, asesinado por denunciar el complot entre la CIA y las redes de narcotráfico; con la del fiscal Alberto Nisman, argentino, y hallado muerto en su departamento de Buenos Aires, mientras investigaba la incidencia de la política con el atentado a la AMIA.

Habría que reflexionar, una vez más, acerca de por qué aquellos que se animan a investigar y descubren verdades que sacuden al poder político, terminan muertos, luego difamados y acaso olvidados.

A un año de este terrible hecho que conmocionó a la gran mayoría de los argentinos, seguimos exigiendo justicia y reafirmando bajo lamento que la impunidad en el país ha ganado una nueva batalla.

En ese sentido, celebro la decisión gubernamental de desclasificar toda la documentación o información secreta que permanece en su poder respecto al funcionario judicial, tal como lo había solicitado la jueza de instrucción Fabiana Palmaghini.

Resulta imprescindible para la buena salud de nuestro país que este hecho trágico se esclarezca con la mayor celeridad posible. Del mismo modo, resalto como positivas y necesarias todas las acciones que contribuyan, de una u otra manera, a avanzar en la causa AMIA, atentado del cual este año se cumplirán veintidós años de vergonzosa impunidad.

No obstante, creo que queda mucho camino por recorrer; entendiendo que un país cimentado sobre la memoria y la justicia, debe llegar hasta las últimas consecuencias apelando a la búsqueda irrenunciable de la verdad.

(*) Ex Gobernador de Entre Ríos