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Por Mariana Carbajal

Alika Kinan cuenta cómo quedó envuelta en la prostitución, de qué manera pudo zafar y qué hace ahora para rescatar a otras víctimas: ella misma será querellante contra sus proxenetas. Cristina Pozzer Penzo se plantó frente a las mafias prostibularias y sus cómplices en la política y la Justicia. Ambas cuentan su lucha a Página/12.

Cristina Pozzer Penzo es jueza federal en la frontera caliente de Paso de los Libres con Brasil. Alika Kinan es sobreviviente de explotación sexual y vive en Ushuaia. Una, en el norte del país, y la otra en la ciudad más austral, luchan, a su manera, contra las mafias de la trata de mujeres. “No se puede ser indiferente ante esta enorme atrocidad. Hay relatos crueles del sufrimiento de víctimas, destruidas en su personalidad, a niveles de cosa o animales por sus explotadores”, dice la magistrada, en un alto en su trabajo: entre otros expedientes, tiene en sus manos una megacausa en la que están involucrados un ex fiscal federal y un alto mando de la Gendarmería y más de una docena de imputados, acusados de encubrir o ser parte de una red que lucraba con la esclavitud sexual. “Siempre soñé con otra actividad, pero para mí era totalmente inalcanzable, o yo lo sentía así, nunca quise ser puta. ¿Quién quiere serlo realmente?”, se pregunta Alika en una entrevista de Página/12. Ella espera, con ansiedad, el 7 de noviembre, cuando está previsto que empiece el juicio oral contra el clan Montoya, que regenteaba la whisquería El Sheik, de donde fue rescatada en 2012. Había llegado desde Córdoba más de una década antes.

Alika es una pionera: por primera vez en el país asumirá el papel de querellante contra sus proxenetas, además de intentar un reclamo civil por los daños sufridos. Desde que Pozzer llegó en febrero al juzgado federal de Paso de los Libres, la jurisdicción despertó en la investigación de la trata y la explotación sexual.

Tanto la megacausa que lleva el juzgado federal de Paso de los Libres como la que sentará en dos meses en el banquillo de los acusados a quienes explotaron sexualmente a Alika, fueron iniciadas por denuncias de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), a cargo del fiscal Marcelo Colombo, una de las personas que más conoce sobre la dinámica de estos delitos. Hace unas semanas, en un procedimiento rescató a una adolescente de 15 años, brasileña, que tenía un pedido de búsqueda internacional desde noviembre último: su familia en Porto Alegre había denunciado su desaparición hace casi un año. La chica iba en un remis brasileño con tres personas de nacionalidad dominicana, dos hombres y una mujer, que fueron detenidas. El automóvil provenía de Uruguayana y en principio el destino era la ciudad correntina de Paso de los Libres. Se estima que la joven era víctima de una red de trata de personas por la manera en que era llevada. En el vehículo los gendarmes descubrieron además que llevaban profilácticos y pastillas anticonceptivas sin ningún tipo de documentación. En los últimos días, según confirmó al jueza a este diario, la adolescente fue devuelta a su familia.

Hasta comienzos de este año, en Paso de los Libres, la justicia local actuaba como amparo a las mafias, dicen en la ex Ufase. Así lo muestra la investigación judicial que involucra al ex fiscal federal Benito Pont, a quien se le imputaron los delitos de prevaricato y abuso de autoridad o incumplimiento de los deberes de funcionario público: está acusado de realizar maniobras legales para garantizar la impunidad de su cuñado José María Viero y su ex socio comercial Ricardo Aguirre, y de los otros miembros de la organización, que tenía locales nocturnos y hoteles, donde se explotaba sexualmente mujeres, muchas de ellas, como la adolescente de 15, reclutadas en su adolescencia en Brasil (ver aparte).

Anestesiada

Alika se define como sobreviviente del sistema prostibulario. Su abuela, su madre y sus tías, estuvieron en prostitución. Hoy tiene 40 años y seis hijos: la mayor –que lleva su nombre–, de 15 (ver aparte); el más pequeñito nació hace menos de dos meses. Esta mujer que fue a un “buen colegio alemán “, en Córdoba, que habla varios idiomas, se reparte entre el cuidado de sus hijos, el trabajo en la Universidad como administrativa y las tareas de su fundación, desde donde brindan asistencia y contención a “cualquiera que esté en el sistema prostibulario y quiera salir”, a partir de la articulación “con psicólogos, abogados y funcionarios dispuestos a brindar ayuda”, dice Alika.

–¿Cómo espera el juicio?

–Tengo muchos sentimientos encontrados: siento dolor, ganas de terminar todo, de que pase rápido, de que se haga Justicia, realmente Justicia, de que se tome conciencia y que sirva para muchas otras mujeres que han pasado por la misma situación.

Después de una mala experiencia con abogados particulares, Alika está siendo representada en el juicio contra sus explotadores por el Ministerio de la Defensa, desde el Programa de Querellas que coordina la ex diputada nacional, especialista en temas de género, Marcela V. Rodríguez. La particularidad del juicio es que se discutirá, dentro del proceso penal, la responsabilidad civil de los tratantes a través de una acción civil iniciada por Alika, que podría derivar en la primera reparación económica que un tribunal oral federal podría ordenar, teniendo en cuenta el daño ocasionado por la explotación padecida por ella dentro de la lógica del funcionamiento de un sistema prostibulario. “En la acción civil interpuesta y representada por la Defensoría General de la Nación se buscará algo difícil: cuantificar económicamente el daño ocasionado por el día a día padecido en un prostíbulo”, destacó en diálogo con Página/12, el fiscal Colombo.

–¿Cómo llega a la prostitución? –le preguntó este diario a Alika.

–Yo no entré en prostitución o al menos no supe lo que me estaba pasando hasta incluso pasado mucho tiempo. Siempre lo negué, me lo negué. A los 16 años mis padres se separaron, mi papá se fue de casa y quede con mi mamá y mi hermana. Con ellas nos fuimos a un pueblo de Córdoba, Cruz del Eje, donde no teníamos nada, ni para comer. Con mi mamá empezamos haciendo pan casero para vender. No duró mucho eso y ella se fue. Quede sola a cargo de mi hermana, de 10 años. Tiempo después no pude sostener más la situación y me fui a Córdoba capital, donde una chica que estaba en una situación parecida a la mía me recomienda ir a un lugar donde se hacían masajes y supuestamente de vez en cuando se hacían despedidas de soltero o algo así. Yo todavía era menor de edad y estaba en una situación de extrema pobreza. Una de las chicas que estaba ahí conmigo, que viajaba periódicamente al sur me cuenta de un “boliche” que se estaba por inaugurar en Tierra del Fuego y que necesitaban chicas. Al poco tiempo ya me habían mandado los pasajes y no había mucho que pensar y fui.

Llegó a Ushuaia en 1996. La despersonalización comenzó a poco de pisar suelo fueguino, donde sus explotadores la rebautizaron como Carla y después la llevaron al casino para enseñarle cómo debía moverse. De paso la mostraban a posibles “clientes”. “A las que se portan mal las pasan de un boliche a otro, donde las condiciones empeoran. Es cuestión de vida o muerte”, cuenta

–¿Pensaste que podías tener otra actividad o no había otra alternativa?

–Siempre soñé con otra actividad, pero para mí era totalmente inalcanzable, o yo lo sentía así, nunca quise ser puta. ¿Quién quiere serlo realmente?

Fue el inicio de un camino de explotación, alcohol, estupefacientes. En el medio vivió en Europa, tuvo tres hijas con un marido violento. Vendió óvulos para sobrevivir. Se escapó. Volvió a caer en la red, dejó a sus hijas. Se enamoró de un hombre que la quiere bien. Y tuvo otros tres hijos.

–¿Qué pensaba en sus años de prostíbulos?

–Nada, una no piensa mucho en momentos así. Estás anestesiada, van pasando los días y no querés nada.

–¿Cuándo se dio cuenta de que había sido víctima?

–Fue el momento más duro de mi vida, fue en la fiscalía, mientras discutía con los fiscales, secretarios, psicóloga y la gente de la Oficina de Rescate (de Víctimas de Personas en Situación de Trata, del Ministerio de Justicia). Declaré más de cuatro horas, hubo un momento en que me preguntaron por mis hijas, si yo quería eso para ellas, teniendo en cuenta mis antecedentes familiares. Ahí hubo algo dentro mío que dijo no, esto yo tengo que terminarlo.

Fue en 2012, cuando hicieron el procedimiento en la “whisquería” El Sheik. La capital fueguina ya tuvo su primera condena por trata de personas contra el clan Morales y su emblemático prostíbulo Black. En dos meses, serán otros explotadores los que se enfrentarán a un juicio. Y ahí estará Alika, como querellante. Se espera que la acompañen organizaciones de mujeres.

Fuente: Página 12